El País Martes,
19.07.05
COLUMNA
Israel lleva dos días concentrando tropas en los límites de
la franja de Gaza y no disimula los preparativos para una operación militar
como la que hizo antes de que comenzara la frágil tregua que algunos dan ya por
muerta. Sus aviones y sus francotiradores han reiniciado la caza de dirigentes
de Hamás y no sin éxito. Los terroristas palestinos por su parte no dejan de
lanzar, desde hace cinco días, sus misiles -de fabricación casera, cierto, pero
en ocasiones letales- sobre los asentamientos judíos. Los intentos de la
Autoridad Palestina de evitarlo con algo más que palabras de sosiego han sido
tan escasos como la convicción de que pudieran tener algún efecto. El
presidente palestino, Mahmud Abbas, se sabe impotente. Mientras, los colonos de
Gaza y Cisjordania, lograban ayer concentrar a varias decenas de miles de
personas en una manifestación contra la retirada de Gaza, que habrá de
iniciarse dentro de 28 días. Y continúa el goteo de actos de desobediencia de
soldados israelíes que se adhieren al movimiento opuesto a la retirada de Gaza.
Como continúa el goteo de muertes. ¿Nada nuevo bajo el inclemente sol de
Palestina?
No exactamente. Tenemos probablemente por primera vez a un
líder palestino que sabe que Hamás bombardea a la población israelí para darle
a él y para vender a la población palestina la retirada israelí de Gaza como
una conquista propia con la que borrar después del mapa electoral y político a
Al Fatah. Tenemos a un primer ministro Ariel Sharon decidido a salir del pozo
negro de Gaza en las condiciones establecidas por él y aprobadas por el Knesset
(Parlamento) y por el Tribunal Supremo. Y tenemos a un frente de colonos
radicales y otros extremistas israelíes que intentan impedir por la fuerza una
decisión del Parlamento que apoya la inmensa mayoría del pueblo israelí. Es
decir, tenemos tres guerras en una y ante una situación en la que muy pronto se
verá si hay triunfadores o todos acaban perdiendo por igual.
Si el enfrentamiento civil armado en Palestina puede darse
prácticamente por iniciado, comienzan a hacerse fuertes los temores de que
podríamos estar también ante el primer gran enfrentamiento civil en la historia
del Estado de Israel. Los colonos y sus aliados comenzaron ayer una
movilización para intentar entrar por la fuerza en Gaza, rompiendo las verjas y
resistir en el interior todos los intentos de ser evacuados o expulsados hacia
territorio de Israel. El diario Haaretz advertía alarmado de que las fuerzas de
seguridad y el Ejército han de garantizar por todos los medios que se imponga
la voluntad democrática porque de lo contrario se colocaría en grave peligro al
Estado. Pero el conflicto entre israelíes se ha enconado tanto que en cualquier
momento puede producirse un incidente en el que colonos armados se enfrenten a
su propio Ejército.
Si los palestinos y los árabes en general se pueden permitir
las profundas desavenencias y guerras intestinas que libran entre ellos desde
el final del colonialismo en la región, la sociedad y el Estado de Israel se
juegan con su unidad su supervivencia. Está meridianamente claro que Sharon
quiere salir de Gaza para reforzar su presencia en gran parte de Cisjordania y
perpetuar allí los grandes asentamientos. Pero también está ya claro que se ha
autoimpuesto una agenda que tiene que cumplir y que le ata de pies y manos. No
puede ceder ante los colonos un ápice de la autoridad del Estado ni dejar
ninguna duda a Hamás de que sus ataques tendrán siempre respuesta antes,
durante y después de la retirada de los territorios meridionales. También aquí
hay poco margen. Una operación militar de envergadura en Gaza podría empantanar
la retirada.
Las próximas semanas serán una gran prueba tanto para Abbas
como para Sharon. La diferencia está en que un Abbas derrotado dejaría la
situación como está, es decir muy mal. Pero una derrota de Sharon ahora sumiría
a Israel en una crisis que solo pueden desear quienes todavía sueñan con hacer
desaparecer a este pequeño Estado. Lo habrán de tener en cuenta sus feroces
colonos y también aquellos siempre dispuestos a condenar a Israel cuando osa
defenderse del enemigo interno y externo.
Simpatizantes de Yihad Islámica, en una protesta en
Gaza. EFE
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