El País Martes,
16.08.05
LA RETIRADA DE GAZA
La retirada total de Israel de la franja de Gaza ha
comenzado ya sin más incidentes que las previstas y muy comprensibles protestas
de los muchos ciudadanos israelíes y judíos de todo el mundo que, por motivos
religiosos, políticos o de mera seguridad, consideran un error, cuando no una
traición, el abandono de este territorio ocupado en 1967. Sin entrar en el peso
real de sus razones, lo cierto es que estos adversarios de la retirada de Gaza
son una minoría en la sociedad israelí, en su representación parlamentaria en
el Knesset y también y muy claramente entre la diáspora judía. Esto se percibe
de especial manera en Nueva York, donde la muy numerosa, potente y plural
comunidad judía, que ha nutrido durante décadas con colonos ortodoxos y dinero
a los asentamientos en Gaza y Cisjordania, apoya abiertamente la política de
Sharon. La oposición en la comunidad neoyorquina no ha pasado de los insultos a
Sharon en las sinagogas ortodoxas.
Se puede especular sobre los motivos que han llevado a
Sharon a una decisión histórica que rompe con todo el gran proyecto religioso y
filosófico que llamaba a los judíos a dominar, colonizar y crear prosperidad y
vida piadosa judía en unos territorios que según la ortodoxia Dios le había
asignado a su pueblo. Es evidente que el gesto tiene mucho más calado que el
hecho de la evacuación de unos cuantos miles de colonos de unos asentamientos
rodeados por casi millón y medio de palestinos hacinados en un minúsculo y
mísero erial con la mayor densidad de población del mundo. Y está claro que lo
que según todos los indicios Sharon ya ha conseguido en Gaza -la retirada total
sin una fractura social irreversible- no lo lograría ningún primer ministro
israelí en una Cisjordania con asentamientos que ya son ciudades prósperas en
práctica vecindad con Jerusalén. En este sentido, la retirada de Gaza es sólo
una cesión a medias porque consolida asentamientos cisjordanos -véase Ariel-
como territorios israelíes innegociables. Así visto, puede verse como un
precedente de este hecho histórico la evacuación de colonos judíos de la
península del Sinaí en 1982, aunque allí el territorio se cediera a un Estado,
el egipcio, que acababa de firmar la paz con Israel y no a un débil organismo
palestino incapaz de imponer su ley a su propia población.
Pero no deja de ser una cesión el hecho de que Israel
renuncie a su presencia en un territorio en el que más de un millón de
palestinos viven y mueren para destruir el Estado judío, en el que toda
política de moderación fracasa y el terrorismo islamista tiene uno de sus
caldos de cultivo más fértiles. El islamismo radical ya intenta presentar como
victoria la retirada israelí de Gaza, como ya hizo en su día, con notable éxito,
con la salida de Líbano. El capital político que especialmente Hezbolá logró
sacar de aquella muy sensata decisión de Israel explica sin duda gran parte de
los sentimientos encontrados de muchos israelíes partidarios de la retirada de
Gaza, pero conscientes de estar optando por la decisión menos mala pero no
exenta de peligros.
Pero independientemente de causas y efectos, la retirada de
Gaza, su debate en el seno de la sociedad y del Parlamento de Israel
demuestran, de forma nada paradójica, la grandeza de los ideales de este Estado
en el momento de renunciar a lo que para muchos de sus ciudadanos era uno de
sus principales valores. Todos los intentos de socavar el Estado y la
democracia invocando "derechos históricos o bíblicos" han fracasado
ante la firmeza de los defensores del sistema parlamentario. Y todo ello en el
marco de una creciente efervescencia en todo el mundo islámico en el que el
fanatismo antijudío y antioccidental intenta movilizar a las sociedades
fracasadas contra las democráticas, libres y prósperas. Las sociedades europeas
comienzan a ser conscientes de que tienen, como Israel, un enemigo mortal en su
entorno y en su seno que no tiene otra reivindicación que negarles el derecho a
la existencia en libertad y seguridad. Quizás ahora les sea más fácil valorar
temores y esperanzas de un Estado que vive así desde su fundación. Y aplauda la
gesta democrática que es, no ya la retirada en sí, sino el alarde de firmeza
del Estado de derecho que la ha precedido.
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