Por HERMANN TERTSCH
El País, Viena, 20.01.84
La primera función de la ópera Carmen, de
Bizet, con escenografía de Franco Zeffirelli, que tuvo lugar el miércoles en la
ópera estatal de Viena, tuvo dos triunfadores, los dos cantantes protagonistas,
Agnes Baltsa y Plácido Domingo. A ellos estuvieron dedicados los más de 20
minutos de aplausos al final de la representación. La crítica coincidió ayer en
que la gran expectación despertada por esta obra, poco común incluso para la
capital austriaca, se ha visto justificada por la actuación de Baltsa y
Domingo. Ella, como Carmen ideal,
"con todos los matices de la sensualidad, entre el eros y la muerte",
como señalaba un prestigioso comentarista musical. Para Domingo, el público
vienés ya no sabe qué elogios inventar. Se habla de él como del "tenor más
noble, con una musicalidad noctámbula plena de inteligencia". Fueron ellos
dos los que hicieron que la noche del miércoles, que se convirtió en una gala
de la sociedad vienesa, donde se dieron cita desde destacados miembros del
cuerpo diplomático hasta el futbolista Hans Krankl, no se torciera, como estuvo
a punto de suceder antes del tercer acto, cuando un pequeño grupo de
espectadores silbó y abucheó al director de la orquesta y responsable de la
ópera de Viena, Lorin Maazel. Aunque todos coinciden en que esta muestra de
desacuerdo fue improcedente e incluso injusta, la crítica volvió a Maazel con
dureza.
Aunque existen
fundadas sospechas de que la crítica vienesa ha perdido la ecuanimidad para con
el director de la ópera de Viena, también a gran parte del público le pareció
que Maazel dirigió muy lentamente el primer acto, y muchos añoran ahora la
actuación de Carlos Kleiber al frente de la orquesta en la primera
escenificación que Franco Zeffirelli hizo de Carmen en
1978. Respecto al director italiano, algunos piensan que su escenificación ha
perdido fuerza desde entonces, y son muchos los que creen que hubiera sido
conveniente que Zeffirelli se hubiera tomado más tiempo para el estudio de la
parte dramática con los protagonistas.
Tras la ópera, y
para prolongar el acontecimiento social, el embajador de España en Viena, Juan
Luis Pan de Soraluce, ofreció una cena en la Embajada, tras la cual, Plácido
Domingo recibió el título de hijo predilecto de la villa de Madrid.
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