Por HERMANN TERTSCH
El País, Viena, 24.01.84
Ayer entró en vigor en Hungría una drástica subida de los
precios de ciertos productos alimenticios, de la energía y materiales de
construcción.
El precio de la carne se incrementó en más de un 20%, al
igual que el de la verdura congelada. El combustible para calefacción cuesta
también un 20% más, mientras la electricidad nocturna sube un 50%. Entre los
materiales de construcción, el cemento y los ladrillos suben un 30% y un 20%,
respectivamente.
Estas subidas de precios se inscriben dentro de la política
del régimen húngaro de adecuar los precios a la evolución del mercado
internacional, desmontando las subvenciones.
Estas medidas son un intento de frenar el consumo a fin de
mejorar la balanza de pagos, además de suponer una muy necesaria desgravación
del presupuesto.
Ya en septiembre de 1983, el Gobierno aplicó una subida de
entre el 10% y el 23% a los precios de diversos productos alimenticios de
primera necesidad, como el azúcar, pan, margarina y aceite de cocina.
La situación económica se ha agravado considerablemente en
el pasado año, y la deuda exterior húngara ronda actualmente los 7.000 millones
de dólares. El víceprimer ministro, Istvan Sarlos, pidió el pasado domingo por
televisión a los ciudadanos que comprendan la necesidad de estas fuertes subidas
de precios y estén dispuestos a los esfuerzos inevitables para salir de la
actual situación.
No obstante, y a pesar de estas graves dificultades, Hungría
se encuentra en una situación privilegiada si se compara con otros países del
Consejo Económico de Ayuda Mutua (CAME).
El fuerte aumento del nivel de vida de los últimos años y la
relativa agilidad de su economía se deben al llamado nuevo mecanismo económico,
un programa de reformas que por medio del estímulo a la iniciativa privada
busca subsanar algunos males endémicos de su economía planificada.
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