jueves, 12 de noviembre de 2015

ESPECTACULAR IRRUPCIÓN DE LA INICIATIVA PRIVADA

 Por HERMANN TERTSCH
   El País, Viena, 27.01.84

En Hungría se asiste a una espectacular irrupción de la iniciativa privada que cuenta con una productividad superior a la producción estatal y que contrasta con la experiencia de otros países del bloque socialista. El experimento húngaro, que conlleva también un relativo aperturismo político, suscita recelos entre sus vecinos del Pacto de Varsovia y los húngaros temen que el agravamiento de la tensión internacional pueda servir de pretexto para que a Budapest se le exija una mayor ortodoxia.
Un enviado especial de EL PAÍS ha visitado recientemente Hungría.
El régimen húngaro ha decidido fomentar, en el campo de la agricultura, el pequeño cultivo ante la evidencia de su mayor productividad. La mitad de la producción húngara de bienes de consumo, como patatas, carne porcina o huevos, procede de la agricultura privada. Más de 1.600.000 familias tienen así un ingreso suplementario y la totalidad de la población goza de un suministro de alimentos que no conoce las estrecheces de otros países del área. La productividad húngara en la agricultura es muy superior a la de otros países de régimen político similar. La producción de cereales por habitante es de 1,2 toneladas, frente a 0,7 toneladas en la URSS. Hungría produce 145 kilos de carne por habitante; la URSS, tan sólo 57.
También en otros campos ha irrumpido la iniciativa privada de forma espectacular. De las 78.000 viviendas que anualmente se construyen en Hungría, 58.000 son ya obra del sector privado.
Existen voces críticas hacia este desarrollo. Son aquellos que se quejan de que la apertura económica ha traído consigo un aumento de la especulación, un caos de precios y una actitud negativa de muchos trabajadores, que trabajan menos en la empresa y más en su tiempo libre, ya que les resulta más rentable.
Por otra parte, la decisión gubernamental de acabar con la práctica de precios ficticios, adecuándolos a las fluctuaciones de los mercados internacionales, unida al "afán desmedido de algunos comerciantes por conseguir grandes beneficios a corto plazo", como señalaba recientemente un alto funcionario del partido comunista, ha hecho subir rápidamente los precios. Los ciudadanos húngaros han sufrido una notable reducción de su capacidad adquisitiva, y para los turistas de otros países socialistas Hungría lleva el camino de convertirse en inasequible.
A pesar de ello, los observadores políticos coinciden en que no hay actualmente nadie en la dirección del Gobierno y del partido que plantee un frenazo o retroceso en la política de reformas que tiene en Janos Kadar, máxima autoridad indiscutida en el país, su gran valedor.
El jefe de los sindicatos, Sandor Gaspar, que en el pasado expresó reticencias respecto al desarrollo de las reformas, fue destituido en diciembre de su puesto.
Las perspectivas económicas para el año entrante no son buenas. El Gobierno se ha propuesto un crecimiento económico de entre 1,5 % y 2%. Espera también que la inflación no supere el 7,5% que alcanzó en 1983. Las autoridades económicas se enfrentan a la crisis, que ha alcanzado a Hungría con no poca virulencia, con manifestaciones de sobriedad y realismo muy lejanas al triunfalismo que caracteriza la elaboración de objetivos económicos en varios países vecinos. Como señaló el secretario y encargado de Asuntos Económicos del Comité Central del Partido Comunista húngaro, Ferenc Havasi, "en las actuales circunstancias aspiramos a mantener el nivel de vida de nuestros ciudadanos. Nos conformamos con que no nos vaya peor".

Apertura política
La liberalización económica emprendida por el régimen de Janos Kadar ha traído consigo una cierta apertura política, que, si bien de forma muy tímida, afecta cada vez a más aspectos de la vida húngara. Esta apertura viene, paradójicamente para algunos, de la mano del hombre que fue aupado al poder por los soviéticos tras el aplastamiento de la revolución de 1956. Kadar, un adversario de todo culto a la personalidad, lleva ya más de un cuarto de siglo a la cabeza del régimen húngaro.
Su política se ha distinguido por un alineamiento incondicional con la Unión Soviética en la política internacional y una política interior autónoma, de pequeños pasos y reformas paulatinas del sistema, lejos de todo dogmatismo.
En 1983 se aprobó una ley por la que se pone fin a la práctica de la candidatura única formada por el partido para las elecciones de distinto. Por supuesto, los posibles candidatos opcionales no podrán defender posturas políticas antisocialistas.
Aun insistiendo siempre en que esta apertura forma parte de una "profundización de la democracia socialista", altos funcionarios del partido, como el secretario del Comité Central, Mihail Korom, propugnan "una mayor variedad de opiniones", "competencia política legal" y "mayor participación de los trabajadores en las tareas de gobierno", así como una "mayor responsabilidad individual de los dirigentes".
No cabe duda de que esta política de reformas desde arriba se ha visto favorecida por la práctica inexistencia de una oposición política con incidencia en la sociedad. La oposición fue aplastada en 1956, y la mayoría de sus integrantes que salieron con vida de la represión soviética eligieron el exilio.
La pequeña oposición actual, formada en torno a un grupo de intelectuales como Laslo Rajk, hijo del ministro del Interior fusilado por el régimen estalinista de Mathyas Rakosi, critica al régimen en cuestiones políticas concretas, pero no presenta una alternativa al régimen. Este grupo se ha convertido en defensor de las minorías húngaras en Checoslovaquia y Rumanía, que sufren una clara discriminación por parte de los regímenes de estos países.

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