Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
07.05.02
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN FRANCIA
Cierto que el domingo en Francia ganaron los 'valores
republicanos' frente al racismo más procaz y el simplismo violento. Así debe
entenderse la movilización en favor de Chirac. Un 60% de los votantes, que la
habían despreciado 15 días antes, acudieron como un solo hombre a apoyarla. Los
franceses comprendieron el peligro que para su sociedad abierta, pero también
para su honra y su nombre, suponía la mera posibilidad de una victoria estrecha
del actual presidente sobre Le Pen.
Sin embargo, los cantos emotivos a la salvación del alma de
la República y a la consumación de la conjura del peligro parecen precipitados.
El resultado del domingo es menos una 'magna exaltación de la democracia y la
multiculturalidad' -como se ha dicho- que una demostración de cómo el miedo
induce a optar, al menos a sociedades maduras, por el mal menor en situaciones
de excepción. Le Pen ha ganado votos respecto a la primera ronda y uno de cada
cinco franceses quiere a Francia fuera de la UE y a millones de inmigrantes
fuera de Francia. No son votos de protesta testimonial. Son apoyos firmes a una
opción enemiga de la esencia democrática francesa.
Sería una catástrofe que los políticos, Chirac a su cabeza,
creyeran que, pasado el susto, la France puede volver a su
anquilosada agenda marcada por las miserias, los personalismos, la corrupción
impune, la cicatería y la negación de la evidencia. La avestruz francesa ha
sacado por un instante la cabeza de la arena. Todos nos congratulamos de ello.
Pero nada sugiere un súbito cambio de hábitos. La dura realidad es que en El
Elíseo se queda un presidente que sólo goza del apoyo real de un 20% del
electorado, una centésima y pico más que el que tiene el ultraderechista
antisistema combatido por una unidad in extremis de los demócratas,
con apoyo de los medios y la comunidad internacional. Los problemas que
generaron el grotesco fenómeno de Le Pen subsisten. Los absurdos e irresponsables
liderazgos fraccionales como los fracasos de la integración o la temeraria
promoción del agravio nacional y la agitación de la inseguridad ciudadana no
van a desaparecer por una fiesta más de alivio que de celebración en París.
Una sociedad en la que Le Pen consigue un voto de cinco está
enferma. Como lo está la que presenta, en el año 2002, tres candidaturas
trotskistas a la presidencia. Pero si Francia enferma, todos los europeos
debieran medicarse. Habrá que esperar a las legislativas en junio para ver si
Chirac y la clase política 'han entendido el mensaje' como aquél sugiere. Tres
meses después, las elecciones en Alemania tampoco excluyen sorpresas
desagradables. Las hemos tenido en Italia, Austria y otros países. Urge por
ello que cristalicen alternativas que destierren de esta Europa del siglo XXI
sus terribles fantasmas iniciales.
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