Por HERMANN TERTSCH
El País Domingo,
07.04.02
REPORTAJE
En el valle de la Bekaa, al sur de Líbano, un dirigente de
Hezbolá se juramenta por una 'victoria sin plazos'
'Era realmente insospechable que Israel cometiera tantos
errores. Un error tras otro. Es increíble pero cierto. Dios es grande. Y los
van a pagar todos. Uno a uno. Todos'. Issam, sentado en la mesa de un
restaurante en el que todos los clientes y camareros lo abordan con gestos de
reverencia, insiste nada más iniciar la conversación en que sufre con sus
'hermanos palestinos y todos los árabes'.
Pero está muy tranquilo, como si supiera ya cómo va a
concluir, no ya la actual escalada bélica en los territorios ocupados, sino la
gran secuencia histórica a largo plazo en Oriente Próximo. 'Los israelíes
tienen muchas armas, pero cada vez menos soldados. Unos se van, otros no
quieren combatir. Son pocos. Nosotros tenemos menos armas, pero un ejército
inagotable. Eso es lo que, en su arrogancia, no han calculado bien. Tenemos
tiempo y millones de hombres que ofrecer como mártires. Cada uno de nosotros es
un arma dispuesta'.
Issam sonríe cuando se le pregunta si están decididos a
abrir el frente en la frontera de Líbano, ahora que las tropas israelíes
combaten en todos los territorios ocupados y Sharon se ha visto obligado a
convocar a reservistas, lo que supone una carga a la larga insoportable para la
economía y la sociedad de Israel. 'Nosotros nunca hemos cerrado ningún frente,
luego no tenemos que abrirlo. Golpearemos al Ejército israelí allá donde nos
parezca más oportuno'.
Nada tiene que ver su serenidad con la indignación de los
dirigentes palestinos en los cercanos campos de refugiados en el sur de Líbano.
Allí todos parecen querer suicidarse cuanto antes, si pueden acarrear algún
daño a algún judío. Issam, no. No teme a la muerte -'para mí será el principio
de la vida real, en el paraíso'-, pero no tiene prisa por encontrársela:
considera que es más peligroso para su enemigo vivo.
Issam cree firmemente en la victoria aunque no se plantea
plazos. Tiene tres hijos y ya los está educando para que asuman su
responsabilidad en la lucha contra lo que llama el invasor. 'Estados Unidos
ayuda a Israel a matarnos y reprimirnos a los árabes. Luego tenemos perfecto derecho
a defendernos atacando a los israelíes y a los norteamericanos. Washington no
revisa su política y nos ofende y humilla. Nosotros hemos respondido antes y lo
sabremos hacer en el futuro'.
Los tiempos son tormentosos, no sólo en el sur de Líbano.
Los muertos se acumulan en Gaza y Cisjordania, Ariel Sharon se ha lanzado a una
'lucha contra el terrorismo' que ha incendiado la región y amenaza con
dinamitarla. El mundo asiste aterrado a una orgía de violencia que hasta los
países más lejanos de la región intuyen puede acabar arrastrándolos a
insufribles situaciones. Aquí, en el restaurante, tan cerca de la valla
metálica de la frontera israelo-libanesa, las probabilidades de catástrofe son
infinitamente mayores.
Horas antes de la cita de Issam con dos periodistas, el
Ejército israelí había atacado posiciones de su gente no lejos del lugar donde
fuma plácidamente la narguila frente a los extranjeros. Fue una represalia
israelí por el primer gran ataque de cohetes y artillería de la organización de
Issam desde la retirada israelí de Líbano. El Gobierno israelí ya había
advertido de que no dudaría en intervenir en su frontera norte si el país
vecino se convertía de nuevo en plataforma para ataques contra su seguridad. Es
esta frontera la que puede romperse una vez más, pero ahora para inducir a la
expansión regional de una guerra ya en plena escalada. Ayer también volvieron a
atacar.
Aquí, en Baalbeck, en el valle de la Bekaa, al sur de
Líbano, subida en un pedestal, luce como trofeo de guerra una tanqueta israelí.
'Vinieron y los echamos', dice Issam. Su frase tiene mensajes implícitos
mayores. ¿De Líbano? Fue en 2000. ¿De Palestina? ¿De una parte o de toda? Todo
determinado por fechas y resoluciones de Naciones Unidas. Por heridas en el
tiempo y consejos -más que mandatos- de la ONU a un Israel que siempre se
consideró lo suficientemente respaldada para no seguirlos.
Aquí, Israel tiene a uno de sus peores enemigos, a la única
fuerza en el mundo que presume de haber vencido a su Ejército. Entre imágenes
de Jomeini, Abu Mussah y otros líderes legendarios del islamismo radical,
banderas negras llamando al sacrificio y martirologio, proclamas sobre las
ventajas de irse al paraíso con la conciencia tranquila y evocaciones a la
lucha final contra esa 'entidad sionista', Israel, que tiene, no muy lejos, sus fronteras, en el valle de la Bekaa, tiene sus cuarteles y sus cerebros Hezbolá.
Es una organización mítica para millones de árabes, una
inmensa organización de carácter religioso, que convirtió la ocupación del sur
de Líbano en un infierno para el Ejército y la sociedad israelíes. Hezbolá,
como Hamás en Gaza y Cisjordania, ha logrado crear redes de solidaridad
inverosímiles en su efectividad, honradez y actividad para cualquier sociedad
árabe. Organiza viajes turísticos y culturales para ancianos, otorga pensiones
a viudas de combatientes palestinos y víctimas de la represión, celebra
festivales, tiene una red de apoyo e integración de personas impedidas, da
cursos de capacitación agrícola y tiene una estructura de formación
profesional.
En las montañas entre Siria, Líbano e Israel, Hezbolá se
dedica a otros menesteres. Allí están los especialistas en explosivos que saben
romper un carro de combate israelí sin siquiera asomarse al mercado
internacional de armas. Allí, gracias a la generosa financiación exterior, al
paraguas protector del régimen laico sirio y al apoyo del régimen shií iraní,
pero también a los masivos donativos que recauda entre la población de los
países árabes, Hezbolá ha conseguido formar una fuerza militar profesional,
capaz de aguantar los golpes del enemigo e infligírselos cuando y donde más le
duelan.
Hezbolá no es nada parecido a Al Qaeda por mucho que Estados
Unidos la haya incluido en su lista de formaciones terroristas. 'Me habla de la
lista de Washington. Nosotros tenemos nuestra propia lista de organizaciones
terroristas, y Estados Unidos, y por supuesto Israel, la encabezan', dice con
tranquila sonrisa Issam.
IMPLACABLE SIN ODIO
'No tenemos nada contra los judíos. Hezbolá no tiene nada
contra las personas, sean de donde sean. Creemos en las tres religiones del
Libro. Pero también en la sagrada autodefensa'. Issam no quiere adelantar los
próximos pasos de esa autodefensa, pero es evidente que su organización
mantiene abiertas todas las opciones. Cuando se le pregunta si acepta la
propuesta de la Liga Árabe, que ofrece la normalización de relaciones con
Israel de todos los países árabes a cambio de su retirada a las fronteras
anteriores a la Guerra de los Seis Días, dice lo que muchos árabes y palestinos
piensan, pero la corrección política ya prohibe exponer en organizaciones como
Al Fatah de Yasir Arafat. 'Mire, tiene una casa de cinco habitaciones. Entra un
extraño y se queda con cuatro. Usted protesta. Le molestan sus protestas. Y
para que no proteste, le dice que le devuelve una. Y si sigue protestando
resulta que es usted el que rompe la convivencia. ¿Qué le parecería?'. Hezbolá
no dejará de tener a Israel como enemigo, aunque su Ejército se retire. Hoy su
escenario ideal sería la apertura de frentes de guerra en todas las fronteras
de Israel con los países árabes. Pero no tienen prisa por abrir unilateralmente
el frente. Están convencidos de que el tiempo juega a su favor.
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