Por HERMANN TERTSCH
El País Lunes,
22.04.02
FORO EUROMEDITERRÁNEO EN VALENCIA
'Los europeos ya quisieron exterminar a los judíos antes'.
Frases como ésta, pronunciada por Benjamin Netanyahu, gran rival de Ariel Sharon
en el partido derechista Likud y, sin embargo, procónsul del mismo en viaje de
relaciones públicas por Estados Unidos en pasadas semanas, dicen casi todo del
actual momento de las relaciones entre el Israel oficial y Europa. Han tocado
fondo y no parece que, por mucha comprensión hacia los miedos existenciales
israelíes y mala conciencia por conductas antisemitas pretéritas, desde Europa
se vayan a hacer más gestos de genuflexión o condescendencia ante una política,
la del actual Gobierno israelí de Ariel Sharon, que repugna a las
sensibilidades de Gobiernos y opiniones públicas europeos.
Que un líder político con una mínima responsabilidad
-oficial al menos- como es Netanyahu formule semejante frase, en la que acusa a
la comunidad de naciones europeas de colaborar conjuntamente en el holocausto
nazi, es un disparate histórico con poco precedente y un insulto incalificable
para una Europa que desde hace más de medio siglo ha hecho lo indecible por
ayudar al desarrollo, seguridad y bienestar del Estado de Israel. No lo es
menos la descalificación rotunda por parte del primer ministro israelí, Sharon,
de Javier Solana y demás mediadores europeos. La relación amor-odio entre
Israel y Europa de que hablaba hace pocos días un diplomático israelí en Madrid
ha derivado en animadversión total por parte del Israel oficial hacia Europa
desde que Sharon se considera perfectamente arropado por EE UU para su política
de tierra quemada en Palestina. Malo para Europa, para EE UU, para los
palestinos por supuesto, pero también para Israel.
Porque el diminuto Estado patria de todos los judíos del
mundo existe gracias a Europa y debe su desarrollo mucho más al Viejo
Continente que a los 3.000 millones de dólares que recibe anualmente de
subvenciones norteamericanas para hacer de peón de una guerra fría en Oriente
Próximo que ya es historia. El compromiso de Europa con Israel va mucho más
allá que los intereses de congresistas norteamericanos condicionados por el
voto de sus circunscripciones o las subvenciones a sus campañas. De ahí que el
desprecio a la buena fe desplegada por Europa en el conflicto de Oriente
Próximo, y cuya máxima expresión son hoy Javier Solana y Miguel Ángel
Moratinos, sea un flaco favor que este Gobierno israelí le hace a su propio
pueblo. Puede que ese propio pueblo tenga que reprochárselo amargamente a
quienes hoy en su arrogancia creen tener las espaldas cubiertas por Washington
para el peor de sus desatinos. Israel, también Washington, está despreciando a
sus verdaderos amigos, que intentan evitar que se automutilen en su condición
moral, política y de seguridad. Europa no puede imponer nada a un Israel
autopropulsado hacia el conflicto, pero nadie podrá decir nunca que los
auténticos amigos de ese joven Estado no le avisaron sobre los peligros de su carrera
hacia la brutalidad, la falta de piedad y la nada.
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