viernes, 2 de junio de 2017

EL MIEDO A LAS TINIEBLAS

Por HERMANN TERTSCH
El País  Jueves, 14.03.02

VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO

Washington debería tomar nota. También el Gobierno de Ariel Sharon y el propio Yasir Arafat. Y, sin embargo, nadie cree que vayan a hacerlo. No había en las deliberaciones que concluyeron el miércoles en Gütersloh, Renania Westfalia -entre un centenar de políticos, analistas e intelectuales de 25 países de cuatro continentes-, ningún 'antiamericano clásico y trasnochado', ningún antidemócrata, ningún antisemita o -como les gusta llamarse- antisionistas. Ni nadie con mayores prejuicios raciales o culturales. Todos eran firmes defensores del derecho de Estados Unidos a la autodefensa frente al terrorismo internacional. Pero a un tiempo, nunca se ha producido probablemente mayor consenso de adhesión a la ominosa sentencia pronunciada por el que fuera primer ministro de Sudán Sadiq al Mahdi, según la cual la política y la actitud de los referidos tres autistas pueden sumir al mundo en 'una larga era de tinieblas y violencia'.
Pocas instituciones -si acaso alguna- han bregado tanto por el diálogo intercultural mundial, por la cooperación atlántica entre Estados Unidos y Europa y por el entendimiento entre judíos y árabes en Palestina como la Fundación Bertelsmann, la mayor y más activa del continente europeo que ha celebrado estos días su cuarto siglo de vida. El foro había sido convocado con objeto de esbozar proyectos y matrices de actuación política para crear puentes entre culturas y líneas de comunicación entre adversarios.
'La humanidad gana' reza el lema de Reinhard Mohn, presidente y alma de la fundación. Los tiempos actuales no parecen darle la razón al respecto.
Los acontecimientos de los últimos meses, semanas y días no favorecían el éxito de las magníficas intenciones del encuentro. La actualidad apenas ya permite, en su aceleración de secuencias de tragedia, la reflexión necesaria. En Estambul, hace unas semanas, la Unión Europea (UE) y la Organización de la Conferencia Islámica (OCI) ya intentaron abrir un diálogo intercultural imprescindible si a la postre no queremos que los vencedores de este pulso entre oscurantismo y sociedad abierta sean quienes derribaron las Torres Gemelas, aunque su triunfo lo sea post mortem. También allí era omnipresente el pesimismo.

Musulmanes y judíos, cristianos y agnósticos, demócratas culturalmente diversos, coincidieron en que 'los abismos' que amenazan con abrirse no ya sólo entre la cultura occidental y la civilización islámica sino entre los dos grandes pilares de la propia cultura democrática occidental tal como la entendimos durante todo el pasado siglo, pueden sumirnos en una era en la que el desprecio por la suerte del 'otro' y la sacralización de la seguridad hagan del mundo un lugar inseguro cuando no invivible para todos. Todos buscaban ansiosos un gesto de Washington para recuperar la esperanza. Pocos creían que llegará. Todos consideraban tomada la decisión de Bush de atacar a Irak así como la consumación de la huida hacia adelante de la estrategia fracasada de Sharon. Nadie acertaba a encontrar soluciones más allá de la buena intención. Y todos, cerca de donde se firmó hace 350 años la paz de Westfalia tras la guerra de las religiones en Europa, temen que la irresponsabilidad y prepotencia, el odio y el resentimiento, abran otro periodo quizá tan largo de precariedad en la vida y seguridad y tan cargado de violencia y tragedias.

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