Por HERMANN TERTSCH
El País Jueves,
14.03.02
VIOLENCIA EN ORIENTE PRÓXIMO
Washington debería tomar nota. También el Gobierno de Ariel
Sharon y el propio Yasir Arafat. Y, sin embargo, nadie cree que vayan a
hacerlo. No había en las deliberaciones que concluyeron el miércoles en
Gütersloh, Renania Westfalia -entre un centenar de políticos, analistas e
intelectuales de 25 países de cuatro continentes-, ningún 'antiamericano
clásico y trasnochado', ningún antidemócrata, ningún antisemita o -como les
gusta llamarse- antisionistas. Ni nadie con mayores prejuicios raciales o
culturales. Todos eran firmes defensores del derecho de Estados Unidos a la
autodefensa frente al terrorismo internacional. Pero a un tiempo, nunca se ha
producido probablemente mayor consenso de adhesión a la ominosa sentencia
pronunciada por el que fuera primer ministro de Sudán Sadiq al Mahdi, según la
cual la política y la actitud de los referidos tres autistas pueden sumir al
mundo en 'una larga era de tinieblas y violencia'.
Pocas instituciones -si acaso alguna- han bregado tanto por
el diálogo intercultural mundial, por la cooperación atlántica entre Estados
Unidos y Europa y por el entendimiento entre judíos y árabes en Palestina como
la Fundación Bertelsmann, la mayor y más activa del continente europeo que ha
celebrado estos días su cuarto siglo de vida. El foro había sido convocado con
objeto de esbozar proyectos y matrices de actuación política para crear puentes
entre culturas y líneas de comunicación entre adversarios.
'La humanidad gana' reza el lema de Reinhard Mohn,
presidente y alma de la fundación. Los tiempos actuales no parecen darle la
razón al respecto.
Los acontecimientos de los últimos meses, semanas y días no
favorecían el éxito de las magníficas intenciones del encuentro. La actualidad
apenas ya permite, en su aceleración de secuencias de tragedia, la reflexión
necesaria. En Estambul, hace unas semanas, la Unión Europea (UE) y la
Organización de la Conferencia Islámica (OCI) ya intentaron abrir un diálogo
intercultural imprescindible si a la postre no queremos que los vencedores de
este pulso entre oscurantismo y sociedad abierta sean quienes derribaron las
Torres Gemelas, aunque su triunfo lo sea post mortem. También allí
era omnipresente el pesimismo.
Musulmanes y judíos, cristianos y agnósticos, demócratas
culturalmente diversos, coincidieron en que 'los abismos' que amenazan con
abrirse no ya sólo entre la cultura occidental y la civilización islámica sino
entre los dos grandes pilares de la propia cultura democrática occidental tal
como la entendimos durante todo el pasado siglo, pueden sumirnos en una era en
la que el desprecio por la suerte del 'otro' y la sacralización de la seguridad
hagan del mundo un lugar inseguro cuando no invivible para todos. Todos
buscaban ansiosos un gesto de Washington para recuperar la esperanza. Pocos
creían que llegará. Todos consideraban tomada la decisión de Bush de atacar a
Irak así como la consumación de la huida hacia adelante de la estrategia fracasada
de Sharon. Nadie acertaba a encontrar soluciones más allá de la buena
intención. Y todos, cerca de donde se firmó hace 350 años la paz de Westfalia
tras la guerra de las religiones en Europa, temen que la irresponsabilidad y
prepotencia, el odio y el resentimiento, abran otro periodo quizá tan largo de
precariedad en la vida y seguridad y tan cargado de violencia y tragedias.
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