Por HERMANN TERTSCH
El País Martes,
05.03.02
COLUMNA
Ya no son 'sólo' dos jovencitos palestinos los muertos
diarios en esta tragedia autopropulsada. Ni dos los jovencitos israelíes
uniformados meramente heridos por fragmentos voladores de la sagrada piedra
rosa de Jerusalén. Ahora contamos los muertos en Palestina por docenas, día a
día. También ayer. Y por mucha ira metálica que el primer ministro Ariel Sharon
vierta sobre los territorios ocupados, la relación de víctimas se escora
rápidamente en contra de la población israelí. Han muerto ya más israelíes en
dieciocho meses de esta Intifada que en todas las guerras del Estado judío
desde la ofensiva del Sinaí en 1956.
Trágico balance para el Gobierno del señor de la guerra que
llegó al poder con la promesa de otorgar por fin paz desde la firmeza y
seguridad a sus ciudadanos. Ahí lo tenemos, ya sin tiempo material para asistir
a los entierros de sus compatriotas civiles. Siempre decidido a que el enemigo
celebre más funerales que él mismo, pero chocando a diario, hasta ahora
inasequible al desaliento, con las trágicas realidades que despojan de razón a
su lógica bíblica de la venganza. Si Yasir Arafat ha tirado por la borda su
crédito histórico en dos años, Sharon ha cimentado su fama para siempre. Triste
bagaje para ambos.
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, llega hoy a Washington
para exponer el único plan que queda para evitar la perpetuación de la
tragedia. Es la propuesta de Arabia Saudí, simple a primera vista, tremendamente
difícil si se estudia. Propone plena normalización de todos los países de la
Liga Árabe con Israel si éste acepta retirarse de todos los territorios
ocupados en 1967. La Liga se reúne en Beirut del 26 al 28 de marzo. Siria,
Libia y algún otro se oponen al plan de Arabia Saudí. Pero no debe subestimarse
el poder de convicción de este portentoso país del Golfo. No es, por tanto, un
mal envite. Su principal talón de Aquiles está en la cuestión, que habrá de
plantearse, de la vuelta de los refugiados. El regreso de unos siete millones
de refugiados palestinos a Israel y a los territorios es imposible. Haría papel
mojado de cualquier garantía de seguridad y existencia del propio Estado judío.
La otra gran incógnita del plan está en la disposición de
Washington de hacer valer el mismo. Sin EE UU, nadie puede forzar a Sharon a
reconocer el fracaso general de su estrategia y a enmendar. La UE podía haber
hecho más. Pero EE UU es imprescindible. El vicepresidente, Dick Cheney,
también va de viaje. Hará una gira por Oriente Próximo. En principio era sólo
para comunicar que el ataque al régimen de Sadam Husein está decidido. Hoy
tiene ya otro valor. Todos saben que Sharon no puede ganar este pulso con los
palestinos por medios militares. Y que si sigue en marcha el plan de ataque a
Irak, Israel puede ver peligrar incluso su existencia por primera vez desde
1948.
Es crimen y error a un tiempo el lanzar a tu pueblo a una
guerra que no puedes ganar y puede sumir a los tuyos y a toda la región en la
catástrofe. Todos los amigos de Israel y del pueblo palestino tienen por ello
el deber de disuadirlos de su actual frenesí por lanzarse al vacío. Es posible
que todo tenga que empeorar tanto para que resurja la cordura. Y con ella, la
esperanza.
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