viernes, 2 de junio de 2017

LA ESPERANZA EN LA TRAGEDIA

Por HERMANN TERTSCH
El País  Martes, 05.03.02

COLUMNA

Ya no son 'sólo' dos jovencitos palestinos los muertos diarios en esta tragedia autopropulsada. Ni dos los jovencitos israelíes uniformados meramente heridos por fragmentos voladores de la sagrada piedra rosa de Jerusalén. Ahora contamos los muertos en Palestina por docenas, día a día. También ayer. Y por mucha ira metálica que el primer ministro Ariel Sharon vierta sobre los territorios ocupados, la relación de víctimas se escora rápidamente en contra de la población israelí. Han muerto ya más israelíes en dieciocho meses de esta Intifada que en todas las guerras del Estado judío desde la ofensiva del Sinaí en 1956.
Trágico balance para el Gobierno del señor de la guerra que llegó al poder con la promesa de otorgar por fin paz desde la firmeza y seguridad a sus ciudadanos. Ahí lo tenemos, ya sin tiempo material para asistir a los entierros de sus compatriotas civiles. Siempre decidido a que el enemigo celebre más funerales que él mismo, pero chocando a diario, hasta ahora inasequible al desaliento, con las trágicas realidades que despojan de razón a su lógica bíblica de la venganza. Si Yasir Arafat ha tirado por la borda su crédito histórico en dos años, Sharon ha cimentado su fama para siempre. Triste bagaje para ambos.
El presidente egipcio, Hosni Mubarak, llega hoy a Washington para exponer el único plan que queda para evitar la perpetuación de la tragedia. Es la propuesta de Arabia Saudí, simple a primera vista, tremendamente difícil si se estudia. Propone plena normalización de todos los países de la Liga Árabe con Israel si éste acepta retirarse de todos los territorios ocupados en 1967. La Liga se reúne en Beirut del 26 al 28 de marzo. Siria, Libia y algún otro se oponen al plan de Arabia Saudí. Pero no debe subestimarse el poder de convicción de este portentoso país del Golfo. No es, por tanto, un mal envite. Su principal talón de Aquiles está en la cuestión, que habrá de plantearse, de la vuelta de los refugiados. El regreso de unos siete millones de refugiados palestinos a Israel y a los territorios es imposible. Haría papel mojado de cualquier garantía de seguridad y existencia del propio Estado judío.
La otra gran incógnita del plan está en la disposición de Washington de hacer valer el mismo. Sin EE UU, nadie puede forzar a Sharon a reconocer el fracaso general de su estrategia y a enmendar. La UE podía haber hecho más. Pero EE UU es imprescindible. El vicepresidente, Dick Cheney, también va de viaje. Hará una gira por Oriente Próximo. En principio era sólo para comunicar que el ataque al régimen de Sadam Husein está decidido. Hoy tiene ya otro valor. Todos saben que Sharon no puede ganar este pulso con los palestinos por medios militares. Y que si sigue en marcha el plan de ataque a Irak, Israel puede ver peligrar incluso su existencia por primera vez desde 1948.

Es crimen y error a un tiempo el lanzar a tu pueblo a una guerra que no puedes ganar y puede sumir a los tuyos y a toda la región en la catástrofe. Todos los amigos de Israel y del pueblo palestino tienen por ello el deber de disuadirlos de su actual frenesí por lanzarse al vacío. Es posible que todo tenga que empeorar tanto para que resurja la cordura. Y con ella, la esperanza.

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