EL PAÍS, 27.06.06
El premio Nobel en Economía Amartya Sen ha publicado un
libro llamado Identity
and Violence: The Illusion of Destiny (W.
W. Norton. Nueva York). Estudia y lamenta lo que cree la peor depravación
cultural y mayor amenaza para las libertades individuales y las sociedades
abiertas, esa que tantas veces triunfó frente a los totalitarismos, la última
vez con la victoria en la Guerra Fría y que, sin embargo, muchos consideran hoy
más amenazada que nunca. Es la hegemonía de lo que Amartya Sen llama el proceso
de "miniaturización" de los individuos y colectivos que supone su
reducción cultural a una única dimensión y su voluntad, acción y vocación a
partir de esa identidad unidimensional.
Esta deriva que debiera ser
exclusiva de los fanáticos, según Sen, la agravan aquellos que, desde las
sociedades occidentales bienaventuradas y biempensantes, apoyan con su defensa
del multiculturalismo y el relativismo total de valores entre sistemas y culturas,
una supuesta homogeneidad y capacidad de representación de los individuos por
parte de dichas "civilizaciones" o, peor, sus autoproclamados
representantes. Está el laureado bengalí de acuerdo con el premio Príncipe de
Asturias Giovanni Sartori en que el multiculturalismo es una bomba de relojería
para la democracia y los derechos. Pone por ejemplo al Reino Unido donde el
"monoculturalismo plural" condena de por vida. Los habrá en todas las
urbes del globo, en los que eres musulmán, ñeta, hindú o chino. Todos esos
conflictos, de tribu en tribu, de banda en banda y de secta en secta, nos
servirán como necesarios cuando no históricos y en todos se buscará un mínimo
denominador común que nunca podrá estar a la ya inalcanzable altura de la ley y
la justicia sino en las sentinas del acuerdo de conveniencias.
Sen describe ese reduccionismo
identitario como el siniestro nicho del alma que lleva a los individuos a
odiar, matar y morir. Las causas de esta trágica deriva son muchas. Yo creo
intuirlas pero es imposible describirlas con mayor belleza que la desplegada
por estas palabras del gran poeta anglo-americano W. H. Auden, un brigadista
que por cristiano quizás se menciona poco en los recuerdos de esta Guerra Civil
tan de moda. Alguien ha querido compensar los ruidos y los gestos de Txapote
-el hombre en tregua- y ha difundido esta joya que yo desconocía de mi poeta
inglés muerto en Viena. La encontré en el blog de otro díscolo
de las identidades sectarias, Arcadi Espada. Pronostica el poeta:
"La Razón se verá
suplantada por la Revelación. El saber degenerará en un caos de visiones
subjetivas (...). Se crearán cosmogonías enteras a partir de cualquier olvidado
resentimiento personal, se escribirán dramas épicos en lenguajes de ámbito
doméstico y los esbozos de los párvulos se impondrán a las grandes obras de
arte.
El Idealismo cederá al
Materialismo... Alejada de su habitual salida en torno al patriotismo o al
orgullo cívico y familiar, la necesidad de masas de un ídolo accesible en el
que confiar las llevará a elegir caminos irreconciliables en los que la
educación no tendrá nada que hacer. Depresiones superficiales del terreno,
animales domésticos, molinos destrozados o tumores malignos serán tratados con
rango de divinidades.
La Justicia será reemplazada
por la Piedad como virtud humana cardinal, y el miedo al castigo desaparecerá.
Cualquier mozalbete se felicitará a sí mismo: "Soy tan pecador, que Dios
en persona ha venido a salvarme". Cualquier mangante argumentará: "Me
gusta cometer crímenes. A Dios le gusta perdonarlos. Realmente, el mundo está
perfectamente organizado. La Nueva Aristocracia se nutrirá exclusivamente de
ermitaños, vagabundos e inválidos permanentes. El Diamante en Bruto, la Puta
Escrofulosa, el bandido al que su madre adora y la chica epiléptica que se
lleva bien con los animales serán los héroes de la Nueva Tragedia, mientras el
general, el estadista, y el filósofo se habrán convertido en el objeto de la
rechifla de toda farsa y toda sátira". (For
the Time Being: A Christmas Oratorio W. H. Auden.)
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