Por HERMANN TERTSCH
El País Miércoles,
26.06.02
EL PLAN DE BUSH PARA ORIENTE PRÓXIMO
Ya tenemos el tanto tiempo esperado 'Plan Bush' para acabar
con una guerra en Palestina que todos, menos su máximo responsable -el primer
ministro israelí, Ariel Sharon-, ven con creciente perplejidad e impotencia,
cuando no ofuscación. El plan -si como tal se quiere calificar al contenido del
discurso del presidente George W. Bush en los jardines de la Casa Blanca el
lunes- viene a prometer apoyo norteamericano a la creación de un Estado
palestino 'provisional' (sepa Judas qué significa dicha provisionalidad) a
cambio de que el pueblo palestino elija una dirección nueva de su Autoridad
Nacional sin el actual presidente, Yasir Arafat, ni otros líderes 'relacionados
con el terrorismo'.
No puede sorprender que no haya muchos cómos, ni cuándos
-salvo el nebuloso plazo de tres años-; ni siquiera dóndes en este plan. Todo
se deja para más adelante: Jerusalén, asentamientos, fronteras, vallas,
compensaciones. Positivo es que la declaración debe interpretarse como la
proclamación definitiva de la nueva voluntad norteamericana de intervenir en un
conflicto del que se ha querido desentender desde que este presidente asumió su
cargo. Lo que sí sorprendía ayer era tanta proliferación de declaraciones
amables de muchos países árabes y europeos que hasta ahora insistían en la
obviedad de que no deja de ser un sarcasmo de que sea Estados Unidos -o más
bien Sharon- el que decida cuándo una dirección electa palestina es
suficientemente 'kosher' para que se pueda negociar con ella.
Porque Arafat y sus secuaces han sido sin duda una desgracia
para el pueblo palestino. Y es cierto que la Comunidad Internacional en general
sueña con la existencia de un líder moderado, no comprometido en el pasado con
la violencia, que pudiera gozar del apoyo del que goza el raís entre su pueblo.
Pero resulta grotesco que Washington pida la caída del único líder árabe electo
con la aquiescencia explícita y el moderado aplauso de las dictaduras y
satrapías árabes de la región. Aparte del lógico entusiasmo de Ariel Sharon. Al
fin y al cabo, él ha escrito cuatro quintas partes del guión.
Arafat ha convocado elecciones para enero próximo. Nadie
duda de que se presentará si aún vive y puede, y pocos creen que no ganará, de
hacerlo. Entonces, la comunidad internacional, y sobre todo Estados Unidos y
Europa, tendrían que optar por perpetuar la parálisis de todo el proceso de paz
por la permanencia de Arafat al frente de la ANP o proclamar abiertamente su
desprecio por las reglas democráticas. A Washington esto último le podría
resultar más fácil que a Europa.
Pero en realidad, el Plan que tantos aspectos positivos
contiene según los benevolentes primeros análisis, equivale a una trampa
saducea y presupone que Arafat ya no estará en enero en disposición de
presentarse. Destruidas las infraestructuras de su autoridad, asesinados muchos
miembros de su entorno de confianza y seguridad, en medio de una ofensiva ya
indefinida de ocupación de Palestina por parte del Ejército israelí, el destino
de Arafat ha sido entregado ya al capricho de Sharon. Puede deportarlo o
matarlo, tanto a él como a sus fieles y a tantos otros palestinos que Sharon
considere terroristas, cuyo 'transfer' (eufemismo para la expulsión de los
territorios a terceros países) piden ya abiertamente en la prensa y los
partidos gubernamentales. Si se incluye en la acción a familias y clanes, puede
que recordemos la expulsión a Europa de trece activistas de la Iglesia de la
Natividad de Belén como el comienzo de una política de limpieza étnica a gran
escala.
Sharon tiene de hecho ahora las manos libres para proseguir
con la destrucción de viviendas, carreteras y depósitos de agua, mientras no
llegue un 'palestino bueno' a la jefatura de una autoridad virtual. Al ritmo
actual de destrucción, muchas de las ciudades palestinas serán ya en enero
próximo unas escombreras invivibles.
Resulta muy clarificador del grado de angustia que Sharon,
Arafat y el terrorismo en general han generado internacionalmente, el hecho de
que Europa y los países árabes vean en este plan un motivo para ilusiones.
Éstas son, por desgracia, irrisorias. No puede caber tanta ingenuidad como para
pretender encontrar, bajo la ocupación, un liderazgo para la ANP que goce del
beneplácito de Sharon y Bush y sea considerado por los palestinos algo más que
un colaboracionista que merece la horca. Por eso resulta evidente que no existe
un Plan Bush, sino un Plan Sharon. Que, a diferencia del presentado el lunes,
se va cumpliendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario