EL PAÍS Viena, 27.09.83
Las recientes declaraciones del vicepresidente de EE UU,
George Bush, en Viena, anunciando una nueva política norteamericana hacia los
países aliados de la Unión Soviética en Europa del Este, han levantado una
oleada de reacciones en los países aludidos y en otros que, como Austria,
tienen un interés vital en la reducción de la tensión en Centroeuropa. Las
afirmaciones de Bush suponen que Estados Unidos disputará a la URSS la
influencia sobre los países del área socialista.
La nueva actitud
norteamericana en la zona diferencia entre países socialistas buenos y malos, entre
los que adoptan una política exterior más independiente de Moscú, medidas
económicas liberalizadoras y un mayor respeto a los derechos humanos, y los que
siguen una línea fiel en todos los órdenes al modelo soviético. El
pronunciamiento de Bush supone un desafío sin precedentes a la URSS, ya que se
trata de un anuncio formal de que EE UU pasará a disputarle al Kremlin los
favores de los países de su área de influencia. También
significa que EE UU ha decidido enterrar los acuerdos de Yalta, o su
interpretación tradicional, que divide Europa en áreas de influencia de las
superpotencias. Según medios diplomáticos en Viena, por mucho que ahora la
Administración Reagan trate de restar vigencia a esta interpretación, hasta
ahora, EE UU la había aceptado, como se demostró en el caso de la invasión
soviética en Hungría en 1956.
A partir de ahora, Estados
Unidos considera que Yalta, no establecía división de órbitas, sino una
responsabilidad común de los tres aliados firmantes (EE UU, URSS y el Reino
Unido) sobre los territorios liberados del nazismo. Bush señaló que
"nosotros (por el Gobierno norteamericano) no reconocemos ninguna división
legal de Europa". Tampoco el Acta de Helsinki establece, según Bush, la
división territorial europea, "sino que es un compromiso para con los
derechos humanos y la apertura", con lo que pone en duda toda la Ostpolitik defendida
por el Gabinete federal alemán.
Si bien Bush negó que EE UU pretenda
desestabilizar estos países del Este, también anunció ayuda americana
"para todos aquellos grupos que quieran reavivar en estos países la
cultura europea del pluralismo y la democracia". Las reacciones no se han
hecho esperar. Muchos de los diplomáticos que escucharon el discurso criticaron
sus simplificaciones. Bush equiparó los sistemas políticos de Austria y
Yugoslavia, y destacó a Rumanía como un país que registra avances en su respeto
de los derechos humanos. Como dijo el ex canciller austriaco Bruno Kreisky
posteriormente, todo informador o diplomático instalado en Viena y con
contactos en Rumanía sabe que el régimen de Nicolae Ceaucescu es,
probablemente, el más represivo de todos los países del Pacto de Varsovia.
Falsificación histórica
Además, Bush incurrió en el
error de identificar a los rusos con los soviéticos. El negar, como hizo, toda
identidad europea a los rusos es una falsificación histórica que, ante un
auditorio con gran tradición en contactos con el Este, causó estupefacción. Las
reacciones de los países aludidos han sido de muy diverso signo. Para la URSS, sus aliados europeos no son sólo países satélites con una ideología común,
sino también la franja de seguridad que requiere su sensibilidad histórica,
causada por las dos grandes agresiones que asolaron Rusia, la napoleónica y la
hitleriaria. Bulgaria, calificada por Bush como "muy represiva" y
"que arma y entrena terroristas", respondió con tranquilidad y cierto
tono despectivo. Los búlgaros han señalado que "es triste que el discurso
de Bush sea muestra del nivel actual del pensamiento político
norteamericano". Acusan a Bush de "odio patológico hacia el
socialismo" y se defienden de las acusaciones sobre su vinculación al
terrorismo internacional.
Checoslovaquia, que con
Bulgaria y Alemania Oriental forma la lista negra expuesta por Bush, reaccionó
más en contra de Austria, que "a pesar de su neutralidad permitió a Bush
lanzar burdas diatribas injuriosas contra los países socialistas". Los
países de la lista negra de Bush respondieron, por tanto, muy tranquilos a las
acusaciones de Washington.