EL PAÍS Viena, 24.06.83
Benet Casablancas es uno de los jóvenes compositores más
prometedores de la música contemporánea española. A pesar de su juventud es ya
una autoridad en musicología y sus obras de composición chocan cada vez con
mayor interés en los estrenos, tanto en España como en Centroeuropa.
Es Benet Casablancas un joven
catalán sin vista para los negocios. Dos decisiones capitales que ya marcan su
vida lo demuestran sin ambages; una, la de estudiar filosofía pura; la otra,
quizá aún más peregrina, la de ser
compositor. Nada en la infancia de Benet hacía pensar en que algún día elegiría
vocación tan sufrida. Nacido en Sabadell hace 27 años, no tuvo durante la misma
más contacto con la música que unas forzadas clases de piano que, por supuesto,
llegó a aborrecer. El consabido ramalazo creativo de la adolescencia le llevó a
hacer unos pinitos con la
pintura. Nada grave, sin embargo. Todavía podía haber hecho el chico una
carrera sensata. Pero se decide por la filosofía pura. Se
matricula en la Universidad Autónoma de Barcelona y, como era de temer, empieza
a especular sobre la vida, su fugacidad, la muerte, el tiempo y el silencio. La
música aparece cada vez con más frecuencia en los ensayos de lectura obligada,
y un día se gasta unos duros, en comprarse la Novena sinfonía de
Beethoven. De esto hace ya bastantes años, aunque tampoco tantos, y el que hoy
encuentra a Benet husmeando entre las estanterías de Doblinger, la famosa
tienda de música de Viena, puede pensar -erróneamente- que está ante una
enciclopedia de musicología con gafas de concha.
Curiosidad melómana
Benet Casablancas tiene un
conocimiento tan amplio y riguroso de la historia y esencia de la creación
musical y de su imbricación en la cultura y en la vida que puede despertar una
curiosidad melómana en gente que nunca ha percibido diferencia acústica alguna
entre un violín y el motor de una vespa. Su conversación, a menudo monólogo por
fuerza, puede comenzar donde sea, en los hijos de Bach, y en un desarrollo
coherente, incluso comprensible, acabar, como quien no quiere la cosa,
explicando los puntos en común de la obra de la escuela polifónica de Nôtre
Dame en pleno medievo con la de uno de los compositores más modernos de
este siglo, como es Gyorgy Ligeti. Este joven catalán sabe tanto y tan bien que
se puede permitir toda serie de disquisiciones sobre los lieder que
Theodor W. Adorno compuso con textos de Franz Kafka o sobre la obra musical
-mala, dice- de Friedrich Nietzsche, sin resultar pedante, sin pose erudita.
Su formación académica tiene
lugar fundamentalmente en Barcelona, donde estudia dirección de orquesta con
Antoni Ros Marbá, y contrapunto, instrumentación y composición con Josep
Soler, al que considera su auténtico y único maestro. Por lo demás, de su
biografía se desprende una cierta incapacidad para el ocio o furor laboral:
cursos de composición con Carmelo Bernaola, de música electrónica, de dirección
coral, director titular de la Orquesta de Cámara de las Juventudes Musicales de
Sabadell, profesor de música de EGB y en cursos a educadores, y toda una larga
serie de ocupaciones de este estilo.
Vivir de una beca
Además, su obra. Su dificil
música, sin concesiones a la espectacularidad, nada novedosa, pero
original, es producto de un trabajo riguroso y concentrado, cuyo objetivo
declarado es "poder decir cada vez más y mejor las cosas", y forma ya
parte del repertorio de música contemporánea catalana. En Viena, Benet se ha
pasado un año haciendo una nueva versión mensual del milagro de los panes y los
peces: vivir de una beca pagada en pobres pesetas en una de las ciudades más
caras de Europa. Su diminuta vivienda de alquiler se ha ido llenando de
partituras y textos teóricos musicales, y el instrumento de su mujer, Lourdes
Andras, una viola, ha corrido constante peligro de pasar al ostracismo del
pasillo. De su actividad investigadora dicen las malas lenguas que la
bibliotecaria de la facultad de Música vienesa ahora como nunca (espera?) las vacaciones
de verano y el consiguiente retorno a casa de este catalán que le hace trabajar
más que todos los demás asiduos juntos.
En la Hochschule (facultad) de
Música, Benet ha cursado estudios de composición con Friedrich Cerha, destacado
director de música contemporánea y especialista en la obra de la Escuela de
Viena. Cerha terminó la ópera Lulú que
Alban Berg dejó inconclusa a su muerte. Es precisamente el trío de la Escuela
de Viena -Alban Berg, Arnold Schoenberg y Anton von Webern- uno de los
principales motivos de la presencia del compositor catalán en la capital
austriaca, ya que supone para él "el último punto de referencia con
riqueza intrínseca y posibilidades de desarrollo, no sólo en términos
musicales".
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