martes, 11 de febrero de 2014

MARÍA THERESA ESCRIBANO

Por HERMANN TERTSCH
EL PAÍS Viena, 11.04.83


Tiene la cara enjuta de una campesina vasca y el pelo como un punk londinense, teñido de rojo con vetas doradas. Viste pantalón vaquero con peto y un jersei remangado, y anda descalza por las alfombras de piel de su típico piso de estudiante de izquierdas cercano a la universidad de Viena y a un tiro de piedra de la antigua casa de Sigmund Freud. María Theresa Escribano, cantante, actriz, cabaretista, nacida casualmente en París, pero madrileña, de padre gaditano y madre belga, es una auténtica caja de sorpresas. Ya lo era hace 25 años, cuando decidió emigrar de la oscura España de los años cincuenta, y lo sigue siendo hoy, convertida, a sus 56 años, en una de las figuras más destacadas del movimiento cultural alternativo de Austria.

Corría el año 1958, cuando los examinadores de las pruebas de ingreso en la Academia de Canto de Viena quedaron estupefactos ante la perfecta interpretación de un aria por parte de esta españolita. Hoy, con sus espectáculos político-musicales llenos de ternura y denuncia, de lirismo y agitación, consigue asombrar siempre de nuevo al público, en su mayoría joven, que abarrota los locales donde actúa. "La España de entonces me agobiaba, mis padres habían muerto, y nada me sujetaba allí". Así explica María Theresa la decisión de una jovencita de educación religiosa de coger sus aperos e irse sin más, en aquel entonces, a un país totalmente extraño para ella.Se fue con la firme intención de no dejarse agobiar por nada ni por nadie, y se nota que lo ha conseguido. Y no es que María Theresa Escribano pase. Es, por el contrario, la antítesis de la desidia. "Me asusta la indiferencia, que siempre va unida al desprecio y a la alienación". Todo le interesa, tiene una curiosidad insaciable y emana disposición al compromiso. Es lo que trata de despertar en los jóvenes que acuden a sus espectáculos. Para ello, se disfraza de político corrupto en vacaciones, de general prusiano mutilado, cura preconciliar o actriz fracasada y soñadora.

'Agitación pacífica'

Dice tener una vena terapéutica que, con su fascinación por los seres humanos, hace que no ceje en el empeño de mostrar a su público los aspectos ridículos, pero también trágicos, de fenómenos de la vida moderna, como el consumo y el rearme, la energía nuclear, las modas y la intolerancia. Por esta vocación antiproselitista, ya que busca al individuo que se esconde en cada partidario de algo, abandonó una carrera musical tradicional más que prometedora.A los pocos años de su precaria llegada a Austria, era una de las mejores intérpretes de la música de los Schoenberg, Berg y Von Webern, de la escuela de Viena. Con el grupo Die Reihe (La fila) da numerosos conciertos y graba discos de música vanguardista de Boulez, Stockhausen, Cage y Penderecky. "Luego, estos músicos empezaron a aburrir". Después, una larga trayectoria cantando música renacentista y medieval con el grupo Les Menestrels. Sin embargo, cobra cada vez mayor fuerza en María Theresa Escribano la sensación de que necesita hacer algo más que interpretar composiciones ajenas, "La creatividad de la interpretación no me era ya suficiente, necesitaba crear de una forma más palpable". Decide actuar. Sus primeras piezas improvisadas, salpicadas de gags políticos y canciones de los años veinte, entusiasman al público vienés. Pronto escribe sus guiones, que se pueden enmarcar en la tradición del cabaré político y literario, que tanta popularidad tuvo en la Viena de entreguerras. Canta en francés, en alemán y español, se ríe de la banalidad de la propaganda de los partidos, llora las injusticias y la impotencia, y reclama solidaridad. Sus funciones son siempre un canto a la esperanza de un mundo más consciente de sí mismo, y cree poder aportar algo, con su agitación pacífica, a la consolidación de "un movimiento de paz, tolerancia, interés y comprensión que está surgiendo y al que hay que apoyar".

Sus últimos viajes a España la han llenado de optimismo. "Cuando me fui de España, lo hice algo resentida. Hoy sé que fui injusta, que mi resentimiento no se debía a los españoles, sino a un régimen muy concreto". Considera maravillosos los resultados, que ha podido comprobar, de una unión del calor específico de los españoles con una libertad que durante tanto tiempo se les negó. El pasado año, María Theresa Escribano estuvo en los festivales de Burgos cantando canciones sefardíes con el grupo Alondra. Este grupo, que integran, además de María Theresa, un guitarrista austríaco y Aron, un turco sefardí, se dedica a divulgar un amplio repertorio de canciones de los judíos expulsados de España, recogido por Turquía, Grecia y Yugoslavia. Más de un cuarto de siglo después de dejar España, María Theresa sigue necesitando cantar en español. "Es otra cosa que en alemán. Canta otra parte de mi corazón".
Su vida ya está encauzada en Viena, una ciudad tranquila, con una vida cultural muy intensa y en un país progresista: "Apoyo a los alternativos ante las próximas elecciones en Austria, pero quiero que ganen los socialistas"'. Su piso -con las paredes cubiertas por telas hindúes, almohadones y partituras por los suelos, folletos de cursos de meditación sobre una mesa de cocina de pueblo- no es provisional, aunque pudiera parecerlo. Reina allí un desorden relajado, en el que todo, desde la insignia feminista hasta una mermelada de extrañas bayas de bosque, armoniza con la sosegada sonrisa de esa emigrante tan poco convencional.

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