miércoles, 12 de febrero de 2014

FRED SINOWATZ

Por HERMANN TERTSCH
EL PAÍS Viena, 18.05.83


Fred Sinowatz, a quien el presidente de Austria acaba de encargar la formación del nuevo Gobierno, ha sido durante toda la era Kreisky un estrecho colaborador del viejo canciller, al que le une una fuerte amistad y una gran admiración. Su carrera política, al igual que la de todos los demás hombres públicos austriacos, tanto del partido socialista como de la oposición, ha transcurrido bajo la sombra de la gran personalidad de Bruno Kreisky.

Sinowatz nació el 5 de febrero de 1929 en la localidad de Neufeldt an der Leitha, en el actual Estado federal de Burgenland, limítrofe con Hungría. Tras doctorarse en filosofía, ingresa en la administración provincial, donde ejerce funciones relacionadas con la educación. Miembro del partido socialista ya por entonces, en 1961 es elegido parlamentario en la comarca del Burgenland Estado federal, del que pasa a ser presidente en 1964. Secretario general del partido socialista del Burgenland desde 1961, seis años más tarde se incorpora a la política nacional de la mano de Kreisky, que le nombra ministro de Educación en su segundo Gabinete, el primer Gobierno socialista que cuenta con mayoría absoluta en el Parlamento. En este puesto, que ha ocupado durante 12 años, ha realizado profundas reformas del sistema educativo austriaco. En la última legislatura ha ocupado además el puesto de vicecanciller federal. Está casado y tiene dos hijos. Durante toda su carrera Sinowatz se ha caracterizado por su fidelidad al partido y especialmente al canciller Kreisky. Hombre de declaraciones moderadas y actitud conciliadora, cuenta con una buena imagen entre los adversarios políticos, muy al contrario que su antecesor Kreisky, que no sólo no evitaba el enfrentamiento con la oposición, sino que la encrespaba con sus declaraciones agresivas y su socarronería hiriente, que muchos nunca le han perdonado.

Sinowatz se ha mantenido siempre en un segundo plano respecto a Kreisky, en contraste con otros políticos socialistas más jóvenes, que han intentado frecuentemente perfilarse como sucesores del canciller. En unas declaraciones que le caracterizan decía el pasado mes de marzo que no tenía ninguna ambición de ser canciller federal y en cambio sí muchas reticencias en este sentido. Añadía que, sin embargo, de pedírselo el partido socialista asumiría la responsabilidad como un buen militante. Sinowatz es, a pesar de carecer por completo de afán de popularidad, el político más popular de Austria después de Kreisky, según una encuesta realizada poco antes de las elecciones del 24 de abril.

Su aspecto campechano y su forma sencilla de hablar le han granjeado las simpatías de la mayoría de los austriacos y no cuenta prácticamente con enemigos, lo que también le diferencia de Kreisky, que cuenta con admiradores incondicionales, pero también con feroces enemigos. En una reciente ocasión declaró Sinowatz que lo importante de un político es que no pierda sus señas de identidad, que no trate de aparentar algo que no es. Sin duda se refería a la dificultad que entraña el convertirse en el sucesor de un político como Bruno Kreisky y las comparaciones con él, a las que los ciudadanos austriacos someterán con seguridad al próximo canciller. En los momentos actuales, la máxima dificultad que se le presenta a Sinowatz, aparte de las negociaciones para crear una mayoría de gobierno, es el conseguir que el partido socialista se mantenga unido tras la retirada de Kreisky y aglutinar en tomo a sí mismo a los políticos socialistas más ambiciosos, que verán en él a un dirigente desbancable después de una larga época en que la cabeza del partido, Kreisky, era intocable. 

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