El País, Viena, 09.05.84
El temor era grande, pero el apocalipsis no llegó, muy a
pesar de algunos asistentes al simposio sobre 'El placer de sucumbir' que
se celebró en Salzburgo la pasada semana con motivo del año orwelliano, 1984.
El catedrático de Filosofía de la universidad alemana de Muenster, Ulrich
Horstmann, debió ser de los más decepcionados, a tenor de su conferencia
defendiendo ardientemente el placer, la necesidad y el valor estético de la
desaparición del ser humano de la faz de la Tierra. "La humanidad debe
retirarse. Lo que nos siga, en la medida en que somos capaces de imaginarlo, no
será malo, sino más bien estará libre de dolor y sufrimiento en su pétrea
belleza y frescura mineral", animó Horstmann a los asistentes. El simposio
internacional, organizado por el Gobierno del Estado de Salzburgo y la cadena
de televisión austriaca ORF con motivo del año orwelliano, 1984, estaba
enfocado al análisis de los peligros de la abolición del individuo en una
sociedad informatizada y al estudio de los fenómenos culturales surgidos en las
últimas décadas bajo el temor de un próximo ocaso de la humanidad traumático a
causa de una guerra nuclear o catástrofe ecológica o por la deshumanización a
través de un control total del hombre. Con vistas a un debate sobre temática
tan indefinida, el director científico del simposio, Oskar Schatz, había
convocado a expertos de los más variados campos. Filósofos, sociólogos,
escritores y teóricos de la informática, además de algún que otro profeta,
debatieron durante tres días los peligros que, en un futuro poco risueño, como
coincidían casi todos en vaticinar, acechan al hombre como rey de la
creación. Pronto se perfilaron grupos o tendencias entre los participantes que
correspondían a los clásicos bandos en debates de tan obligada subjetividad:
optimistas -pocos- y pesimistas, racionalistas y aquellos que lo son menos.
El catedrático de Informática de la universidad de Bremen,
Wilhelm Steinmuller, expuso un futuro que nada tiene que envidiar a la sociedad
descrita por Orwell. Si el actual proceso no se ve interrumpido por una guerra
nuclear, con la que todas estas disquisiciones estarían de más, en un futuro no
lejano se llegará a una vida social que caracterizó de "omnipresente,
intemporal, hipercompleja e invisible. Consecuencia será una sociedad
manipulada en un grado sin precedentes y difícilmente imaginable. Para
Steinmuller, este proceso ya está en marcha, y se llama mecanización de la
capacidad intelectual humana. En las sociedades desarrolladas el Estado
está ya entrando en el último reducto de la intimidad social, el hogar, por
medio del aparentemente inofensivo teletexto. El siguiente paso será, en
opinión del experto alemán occidental, la implantación del puesto de trabajo
ante la pantalla en los propios hogares.
Una importancia fundamental en esta vía emprendida hacia la
deshumanización recae sobre el empobrecimiento del lenguaje en las sociedades
modernas, como se encargaron de destacar el catedrático de la universidad de
Columbia, Erwin Chargaff, y el filólogo austriaco Oswald Panagl. El primero
achacó este grave fenómeno a tres culpables, que serían los políticos, los
medios informativos y la publicidad. El objetivo de esta depauperación sería la
creación de un nuevo lenguaje -newspeak-, necesario para la
manipulación total del edificio. Panagl expuso con claridad la absoluta
evidencia de la interdependencía de lenguaje y pensamiento. El empobrecimiento
del lenguaje provoca necesariamente una reducción de la capacidad, de pensar,
de criticar y, por tanto, de rebelarse. Unido a la falsificación del sentido de
la palabra, es un arma absolutamente indispensable para un "ministerio de
la verdad". Algún participante, como el escritor austriaco Robert Jungk,
intentó capitalizar políticamente el miedo al susodicho placer de sucumbir y
presentó a los movimientos alternativos centroeuropeos inspirados en el
pacifismo, y ecologismo como los únicos auténticos adversarios de esta
evolución hacia la sociedad deshumanizada. Ello le costó la acusación de
demagogo por parte del también escritor y técnico de la información Karl
Steinbuch. El filósofo de Stuttgart Gunther Rohrmoser manifestó que la gente no
piensa, y los alternativos son los que menos. En su anhelo de inmediatez y
sentimiento, directamente opuestos al pensamiento, los alternativos son
ultraconservadores y anarquistas a la vez, dijo Rohrmoser.
Tono lúgubre
Hubo alguna conferencia que discrepaba del tono lúgubre
general, como la del escritor berlinés, Karl Markus Michel, que habló de la
moda de la literatura del ocaso. Con cierta ironía, Michel recordó que
profetas del fin del mundo los ha habido siempre, y unos expusieron sus negros
augurios con más arte que otros. Contra más puro el espíritu, más negativo,
pesimista y apocalíptico es, añadió. Según Michel, toda la literatura sobre el
final de la humanidad tiene un denominador común, y es que nunca se cumplieron
las profecías descritas. Todo estaba permitido en este simposio, y por ello no
se reprochó a nadie el exceso de divagaciones. La gran mayoría de los
participantes se distanció claramente de la postura del hasta aquí hemos
llegado de los representantes de los movimientos alternativos, si bien
mostraron su preocupación e incluso alarma ante la evolución del mundo y los
peligros ya anunciados por las novelas de Orwell, Huxley o del soviético
Samiatin.
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