El País, Viena, 03.05.84
El órgano oficial del partido comunista checoslovaco, Rude
Pravo, no se anduvo con remilgos el pasado día 30 al criticar a "aquellos
países de la comunidad socialista que pretenden conseguir ventajas de países e
instituciones financieras de Occidente practicando una política autónoma en el
diálogo Este-Oeste". Los firmantes del artículo, Michal Stefanak e Ivan
Hlivak, de la sección internacional del partido y vinculados al baluarte
ultraortodoxo del régimen de Praga, Vail Bilak, arremetieron contra los países
socialistas que con su política exterior independiente "debilitan la
estrategia común del Pacto de Varsovia y la imagen de la comunidad socialista
ante la opinión pública internacional". También atacaron "la
tendencia de algunos países de la comunidad socialista a sobrevalorar sus
propios modelos económicos".
Aunque no citaban ningún país concreto, nadie duda que se
referían a Rumanía, por su política exterior, siempre celosa de marcar sus
diferencias con Moscú; a Hungría, por la intensificación de sus contactos con
Occidente y su programa de reformas económicas, y, posiblemente, a Alemania
Oriental, por su acercamiento a la República Federal de Alemania, a pesar de
ser ésta la plataforma de los misiles Pershing, y la liberalización en la
concesión de permisos de emigración a la RFA, que ha provocado recelos de los
ortodoxos en Moscú, Berlín y Praga. La crítica checoslovaca, la más dura entre países
de la órbita soviética desde los ataques, también checoslovacos, a la
política transigente de las autoridades polacas con el sindicato
Solidaridad antes de decretarse la ley marcial en este país, encontró un eco
significativo en la Prensa soviética. Checoslovaquia se ha vuelto a erigir en
el guardián de las esencias del sistema. Se vuelve a observar en su
léxico el concepto de revisionismo, eliminado tras el estalinismo de
la jerga política de Europa del Este, exceptuando la Albania de Enver Hoxha. La
respuesta húngara no se hizo esperar. En una entrevista al diario de
Budapest Magyar Hirlap, el secretario del Comité Central, Matyas
Szuros, uno de los hombres fuertes del régimen de Janos Kadar, señalaba que
"la alianza socialista no limita las posibilidades de sus miembros para
contribuir con iniciativas propias al resurgimiento de la política de
distensión". Szuros indicaba que la política exterior húngara busca
promover los objetivos comunes y hacer prevalecer los intereses nacionales.
La primacía de los intereses nacionales, garantizando la
unidad del bloque y la fidelidad a la URSS, es últimamente una constante en los
discursos políticos en Europa del Este. El diario germanooriental Neues
Deutschland, portavoz del régimen de Berlín, considerado siempre uno de
los más ortodoxos de la alianza, reprodujo parte de la entrevista a Szuros.
Polonia, mal vista
El régimen de Praga tampoco ve con buenos ojos la evolución
política en la vecina Polonia, por lo que funcionarios checoslovacos califican
de "incapacidad del Partido Obrero Unificado para asumir el papel
dirigente en la sociedad" y su supuesta debilidad ante la Iglesia. Tras
este último reproche se esconde el temor a un contagio de la
militancia católica polaca a la población, especialmente a la de la República
de Eslovaquia.
También las relaciones entre los dos países que desarrollan
hoy una política exterior más autónoma, Hungría y Rumanía, distan de ser
cordiales. El problema de la minoría húngara en la Transilvania rumana, que
sufre una dura represión étnica y presiones asimilacionistas, además de la
dramática situación económica y social rumana, impide el acercamiento entre
estos vecinos, cuya común historia está atestada de conflictos. Imposibilitan
esta comunión de intereses la animadversión entre ambas poblaciones, que haría
muy impopular cualquier política en este sentido, y las diferencias entre un
régimen pragmático abierto al realismo político y económico, como el de Janos
Kadar, y otro, el de Nicolae Ceaucescu, con características propias de un reino
bizantino y sumido en lo que muchos califican como "la situación económica
y social más desastrosa de Europa".
Bulgaria, siempre un fiel aliado de la URSS, a la que está
unida por razones históricas desde que Rusia liberara al país de los turcos, ha
mostrado últimamente su decisión de manifestarse por cuenta propia. El proyecto
de creación de una zona desnuclearizada en los Balcanes ha sido adoptada por
Sofía como una cuestión de interés nacional para la que despliega su
actividad diplomática independiente. El rotundo desmentido de rumores sobre un
despliegue de misiles SS-20 en su territorio ha dejado claro, también para la
URSS, que cualquier paso en este sentido cuenta ya con la desaprobación de
Bulgaria. Bien es cierto que el jefe del Estado de la RDA, Erich Honecker, dijo
en su momento que la instalación de misiles en su territorio "nos hace
todo menos felices", y hoy cuenta ya con ellos en el marco de las
contramedidas a los euromisiles dictadas por Moscú. En el terreno económico, las
líneas maestras expuestas en los últimos meses prevén un incremento de los
incentivos, tienen como objetivo una mayor competitividad y muestran semejanzas
con Hungría.
En casi todos los países del Este -la excepción clara es
Checoslovaquia- ha perdido fuerza la línea ortodoxa, que teme un
condicionamiento político a resultas de la creciente vinculación a los mercados
europeos occidentales y a las instituciones financieras como el Fondo Monetario
Internacional. Hungría y Rumanía son miembros del FMI. Los dirigentes de estos
países son, por lo demás, conscientes de que no pueden esperar un aumento de la
ayuda soviética y de que en algunos sectores, como el energético, esta ayuda
tiende a disminuir. Por ello, las economías del Este tienen un interés vital en
una mejora de las relaciones Este-Oeste que les ayude a capear su profunda
crisis. En este contexto se inscriben los esfuerzos individualizados de las
diferentes capitales de la comunidad socialista por intensificar las relaciones
intereuropeas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario