Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
16.08.87
La 'perestroika' abre nuevas oportunidades
"Subvenciones, apatía, desidia, centralismo y
planificación excesiva". Los empresarios modernos occidentales, en
Londres, Francfort, Tokio, Nueva York o Madrid, tienen un ilustre copartícipe
de sus pesadillas y mayores enemigos, el máximo dirigente del Partido Comunista
de la Unión Soviética (PCUS), Mijail Sergeievich Gorbachov. En un pleno del
Comité Central del PCUS, el 25 de junio, y la consiguiente reunión del Soviet
Supremo, Gorbachov ha dejado claro lo que quiere y ha desmentido las
observaciones de los analistas, sobre todo norteamericanos, que ven sólo una
renovación tecnocrática en la política del nuevo líder soviético.
Es mucho más, y los empresarios occidentales comienzan a
observar su desarrollo con atención. La revolución de Gorbachov abre
grandes posibilidades de cooperación de Occidente con la URSS y supone la
primera gran ocasión para las empresas occidentales de entrar en un inmenso
mercado. Japón ya ha reconocido la situación, y su penetración en los mercados
del Este, en aumento desde hace años, se ha convertido en una abierta ofensiva.
La Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), reunida en Viena,
trabaja ahora, por primera vez desde la firma del Acta de Helsinki en 1975,
con la perspectiva de que la creación de empresas mixtas en la URSS y otros
países del Este, los acuerdos de cooperación en terceros países y el
asentamiento de compañías extranjeras en el Este, con criterios de mercado, se
puedan convertir en realidad en un futuro próximo. La RFA y Checoslovaquia han
propuesto sendas conferencias al respecto en el marco del proceso CSCE, y
comienzan a darse las condiciones concretas para esta cooperación.
Otra revolución
Gorbachov quiere que la Unión Soviética funcione económica,
política y socialmente. Ya los zares Pedro el Grande y Alejandro II intentaron,
finalmente sin éxito, sacar a la sociedad rusa de su letargo milenario. Con
rapidez para las condiciones soviéticas y una firmeza y claridad que a alguno
pueden parecer temerarias, el líder soviético se ha propuesto una auténtica
revolución en la URSS y en el Este. Que tanto en los países socialistas como en
Occidente muchos desean su fracaso es evidente. Que los avances hacia la
aplicación de criterios económicos modernos serán difíciles y un cambio de
mentalidad requiere decenios, si no generaciones, es obvio. Se cambiará la
política de precios, la política monetaria, el sistema crediticio y de
finanzas. Se cerrarán empresas deficitarias y se aceptará el fenómeno del paro.
Se creará una legislación laboral con incentivos y sanciones y se acometerá una
regulación del despido.
En el Este, Gorbachov se enfrenta al llamado socialismo
real, un sistema estancado y en declive general, en el que la racionalidad
económica y civil no tienen influencia alguna y las diversas nomenclaturas se
aferran a sus privilegios con ansiedad muy humana. En Occidente se enfrenta a
aquellas opiniones que denotan tantos deseos de que los ortodoxos del comunismo
se alejen de sus axiomas como de aferrarse a los de la propia ortodoxia de su
neoliberalismo.
De las resistencias contra Gorbachov, en la URSS y en los
países de la comunidad socialista se habla y especula mucho. Cada vez parece
más claro, sin embargo, que la línea política del líder soviético, sus
esfuerzos por lograr la glasnost (transparencia) como condición para
la mucho más compleja perestroika (reestructuración), están ganando
terreno.
La reestructuración de la economía de la URSS y de los
países socialistas aliados, que, por muchas reticencias que muestren, tendrán
que emprender caminos similares, ofrece grandes posibilidades a la cooperación
Este-Oeste y a las economías de Europa occidental para entrar en mercados con
una inmensa demanda de bienes de consumo y un sector de servicios prácticamente
inexistente, en cuya creación podrían desempeñar un papel decisivo. La CSCE en
Viena puede crear el marco para aprovechar esta primera oportunidad de superar
la separación y descompensación entre las economías de Oeste y Este, cuyo
origen está en la negativa de Stalin a aceptar para el Este europeo la
aplicación del Plan Marshall, del que acaba de cumplirse el 40º aniversario.
Si las compañías europeas se duermen, los japoneses no lo
harán. La japonesa Daihatsu acaba de arrebatar a Fiat un gran proyecto para la
fabricación de automóviles en Polonia. Japón realiza una ofensiva para crear la
infraestructura hotelera de los países del Este. También China demuestra un
creciente interés por este mercado.
Empresas mixtas
En la CSCE se intenta ahora que el foro económico, con
participación no sólo de diplomáticos y políticos, sino también de empresarios
y técnicos de comercio, establezca una regulación práctica para la creación de
las empresas mixtas en el Este. Las normas a establecer van desde la
repatriación de beneficios, acceso directo al usuario por parte de las empresas
occidentales en el Este, acceso a los datos pertinentes para elaborar planes de
producción y comercialización, hasta la regulación de contratación y gestión
del personal y la localización de las industrias. El Este ha hecho un examen de
conciencia forzado por su crítica situación económica, señala en Viena el jefe
de la delegación española en la CSCE, el embajador Javier Villacieros. Este
cuestionamiento de la rígida base de su sistema hasta la fecha y su posible
eliminación pueden traer consigo una penetración de las grandes compañías
occidentales en el Este parecida a la habida en España en los años sesenta. La
necesidad de tecnología que adolece el Este le hace estar dispuesto a
sacrificar muchos de los dogmas y cortapisas que hacían imposible y
antieconómica para la empresa occidental la entrada en estos mercados. El
embargo de alta tecnología al Este de los productos incluidos en las listas del
COCOM supone una dificultad que no parece insalvable.