Por HERMANN TERTSCH
El País, Viena,
08.05.87
La dimisión de Kurt Waldheim como presidente de la República
de Austria es la única forma de evitar males mayores de los ya causados al
país. Esta opinión, que tras las elecciones presidenciales sólo expresaban los
grupos intelectuales militantes en la oposición a Waldheim, comienza a ser
compartida por amplios sectores de la población.
La tímida reacción del ex secretario general de las Naciones
Unidas a los ataques de la Prensa internacional por su supuesta implicación en
crímenes de guerra durante la ocupación nazi de los Balcanes, y a la decisión
norteamericana de incluirlo en la lista de personas con prohibición de entrada en
Estados Unidos, ha fortalecido a los partidarios de que Waldheim dimita
"por patriotismo" y evite así el aislamiento internacional que
amenaza a Austria durante el lustro que le resta en su mandato.
Waldheim había anunciado ya hace más de un año que se
querellaría contra los responsables de las calumnias contra su persona. No
obstante, no lo hizo, en la vana esperanza, al parecer, de que tras su elección
decaería la polémica en torno a su persona. Ahora, sin embargo, lo fundamental
ya no es el prestigio del presidente, definitivamente resquebrajado más por el
secretismo y la falta de sinceridad de que hizo gala al ir saliendo a la luz
pública su pasado oculto, que por su supuesta implicación en crímenes nunca
demostrada.
La presidencia de Waldheim se ha convertido en un lastre
insoportable para este pequeño país con catastróficos efectos para sus
relaciones internacionales y consecuencias desestabilizadoras para su política
interior. "Waldheim no puede cumplir mandato constitucional de actuar en
conciencia por el bien del país. Por este bien lo único que puede hacer es
dimitir y no mantener a todo el país como rehén de su pasado", señala el
semanario Die ganze Woche.
Según se supo ayer, Waldheim ha solicitado ya al Gobierno
que elija a los miembros de una comisión de historiadores para investigar sus
años de servicio militar en el Ejército alemán y demostrar así su inocencia. Por
otra parte, tanto el canciller federal, Franz Vranitzky, como el ministro de
Asuntos Exteriores, Alois Mock, tienen ya en su poder el libro blanco elaborado
por el propio Waldheim, en el que intenta refutar las acusaciones y detalla
pormenores de su estancia en Yugoslavia, Albania, Grecia en los tres últimos
años de la guerra.
Waldheim, siguiendo los consejos de numerosos políticos
austriacos, presentó ayer una querella por difamación contra el presidente del
Congreso Judío Mundial (CJM), Edgar Bronfman, por acusarle de participar
"en el mecanismo asesino nazi".
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