Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
07.07.87
El presidente de la República Federal de Alemania, Richard
von Weizsaecker, viaja a la URSS con un objetivo primordial: recomponer
los platos rotos en las relaciones entre Bonn y Moscú a causa de las
declaraciones antisoviéticas del canciller federal, el democristiano Helmut
Kohl, y algunos de sus compañeros de partido, en la campaña para las elecciones
federales del pasado mes de enero. Tras comparar públicamente a Gorbachov con el
ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels y cuestionar sistemáticamente la
sinceridad y honorabilidad de las propuestas de desarme y los planes de
renovación interna del Kremlin, le va a resultar muy difícil a Kohl, a medio
plazo, establecer unas relaciones normales con el máximo dirigente soviético.
Weizsaecker, también democristiano, reúne, por el contrario,
las condiciones para dar un empuje decisivo a las relaciones Moscú-Bonn, que
desde la llegada al poder de los cristianodemócratas de Kohl han sido tensas,
cuando no hostiles.
Weizsaecker acude a Moscú con la autoridad moral de quien,
al contrario que Kohl, asume la responsabilidad histórica de Alemania en una
tragedia, la II Guerra Mundial, que costó al pueblo soviético 20 millones de
vidas. Desde su nombramiento como jefe de Estado ha demostrado su sensibilidad
hacia la historia y propugnado la creación de una base de confianza común entre
la RFA y la URSS, frente a la continua hostilidad y agresividad antisoviética
de la derecha de su partido.
Weizsaecker ha anunciado que intervendrá en Moscú en favor
del respeto de los derechos humanos, de la minoría alemana en la URSS y de
mayores contactos humanos entre ambos países. Sin embargo, no hará una visita
de propaganda para el consumo interno alemán, y no sólo porque no la necesita,
dada su popularidad.
Este viaje es visto con cierta desconfianza por la derecha
democristiana, que considera al presidente excesivamente conciliador.
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