Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
01.06.87
LA 'CRISIS DE LA AVIONETA'
El joven piloto será, con toda probabilidad, expulsado de la
Unión Soviética
El joven Mathias Rust, que el jueves pasado dejó en ridículo
a la defensa aérea soviética al aterrizar en la plaza Roja de Moscú tras más de
800 kilómetros de vuelo por territorio soviético, podría ser juzgado y expulsado de
la URSS esta misma semana. Según manifestó ayer en Moscú el presidente de la
agencia soviética Novosti, Valentin Falin, a un diario alemán occidental,
"el joven podrá reunirse pronto con su familia y sus amigos". Falin
añadió: "Se le agradece que nos mostrara los agujeros" existentes en
la defensa aérea.
Las duras y rápidas medidas tomadas por la dirección del
Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), con el cese del ministro de
Defensa, Sergei Sokolov, y del jefe de la defensa aérea, Aleksander Koldunov,
eran, según Falin, necesarias, ya que el Cessna de Rust "podría haber sido
otra cosa". Otros comentarios, como los del portavoz del Ministerio de
Exteriores, Guenadi Guerasimov, que señaló que él había volado ese mismo día de
Helsinki a Moscú y que añadió bromeando que "quizá lo podría haber
descubierto yo desde la ventanilla", parecen indicar que la dirección
soviética no va a proceder con severidad contra el joven osado y que, tras los
interrogatorios, tiene la convicción de que la hazaña del tímido alemán no
tiene mayor trasfondo que sus ansias de aventura y notoriedad. Hoy, representantes
de la Embajada de la RFA en Moscú podrán contactar por primera vez con Rust.
No obstante, la pletórica satisfacción que demostró el
jovencito, después de pasearse por encima de las cúpulas del Kremlin y repartir
autógrafos entre los aturdidos testigos de su aterrizaje sobre las piedras más
sagradas de la venerada capital de todos los soviéticos, ha debido dar paso ya
a consideraciones más sobrias sobre las consecuencias de su machada. Por
un lado, las autoridades de aviación civil de la RFA ya han adelantado que
probablemente el vuelo a Moscú ha sido el último que pilota el emulador del
Barón Rojo. Tras haber violado claramente las reglas de vuelo, perderá su carné
de piloto privado y toda posibilidad de lograr su objetivo de convertirse en
piloto de líneas regulares.
Además, unas cuantas jornadas en la cárcel de Lefertowo,
bajo la jurisdicción del KGB (Comité de Seguridad del Estado), y los
interrogatorios por funcionarios que han visto profanada una de las
grandes glorias del Estado -la defensa territorial-, le habrán hecho ver, se
señala en la RFA, que no a todo el mundo le sientan igual las bromas. El
ministro de Asuntos Exteriores de la RFA Hans-Dietrich Genscher, reconoció
públicamente: "Me he partido de risa". En la cumbre del
Pacto de Varsovia en Berlín Este, en la que Sokolov cumplió sus últimas horas
como ministro, los observadores internacionales deglutieron la noticia con
hilaridad.
Que a Mathias Rust le gusta pilotar aviones es algo que su
familia sabía y hoy ya sabe todo el mundo. Es su gran pasión, lo único que
realmente le interesa. Que con sus 90 o 100 horas de vuelo, incluidas las 40
preceptivas para lograr el carné de piloto, el jovencito de 19 años fuera capaz
de pilotar su Cessna 172 a pocos metros del agua en su trayecto de Helsinki a la
costa soviética para eludir los radar y después 800 kilómetros tierra adentro
hasta Moscú sorprende tanto a los expertos militares como a su profesor de
vuelo, Siegfried Heise. Éste, que enseñó a Rust a dirigir el Cessna en el
aeroclub de Uetersen, está convencido de que si llegó a Moscú el chico es
porque quería hacerlo, "No se arriesga nunca. Todo lo planea. Es un piloto
muy concienzudo".
El padre de Mathias, un ingeniero de la compañía AEG,
tampoco sale de su asombro ante la temeridad de su hijo mayor. La familia Rust,
el matrimonio y el único hermano de Mathias, Ingo, que habita una casita en la
pequeña localidad de Wedel, no lejos de Hamburgo, insiste en que tamaña empresa
no se le pudo ocurrir a su vástago, conocido por su timidez, seriedad y meticulosidad.
Nada más lejos del carácter de este chico que dedicarse a hacer bromas, dice su
madre.
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