Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
19.03.87
LA PLAGA DEL SIGLO XX
La mitad de los 6.000 enfermos de hemofilia de la República
Federal de Alemania es portadora del virus del síndrome de inmunodeficiencia
adquirida (SIDA), que les fue transmitido por un fármaco coagulante. La
industria farmacéutica alemana se enfrenta ahora a una oleada de demandas de
indemnización que podrían alcanzar un volumen de miles de millones de marcos.
Una de las compañías farmacéuticas que comercializaron el coagulante factor
VIII, un concentrado de plasma, la Bayer AG, ha visto caer ya rápidamente sus
valores en las bolsas alemanas.
Los hemofílicos alemanes han sido tratados durante años con
el coagulante citado, producido en gran parte con plasma de donantes
norteamericanos. En Bonn, donde se encuentra el mayor centro mundial de
tratamiento de hemofílicos, se ha detectado un índice de portadores del 60%
entre los 800 enfermos. En este centro han muerto ya 29 pacientes a causa del
virus del SIDA, el último hace apenas tres semanas. También ha sido contagiado
indirectamente el 10% de las parejas de los hemofílicos en tratamiento. Tan sólo
a partir de principios de 1985 comenzó a someterse el plasma utilizado en el
tratamiento a la prueba de detección del virus HIV. La mayoría de los enfermos
fue infectada entre 1981 y 1984, y ahora concluye, al parecer, la fase de
incubación, ya que en la mayoría de los casos la enfermedad comenzó a
manifestarse el pasado año.
El plasma utilizado para compensar la falta del coagulante
natural factor VIII en los enfermos de hemofilia, enfermedad que afecta casi
exclusivamente a los hombres, se gana a través de un simple proceso de
centrifugado de sangre de donantes. En Estados Unidos, de donde procede la
mayor parte del plasma utilizado en Europa, las compañías farmacéuticas
consiguen la sangre en los barrios más pobres, en los que, según un portavoz de
la asociación alemana de hemofílicos, se hallan los sectores más expuestos al
contagio del virus del SIDA. También en el Tercer Mundo se produce plasma
extraído a personas que necesitan desesperadamente el dinero que reciben a
cambio de su sangre.
En la RFA se utilizan anualmente 120 millones de unidades de
la producción del factor VIII, prácticamente la mitad de la cantidad consumida
en Estados Unidos para abastecer a sus 25.000 hemofílicos. Altas dosis que han
demostrado ser una terapia acertada, si bien extremadamente costosa.
La Seguridad Social, que desde 1975 cubre los gastos del
tratamiento de hemofílicos, llega a pagar hasta 30.000 marcos (2.100.000
pesetas) diarios por un paciente. Así, mientras en Estados Unidos muchos
pacientes sufren graves daños en las articulaciones, los tratados en Bonn hacen
una vida prácticamente normal.
Al alcanzar los gastos de la compra de plasma los 300
millones de marcos, más del 2% del total de gastos farmacéuticos de la RFA, la
Seguridad Social y los seguros de enfermedad presionaron a los centros
especializados para que, utilizaran el plasma más barato posible lo que aumentó
rápidamente el porcentaje de dosis con el virus.
Las compañías aseguradoras presionaron para utilizar este
plasma de alto riesgo, pese a disponerse ya de un producto de la compañía
filial de Hoechst, Behring, que ofrece todas las garantías de no portar ni el
virus del SIDA, aún no conocido entonces, ni los causantes de la hepatitis. El
producto de Behring cuesta aproximadamente el doble.
Según la ley de productos farmacéuticos, cada enfermo podría
recibir hasta 500.000 marcos (unos 35 millones de pesetas). Globalmente, la
suma de indemizaciones podría superar los 4.000 millones de marcos.
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