Por HERMANN TERTSCH
El País Miércoles,
25.03.87
La carrera política de Willy Brandt es la propia historia
del movimiento socialdemócrata alemán después de Rosa Luxemburgo y Karl
Liebknecht. Nadie, a excepción del fundador, August Bebel, ha dirigido durante
tanto tiempo al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), el de mayor tradición del
mundo. Desde los enfrentamientos del socialismo democrático con los comunistas
en la República de Weimar, el exilio durante el nazismo y la reconstrucción del
país, y sus hábitos democráticos tras la guerra, hasta la reconciliación con
los pueblos víctimas del terror nazi, Brandt ha marcado el último medio siglo
de historia alemana.
Para el este de Europa, Brandt es el alemán más humano, capaz
de entender el padecimiento a que fueron sometidos por la nación alemana
polacos, judíos, rusos y otros. Para los socialdemócratas europeos, quizá
especialmente para los españoles, Brandt fue siempre un apoyo solidario y un
consejero en momentos difíciles. Para los movimientos progresistas del Tercer
Mundo fue, con su compañero en la Internacional Socialista, el sueco Olof
Palme, uno de los políticos más conscientes del mundo desarrollado de que la
miseria en el hemisferio Sur es injusta y peligrosa para la estabilidad y la
paz en el mundo.
Brandt nació en 1913 en Luebeck, como Thomas Mann junto al
mar Báltico, hoy en la frontera interalemana. Desde allí emigró a Noruega en
1933, al llegar los nazis al poder. Estuvo en España como corresponsal durante
la guerra civil. En el exilio conoció a otro emigrante, éste austríaco, que
habría de desempeñar también un papel fundamental en el movimiento socialista
europeo, Bruno Kreisky.
Después de la guerra, Brandt se instaló en Berlín, vivió de
cerca la anexión forzosa del SPD al partido comunista en la zona de ocupación
soviética (hoy Alemania Oriental) y en 1957 fue elegido alcalde gobernador de
Berlín Oeste. Dos veces, en 1961 y 1965, fracasó su candidatura a la
cancillería. En 1966, ya como presidente del SPD, entró como ministro de
Asuntos Exteriores en el Gobierno de gran coalición con los
democristianos. Tres años más tarde se convertía en el primer canciller
socialdemócrata de la Repúblíca Federal de Alemania (RFA). Comenzó entonces la
era de la coalición entre el SPD y el Partido Liberal (FDP).
Su mayor logro internacional, que le valió la concesión del
Premio Nobel de la Paz en 1971, fue su política de reconciliación y apertura
hacía los países del Este. El histórico momento en que, en 1970, Brandt se dejó
caer de rodillas ante el monumento al gueto de Varsovia conmovió a millones de
europeos y es recordado aún con profunda emoción en Polonia.
En 1972, en las que se denominaron las elecciones de Willy,
logró, con el 45,8%, el mejor resultado de la historia del SPD. Poco después
visitó como primer canciller alemán occidental Israel.
Fue la República Democrática Alemana (RDA), con la que
Brandt había firmado un acuerdo para la normalización entre ambos Estados
alemanes, la que paradójicamente provocó su caída como canciller. Dimitió el 7
de mayo de 1974, tras revelarse que su secretario, Guenther Guillaume, era un
espía de Berlín Este.
Siguió siendo presidente del partido. Sus relaciones
personales con su sucesor, Helmut Schmidt, y el otro miembro del triunvirato
del SPD, Herbert Wehner, nunca fueron buenas. Egocéntrico, según reconoce el
propio Brandt, y rencoroso, según muchos, se dice que fue una satisfacción para
él sobrevivir políticamente a ambos. El partido perdió el poder en 1982, con la
caída de Helmut Schmidt. Desde entonces, su estrella ha ido cayendo, tras una
vida que también en su vertiente particular ha sido muy agitada. Casado tres
veces, con una larga serie de escándalos por su afición a las mujeres y al
alcohol, en los últimos años su sensibilidad hacia los estados de opinión, su
capacidad de mando y su lucidez política han ido cediendo hasta que el
nombramiento de la joven Margarita Mathiopoulos ha sido el final un poco triste
de una brillante carrera.
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