Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
16.12.86
El Consejo Consultivo recientemente constituido en Polonia a
instancias del jefe del Estado y del partido comunista, Wojciech Jaruzelski, e
integrado por 56 intelectuales, es un foro insólito en un país socialista. Es
una peculiaridad polaca sobre todo por el hecho de que el jefe del Estado de un
régimen comunista invita a intelectuales, en su gran mayoría no miembros del
partido y en algunos casos notorios opositores al régimen, a formar un
"consejo de sabios" para intentar restablecer el diálogo entre el
Gobierno y la población.
Este Consejo deberá asesorar al jefe del Estado sobre las
medidas para crear un amplio consenso social que permita afrontar la gravísima
situación económica que sufre el país. Sin una mejoría de los indicadores
económicos y, sobre todo, de la productividad, Polonia corre el riesgo de
perder el tren del desarrollo, incluso el del aún lento desarrollo de la
Comunidad socialista, y quedar expulsada definitivamente del conjunto de los
países industrializados. Por parte del régimen, la convocatoria hecha a estos
intelectuales, y a muchos otros que se negaron a participar, supone aceptar el
hecho de que el Frente Patriótico de Renacimiento Nacional (PRON) -creado tras
la imposición de la ley marcial para intentar un consenso entre el partido y la
población- ha fracasado en sus objetivos. Por su cercanía al partido, el PRON
es considerado un simple instrumento del régimen.
El Consejo Consultivo parte de una posición más favorable,
ya que cuenta con destacadas personalidades de gran prestigio entre la
población. La presencia de gentes como el abogado y asesor de los sindicatos
Solidaridad Wladislaw Siwa-Nowicki, el presidente del Club de la Inteligencia
Católica, Andrzej Swiecicki, el historiador Aleksander Gieysztor, y muchos
otros, induce a pensar que Jaruzelski tiene un interés real por conocer las
propuestas de la inteligencia polaca ante una situación que muchos consideran
sin salida.
Actitud de la Iglesia
La Iglesia se ha negado a participar institucionalmente en
el Consejo Consultivo, y varios intelectuales, como Stanislaw Storrima y Jerzy
Turowicz, tampoco quisieron integrarse, aludiendo a la falta de competencias
concretas del Consejo. La Iglesia no es, sin embargo, ajena a la decisión
favorable de Siwa-Nowicki y otros. El propio Siwa-Nowicki declaró a EL PAÍS, en
su domicilio de Varsovia y pocos días después de la constitución del Consejo:
"Representantes de la Iglesia me han dicho que confían plenamente en mí y
en que mis posiciones sean justas y conformes con las de la Iglesia. Me
aseguraron que si se puede mantener un diálogo auténtico no se debe renunciar a
él". Tampoco es absurda la suposición de que algunos de los participantes
tienen la misión de servir como contacto entre el jefe del Estado y miembros de
la oposición descalificados oficialmente como interlocutores, como es el caso
de Lech Walesa.
La decisión de aceptar la oferta de Jaruzelski en el Consejo
no ha sido fácil. Como manifestaba un periodista polaco, "es mucho mas
fácil negarse que aceptar y jugarse uno todo su prestigio ante la población, en
la que algunos sectores consideran que toda cooperación con el régimen es una
traición". Jacek Kuron, destacado disidente, ya ha descalificado
globalmente al Consejo.
Siwa-Nowicki, durante muchos años el enemigo número uno de
las autoridades comunistas, abogado en numerosos juicios políticos contra
disidentes en las pasadas tres décadas y asesor personal de Lech Walesa, ha decidido
participar por "convicción". "Si se reclama el diálogo, y soy
partidario consecuente de ello, no puede uno negarse a priori al diálogo y
entendimiento", afirma.
Según Siwa-Nowicki, las autoridades cumplieron en septiembre
con la concesión de la amnistía, que era una de las condiciones prioritarias.
"Polonia es hoy uno de los insólitos países del mundo en el que no hay
presos políticos. La sociedad espera nuevos pasos hacia la democratización y
liberalización de la vida".
Para este jurista de 72 años, símbolo del coraje de la
resistencia civil polaca, "se trata de que las opiniones independientes
lleguen al poder, y esto no es siempre fácil. Se trata de que las autoridades
oigan la verdad, sin falseamientos". Otros intelectuales invitados por
Jaruzelski a integrarse en el Consejo no comparten la opinión de
Siwa-Novicki, y creen que el jefe del Estado sólo va a utilizar al Consejo para
justificar medidas impopulares.
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