El País, Madrid, 08.06.85
Hungría celebra hoy elecciones generales en las que por
primera vez se presentan en cada circunscripción al menos dos listas, no
necesariamente comunistas. La desaparición de las listas únicas, fórmula
electoral habitual en los regímenes comunistas que impide todo disenso en el
Parlamento, tiene el objetivo, declarado por las autoridades húngaras, de
"avanzar en la profundización democrática del sistema socialista". Los
candidatos que compiten con los representantes oficiales del Partido Socialista
Obrero Húngaro (POSH), comunista, no pueden defender posturas contrarias al
Frente Patriótico Popular, una coordinadora de todas las fuerzas sociales
legales, incluidos partido, sindicatos e iglesias. La consulta no deja de ser
una formalidad institucional y no alterará el carácter del Parlamento como mero
ratificante de la política gubernamental.
No obstante, el POSH ha expresado la necesidad de convertir
el Parlamento en un foro de ideas que reavive el interés por la vida pública de
la población, absolutamente despolitizada, y equipare la evolución política con
la liberalización económica llevada a cabo, aunque no entrará en el Parlamento
ningún disidente político.
La implantación de varias listas de candidatos, sin
precedentes en la evolución política de las democracias populares del este de
Europa, ha provocado fenómenos inhabituales en un régimen de partido único,
además del reconocimiento implícito de que el pluralismo electoral supone una
"profundización democrática".
En las asambleas para designar a los candidatos, a las que
pudieron asistir todos aquellos que viven o trabajan en la circunscripción, se
han debatido en los últimos meses problemas sociales y políticos del país con
franqueza y dureza desconocidas en Europa oriental.
Debates insólitos
Dos destacados disidentes húngaros pudieron expresar sus
posturas ante las asambleas electorales y fueron elegidos como candidatos en la
primera ronda, de las dos preceptivas. En la segunda fueron eliminados. Ambos
acusaron a los candidatos oficiales de llenar con su público las asambleas.
También se hizo patente la falta de poder de convocatoria de la disidencia
política. Laszlo Rajk, de 38 años, hijo del ministro de Asuntos Exteriores del
mismo nombre, ahorcado en 1949 por desviacionismo, se presentó como
candidato en un distrito del centro de Budapest y criticó abiertamente los
proyectos económicos del gobierno y la pasividad del régimen hacia la situación
de la minoría húngara en Rumanía. En la primera ronda le votó la mitad de los
300 asistentes. En la segunda no llegó a conseguir el tercio exigido para la
nominación. La asistencia se había quintuplicado.
También en Budapest el ministro de asuntos exteriores, Peter
Varkonyi, tuvo que enfrentarse ante más de 700 personas a un largo y duro
debate electoral con el filósofo Miklos Tamas, privado de pasaporte por sus
actividades opositoras. Una escena insólita en un país socialista.
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