El País, Madrid, 14.05.85
El 30º aniversario de la firma del Staatsvertrag (Contrato
de Estado) por el que Austria se convirtió en Estado soberano y neutral, tras
10 años de ocupación por los ejércitos aliados victoriosos en 1945, se cumple
mañana. En 1938, Hitler había anexionado Austria al III Reich alemán e
implicado a este pequeño país en la guerra que habría de devastar su
territorio. El 15 de mayo de 1955, un pequeño grupo de negociadores austriacos
lograba un objetivo por el que había luchado todo el país: la retirada de las
tropas de ocupación soviéticas, norteamericanas, francesas y británicas y la
restauración de la soberanía.
En plena guerra fría y desconfianza entre los bloques, el
éxito de la habilidad negociadora austriaca en poner de acuerdo a las dos
superpotencias pasó a los anales de la diplomacia y supuso un milagro de la
distensión cuando ésta no existía. La dura negociación fue dirigida por el
canciller Julius Raab, el ministro de Asuntos Exteriores, Leopold Figl, y un
joven y brillante secretario de Estado llamado Bruno Kreisky. Hasta entonces,
los 10 primeros años de la II República de Austria habían estado dominados por
la incertidumbre. Fundada el 27 de abril de 1945 en una Viena reducida a
escombros por la guerra, la nueva república emprendió la reconstrucción del
país en absoluta subordinación a las fuerzas ocupantes. Así, el portavoz del
Gobierno tenía que acudir todos los lunes al hotel Imperial, sede del cuartel
general soviético, para presentar un informe sobre la situación general.
La imposición de repúblicas populares comunistas en países
vecinos como Hungría y Checoslovaquia hacía previsible, en opinión de muchos,
que tarde o temprano la Unión Soviética hiciera del territorio austriaco
ocupado por sus fuerzas, un protectorado regido por un Gobierno que le fuera
fiel. Las actividades de los comunistas austriacos en los primeros años de la
posguerra, con el control del Ministerio del Interior, fueron las mismas que
las llevadas a cabo en los países que hoy forman el Pacto de Varsovia.
Tensiones
Durante las negociaciones, amplios sectores temían que la
retirada de las tropas de ocupación habría que pagarla con un neutralismo
que acabaría por alejar a Austria de las formas occidentales políticas y
económicas. No fue así. Los negociadores austriacos insistieron en que la
neutralidad debía tener la misma forma que en Suiza. El ministro
de Asuntos Exteriores soviético, Viacheslav Molotov, asintió a la propuesta,
con lo que se consiguió una firme vinculación al pluralismo y a la economía
libre. Se han buscado muchas explicaciones a la disposición soviética a
abandonar Austria en un momento histórico en el que las tensiones Este-Oeste
eran enormes. Tan sólo un año más tarde, la Unión Soviética reprimiría con un
balance de miles de muertos el levantamiento de los húngaros, que pedían para
su país lo que Austria había ya conquistado.El máximo dirigente soviético,
Nikita Jruschov, quería hacer un gesto para reducir la tensión y crear la base
para una nueva colaboración con Occidente, congelada en los últimos años de la
vida de Josif Stalin y que consideraba vital para no perder el tren del
desarrollo tecnológico. Por otra parte, la neutralidad de Austria, unida a
Suiza, introducía una cuña de Este a Oeste entre dos regiones vitales de la
defensa occidental, el flanco mediterráneo y la frontera interalemana.
Los austriacos supieron aprovechar la ocasión que aquella
constelación política les brindaba. Tras la turbulenta historia de la primera
república surgida con la caída del Imperio Austro-Húngaro en 1918, los
austriacos habían aprendido a anteponer los intereses de la nación a los de
partido. La guerra ideológica y la falta de fe en la supervivencia de aquel
pequeño país habían abierto en los años treinta las puertas al nazismo.
Los resultados del histórico acuerdo suscrito por los
ministros de Asuntos Exteriores de la URSS (Viacheslav Molotov), EE UU (John
Foster Dulles), Gran Bretaña (Harold MacMillan) y Francia (Antoine Pinay) en el
palacio Belvedere, de Viena, superan todas las expectativas. De la ruina
absoluta, Austria ha pasado a ser un país industrializado, con un nivel de vida
alto. Su neutralidad activa le ha otorgado un papel destacado en la
mediación internacional de conflictos. En parte gracias a Kreisky, que ya
estuvo en aquellas negociaciones. Su labor ha transformado el país, como
ministro y como canciller, siempre desde el palacio del Ballhausplatz, donde en
su día trabajó otro diplomático genial, el conde de Metternich.
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