Por HERMANN TERTSCH
El País, Varsovia,
23.12.86
Los polacos, cinco años después de la imposición de la ley
marcial, el 13 de diciembre de 1981, se enfrentan por quinta vez consecutiva a
la Navidad con una escasez a la que intentan burlar. Con un escepticismo que
raya en la sorna hacia todos los intentos del régimen por lograr una cierta
viabilidad económica que evite un colapso que muchos no excluyen, los polacos
se agolpan ante los escaparates y mostradores en busca de regalos.
La constitución de un consejo consultivo formado por
intelectuales para asesorar al jefe del Estado, Wojciech Jaruzelski, sobre
medidas para ampliar el diálogo social, ha afectado mucho menos a la mayoría
que la feliz noticia de la llegada por estas fechas, por primera vez en muchos
años, de 14.000 toneladas de cítricos. Hace algo más de una semana que, en
efecto, han aparecido en las tiendas de Varsovia los primeros pomelos y limones
que deberán animar unas fiestas en las que toda animación está poco
justificada. Los periódicos anuncian otra buena nueva: la distribución de 200
toneladas de cacao y 100 toneladas de uvas pasas, productos codiciados que en
el mercado libre alcanzan precios desorbitantes.
Como todos los años, las Navidades se ven precedidas por una
serie de rumores sobre depreciación del zloty (la moneda polaca), subidas de
precios e incluso reformas monetarias, cuyo efecto es siempre el mismo: hacer
gastar a los polacos los ahorros guardados en casa y conseguidos Dios sabe
cómo. Estos rumores, que según algunos mal pensados son parte de la política
del Gobierno de movilización del dinero, suelen confirmarse tarde o temprano en
lo que a la subida de precios se refiere. En Varsovia, todo el mundo está
convencido de que los automóviles y el vodka van a aumentar de precio el 1 de
enero, pese a no haber habido anuncio oficial al respecto, o quizá precisamente
por ello.
Precios astronómicos
La primera consecuencia es que los coches se venden estos
días a precios astronómicos. Un millón y medio de zlotys están llegando a pagar
los polacos, que ganan un salarlo medio mensual de 20.000 zlotys (unas 13.000
pesetas al cambio oficial), por un Polski Fiat viejo y desvencijado. En las
tiendas Pewex, donde parte o la totalidad del precio ha de ser pagado en
divisas occidentales, se ha formado una larga lista de compradores deseosos de
hacerse con un vehículo y deshacerse del papel moneda antes de que sea sólo
papel. Por ello, al contrario que en el resto del mundo, la cotización del
dólar en Polonia sigue subiendo.
El cambio oficial es de aproximadamente 200 zlotys por
dólar. En la calle, la codiciada moneda norteamericana se está cambiando a más
de 800 zlotys.
En las tiendas Pewex, ciudadanos polacos sin fuentes legales
de divisas hacen cola para comprar todo tipo de productos occidentales con las
carteras repletas de dólares y marcos.
La oferta de productos alimenticios de primera necesidad se
ha estabilizado. Gracias a tres años consecutivos de buenas cosechas, hay
suficiente harina, pan, mantequilla, azúcar y queso fresco. Más difícil lo
tienen los exigentes que quieran comprar café, arroz, especias o chocolate.
El chocolate está racionado para los niños. Doscientos
gramos por mes, siempre en teoría, ya que, incluso con tarjeta de
racionamiento, antes de ejercer el derecho a la ración hay que encontrarla.
También la carne sigue racionada en dos kilos y medio por persona y mes,
incluido el salchichón y los huesos.
El Gobierno no puede ignorar su incapacidad para garantizar
un suministro completo y ha elevado por ello los topes de importaciones libres
de tasas aduaneras. Los polacos pueden importar hasta 15 kilos de café, 5
kilos de chocolate, 10 pares de zapatos, 3 kilos de productos de jabonería y
pasta dentífrica y alimentos infantiles en cantidad ilimitada.
Los polacos van a celebrar estas Navidades con ganso o capón, regalos y misa del Gallo que, por primera vez, será retransmitida por la
televisión. Es la gran coyuntura del cambalache, mientras los indicadores
económicos hace tiempo que dieron la alarma.
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