El País, Madrid, 16.04.85
La muestra recoge el auge de la cultura europea entre 1870 y
1930
Viena fue testigo entre 1870 y 1930 de los cambios más
radicales de la historia centroeuropea. Los valores tradicionales que
sostuvieron ideológica y culturalmente a las sociedades del Viejo Continente se
desmoronaron. Viena sufrió con violencia el trauma del ocaso de una concepción
del mundo en unos años que fueron calificados como últimos días de la
humanidad. Este trauma provocó un enorme auge creador en las artes y la
ciencia. Las letras, la pintura, la arquitectura, la música, la filosofía y
nuevas ciencias como la psicología y la psiquiatría alcanzan en esta época un
momento estelar de la cultura europea. La pasión por el saber y el placer, en
un ambiente de decadencia y pesimismo, logra una interrelación entre las artes
que quizá no se haya vuelto a repetir y que se evidencia en la gran exposición
que sobre el tema se halla abierta en Viena.
La gran exposición, abierta el pasado 28 de marzo, se podrá
ver hasta el 6 de octubre. La muestra, con el título de Traum und Wirklichkeit (sueño y realidad), en la Künstlerhaus (casa de los artistas),
en el corazón de la capital austriaca, ha sido diseñada por Hans Hollein, uno
de los arquitectos más brillantes del mundo en la actualidad, y supone, tanto
por su extensión como por su calidad, una oportunidad única para satisfacer el
gran interés que esta época vuelve a suscitar. El éxito de la exposición supera
ya todas las expectativas. En la primera semana la visitaron más de 25.000
personas. Es imposible presentar sin omisiones una época que abarca creaciones
que van desde La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, a la
pintura onírica de Gustav Klimt; desde el Tratado
lógico-filosófico, de Ludwig Wittgenstein, a la música dodecafónica de Arnold
Schonberg; la arquitectura del austromarxismo, de Josef Hoffmann, Adolf Loos u
Otto Wagner; las novelas de Joseph Roth, El hombre sin atributos, de
Robert Musil, y la obra de Stefan Zweig. No obstante, el concepto científico de
la exposición, elaborado por el director del Museo de Viena, Robert
Weissenberger, es ejemplar y Hollein ha logrado un ambiente en la Künstlerhaus
que trasciende a la mera contemplación de obras y objetos auténticos para
incitar a la asociación y emoción.
El uniforme ensangrentado que vestía el archiduque Franz
Ferdinand al ser asesinado en Sarajevo en 1914 contrasta con el cuadro El beso,
de Klimt. La erótica de la pintura de Egon Schiele se suma a la sugerencia de
las famosas piernas de Marlene Dietrich. Los dibujos de proyectos de Otto
Wagner y maquetas a escala original de fachadas de Adolf Loos se contemplan en
salas donde resuena la Quinta sinfonía de Gustav Mahler. La mirada
del visitante relaciona casualmente el diván de la consulta de
Sigmund Freud con el manuscrito del Tractatus de Wittgenstein.
'Jugendstil'
Tema central de la exposición, como representante de la
creación en la Viena fin de siècle, es el arte del Jugendstil,
del grupo de la Sezession. Una de sus obras capitales, la gran pintura
del Friso de Beethoven, de Gustav Klimt, se muestra por primera vez
al público desde hace 80 años. Suena en la sala, diseñada por otro de los
grandes arquitectos de aquella época, Josef Hoffmann, la Novena sinfonía de
Beethoven, en la que está inspirada la obra. También se muestra una amplísima
colección de pinturas de Schiele, muchas de ellas de colecciones particulares,
que se pueden ver por primera vez con los cuadros del museo del palacio vienés
del Belvedere, así como pinturas de Kokoschka. Cerca de 600 objetos creados en
los Wienerwerkstaette (talleres vieneses) son prueba de la voluntad que
caracterizó a los artistas de la época de llevar el arte a la vida
cotidiana". Utensilios domésticos dan fe de una de las escuelas más
importantes del diseño en Occidente, fundada por Hoffmann y el diseñador Koloman
Moser.
El café literario
Todo el ambiente cultural de aquellos "últimos días de
la humanidad" -como calificó aquella época el crítico y escritor Karl
Kraus- giraba en torno al café, que se convirtió en lugar de trabajo y
encuentro, discusión y tribuna, y al suplemento de cultura de los diarios,
el feuilleton. En rebeldía contra la cultura liberal asentada y segura
de sí misma de la generación anterior, los artistas de la Viena de fin de siglo
hicieron de la duda, la subjetividad, la crisis anímica y la introspección sus
máximas divisas para la creación. El narcisismo y la hipersensibilidad, el
hedonismo, son características de esta generación, muy influenciada por los
nuevos descubrimientos en el campo de la psiquiatría. Arthur Schnitzler, Hugo
von Hoffmannsthal y Stefan Zweig escriben sobre el hundimiento de un mundo y la
huida del artista, del hombre sensible, al culto a la belleza y el placer, a
una existencia dionisíaca. Kraus calificó esta generación de
"coleccionadores de gemas", individualistas radicales condenados a
buscar el sentido de la vida en sus propias mentes. La creación musical en la
época que trata la exposición vienesa supuso una auténtica revolución cultural.
Anton Bruckner muere en 1896, un año antes de que fallezca Johannes Brahms. En
1874 había nacido Schönberg. En 1883, pocos meses después de la muerte de
Richard Wagner, se estrena en Viena su Tristán e Isolda. En 1893 nace
Josef Mathias Hauer. En 1898, ya en la plenitud de su carrera, Mahler es
nombrado director de la Filarmónica de Viena. Anton von Webern y Alban Berg
pasan a ser alumnos de Schönberg en 1904. En 1911 muere Mahler y en 1913 se
estrena en Viena Petruschka, de Igor Stravinski.
En el terreno de la arquitectura surge la reacción al
monumentalismo liberal de las construcciones de la Ringstrasse, el bulevar
anular de Viena. Camillo Sitte presenta su concepción de nuevo urbanismo
moderno. Adolf Loos se enfrenta a la opinión pública con su famoso edificio de
la plaza de San Miguel (Michaelerplatz). Otto Wagner marca el paisaje urbano
vienés y el filósofo Wittgenstein construye la casa para su hermana en la calle
de Boltzmann.
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