El País, Madrid, 25.04.85
REPORTAJE
Los máximos dirigentes del este de Europa, presididos por el
líder del Kremlin, Mijail Gorbachov, firmarán mañana en la capital polaca la
renovación del Tratado de Amistad, Cooperación y Ayuda Mutua, conocido como
Pacto de Varsovia, que caducaba el próximo 14 de mayo. Este tratado, base
jurídica del bloque político-militar oriental, se renovará sin modificaciones
con una vigencia de 20 años y prórroga automática de 10. La URSS y sus seis
aliados europeos lo crearon en plena guerra fría como bloque defensivo, ante el
creciente anticomunismo de Occidente. Pronto demostró ser el arma soviética
para la defensa de su hegemonía ideológica y militar en el este de Europa.
El histórico líder comunista búlgaro Georgi Dimitrov intentó
crear en la posguerra una federación entre Yugoslavia y Bulgaria como núcleo
para una confederación de países socialistas del este de Europa, aliada pero
independiente de la URSS. Esta idea fue combatida y desechada por el Kremlin.
Desde su fundación, hace ahora 30 años, dos características claves definen la
actuación del Pacto de Varsovia, sus esfuerzos por alcanzar el desarrollo
armamentista de Occidente y su intervención armada en países miembros para
frenar evoluciones políticas que ponían en peligro la supremacía soviética. El
22 de febrero de 1948, los comunistas checoslovacos, que no habían superado el
38% de los votos en las elecciones de 1946, dan un golpe de Estado en Praga. En
junio imponen la dimisión de 12 ministros no comunistas y del presidente
constitucional, Edvard Benes.
El golpe de Praga fue el primer signo violento de la
decisión explícita de Stalin de hacer llegar el sistema político de la URSS tan
lejos como llegaran sus ejércitos en persecución de las tropas nazis en
retirada. Los otros países de la región, liberados por las tropas soviéticas,
son ya por entonces -o están en proceso de ser- regímenes socialistas, en
parte gracias a las ambigüedades del acuerdo de Potsdam. "No puedo
acordarme, de ningún documento político que me haya deprimido tanto como
éste" manifestaría al conocer este acuerdo el diplomático norteamericano
George Kennan, uno de los más destacados ideólogos de las relaciones Este-Oeste
que ha tenido el Departamento de Estado.
Espiral de tensión
El 24 de junio de 1948 comenzó el bloqueo soviético a
Berlín, que duró 323 días y enterró definitivamente el espíritu de cooperación
que existió entre la URSS y sus aliados occidentales durante la II Guerra
Mundial. La Unión Soviética firmó acuerdos bilaterales de Amistad y
Cooperación con todos los países liberados por su ejército, pero no se
planteaba entonces una alianza en forma de bloque militar para encuadrar a los
países de hecho ya bajo su hegemonía.
No obstante, el 4 de abril de 1949 se estableció la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El 8 de mayo se creó la República Federal de Alemania. Cinco meses más tarde se fundaba la República
Democrática Alemana, en la zona ocupada por la URSS. En 1950, Estados Unidos
propuso al Consejo Atlántico la remilitarización de la República Federal de
Alemania, que el 23 de octubre de 1954 se integra definitivamente en la OTAN.
El Pacto de Varsovia se fundó, por tanto, tras una espiral
de decisiones tendentes a la creación de los bloques, tomadas en su mayoría en
Washington, donde la histeria anticomunista había relevado a la ingenuidad de
que hizo gala el presidente Franklin D. Roosevelt en su trato con Stalin
durante la guerra. El 14 de mayo de 1955, la Unión Soviética, Hungría,
Checoslovaquia, Alemania Oriental, Rumanía, Polonia, Bulgaria y Albania
firmaron el acuerdo como respuesta a la amenaza que, según temían, constituía
el rearme de Alemania Occidental y el carácter agresivo de una Alianza
Atlántica encabezada por un EEUU en pleno auge económico y militar,
obsesionado por acabar con la plaga comunista.
Un día después de la firma del Tratado de Varsovia y como un
último destello de la época de entendimiento entre las potencias vencedoras del
nazismo, se suscribió el acuerdo de Estado de Austria, por el que se declaró
neutral este país y se retiraron las tropas extranjeras, incluidas las
soviéticas que ocupaban gran parte de su territorio. Este acuerdo, que se debió
tanto a la disposición de las potencias como a la maestría de los negociadores
austriacos, tendría consecuencias trágicas para un país vecino que quiso crear
un Estado no alineado: Hungría.
Animados por el éxito de Austria en su lucha por la
neutralidad, en plena ola de desestalinización, tras años de dura represión del
régimen estalinista de Matyas Rakosi, los húngaros se levantaron en 1956 contra
el sistema comunista. Imre Nagy, comunista, depuesto de la jefatura del Gobierno
un año antes, se puso a la cabeza de los sublevados y declaró el día 1 de
noviembre la salida de Hungría del Pacto de Varsovia y el establecimiento de la
neutralidad política.
Resistencia desesperada
Tres días más tarde intervino el Ejército soviético en el
país, donde encuentra una resistencia civil desesperada. Soldados y
universitarios, incluidos comunistas e izquierdistas, se enfrentan con pistolas
y mosquetones a los tanques soviéticos. La agencia oficial de noticias MTI
transmitió un cable pidiendo ayuda occidental para Hungría, "que está
luchando por la supervivencia de Europa". El respeto a las órbitas se
mantuvo, el levantamiento fue aplastado e Imre Nagy ejecutado dos años más
tarde, tras un juicio secreto, acusado de organizar una contrarrevolución con
ayuda de círculos imperialistas.
Meses antes de producirse el levantamiento húngaro, otro
país del Pacto, Polonia, había sufrido también la represión de la revuelta de
Poznan, donde carros de combate soviéticos y milicias comunistas acallaron la
protesta de obreros y estudiantes. En Alemania Oriental se habían producido
disturbios similares en 1953.
Sin embargo, la otra gran intervención armada en aras de la
integridad de la alianza del Pacto de Varsovia se produjo 12 años después de la
crisis húngara, ante el peligro contrarrevolucionario -según la terminología
soviética- creado en Checoslovaquia durante lo que dio en llamarse la
primavera de Praga. A diferencia de los acontecimientos de Hungría,
donde en la represión del levantamiento sólo participó el Ejército soviético,
en Praga estuvieron implicadas tropas de la URSS, Polonia, Hungría, Bulgaria y
Alemania Oriental. Alexander Dubcek, elegido como máximo dirigente del Partido
Comunista de Checoslovaquia el 5 de enero de 1968, había abierto un curso de
renovación política que entusiasmó a amplias capas de la población. Se abolió
la censura, se ampliaron las libertades intelectuales y se estableció la
posibilidad de formar partidos políticos no comunistas. El 21 de agosto
intervinieron las tropas del Pacto para neutralizar la agresión que,
supuestamente, sufrían los auténticos comunistas por parte de círculos Imperialistas que,
especialmente desde Alemania Occidental, intentaron derribar el régimen legal
socialista. A raíz de esta intervención Albania, que no participaba ya desde
1961 en las reuniones del Pacto por diferencias ideológicas surgidas con
la desestalinización, abandona la organización.
Soberanía limitada
La invasión de Checoslovaquia marcó un punto de inflexión,
tanto por lo que supone de ruptura definitiva del movimiento comunista internacional
-surge el eurocomunismo y se acuña el término socialimperialismo- como
por el nacimiento de la doctrina brezneviana de la "soberanía
limitada". Esta teoría no ha sido rebatida en el Pacto de Varsovia -fueron
claras las amenazas durante la crisis polaca hasta que se impuso una solución
nacional con la ley marcial del general Wojciech Jaruzelski en 1981 -, y
se basa en el principio de que los países socialistas deben su independencia al
poderío de la comunidad socialista y de su máximo garante, la URSS. El intento
de abandonar la comunidad supone un atentado contra el poderío conjunto y
afecta, por tanto, a la seguridad de los demás países miembros de la alianza.
Los estatutos de la alianza justifican estas intervenciones
en sus artículos 3 y 4, donde se señala que, en caso de que "algún miembro
considere que existe una amenaza de agresión armada contra uno o varios Estados
signatarios", los miembros tomarán medidas (incluida la fuerza armada)
para asegurar la defensa colectiva, la paz y la seguridad. No tiene, por tanto,
que ser el país supuestamente agredido el que presente la denuncia que
justifica la intervención. A lo largo de su historia, el Pacto de Varsovia no
ha intervenido directamente en ningún país fuera de su ámbito y cuenta a la
hora de su renovación sólo con miembros fundadores. Mientras la OTAN ha
incorporado desde su fundación a Grecia, Turquía, Alemania Occidental y España,
el Pacto de Varsovia no se ha ampliado, y registró la mencionada salida de
Albania. El Pacto ofreció en su día la congelación de los dos bloques como
primer paso para una eliminación de los mismos. Sus estatutos prevén la
disolución cuando exista acuerdo para un Tratado General Europeo sobre
Seguridad Colectiva, lo que implicaría la disolución de la OTAN.
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