Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
12.01.87
Las elecciones generales en la República Federal de
Alemania, que se celebrarán el próximo 25 de enero, están prácticamente decididas.
El hundimiento del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y de su candidato a
canciller, Johannes Rau, parece ya imposible de evitar en dos semanas de
campaña electoral. El canciller federal, Helmut Kohl, no tiene motivo alguno
para dudar de su permanencia durante otros cuatro años en la jefatura del
Gobierno de Bonn. No obstante, las elecciones del 25 de enero se perfilan como
una consulta cuyo resultado tendrá singular importancia para el desarrollo
político de la RFA en las próximas décadas.
Los democristianos, al menos el ala derecha de la Unión
Cristiana Democrática (CDU) y la cúpula de la Unión Social Cristiana bávara
(CSU), parecen dispuestos a utilizar la situación de un SPD prácticamente
desarbolado para imponer un profundo giro derechista a la legislación y la
práctica política en los próximos cuatro años. Las consecuencias de esta
iniciativa son difíciles de prever, pero podrían cambiar la propia esencia del
Estado alemán occidental. Las condiciones para esta contrarreforma vienen
dadas por un clima general de derechización y nacionalismo, que tanto el propio
Kohl como Strauss están alimentando sin pausa con arengas anticomunistas e
interpretaciones revisionistas y trivializadoras del pasado nacionalsocialista
alemán.
Respecto a los resultados de esta consulta en la que
vencedor y vencido son conocidos de antemano, las interrogantes principales
giran en torno al porcentaje de votos que logre el Partido Liberal (FDP) del
ministro de Asuntos Exteriores, Hans-Dietrich Genscher, y a la amplitud de la
victoria de los democristianos del CDU-CSU.
La posibilidad de que la CDU de Helmut Kohl y la CSU de
Franz Josef Strauss logren juntas la mayoría absoluta y puedan gobernar en Bonn
sin recurrir a la coalición actual con los liberales ha quedado abierta a la
vista de la caída en picado del voto socialdemócrata que vaticinan los sondeos.
Los últimos dan un 48% de votos al CDU-CSU, entre el 35% y el 32% al SPD, el
10% a los verdes y cerca de un 5% a los liberales.
Si bien aún improbable (los democristianos sólo lograron en
una ocasión la mayoría absoluta en la historia de la RFA), la simple
posibilidad de un Gobierno monocolor democristiano ha provocado preocupación en
sectores políticos muy diversos del país, incluidos algunos de la propia CDU, y
en el extranjero.
Por un lado, la CDU teme que, dada la certeza de su
victoria, parte de sus electores no acuda a las urnas y que el triunfo sea más
apretado de lo esperado. Dirigentes de la CDU reconocen en Bonn su interés por
mantener la coalición con los liberales y temen una mayoría absoluta que daría
mayor fuerza al dirigente bávaro Franz Josef Strauss en la capital federal.
Este Gobierno monocolor democristiano volvería a acercar a liberales y
socialdemócratas, en la oposición.
La CSU busca abiertamente la mayoría absoluta para los
democristianos y la expulsión de la coalición de los liberales, a los que
acusan de haber frustrado las reformas legales en la política de orden público
y seguridad, y de mantener intacta la política exterior practicada por la
coalición de socialdemócratas y liberales antes de 1982. Un motivo parece ser
la ambición de Strauss por sustituir a Genscher como ministro de Asuntos
Exteriores.
Los liberales, por su parte, han anunciado que el
mantenimiento de la coalición tiene como condición innegociable la permanencia
de Genscher en la cartera de Exteriores. La ley electoral de la RFA, con la
institución del doble voto, puede facilitar una vez más al FDP superar la
barrera del 5%, ya que incluso votantes del CDU intentarán evitar, dando su segundo
voto a los liberales, que Strauss entre en el Gobierno federal.
La virulenta lucha particular entre la CSU y los liberales
se ha convertido en el único aliciente de esta tediosa campaña electoral
alemana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario