Por HERMANN TERTSCH
El País, Bonn,
26.01.87
ELECCIONES EN LA RFA
La Unión Cristiana Democrática-Unión Social Cristiana
alemana (CDU-CSU) del canciller Helmut Kohl difícilmente habría podido hallar
condiciones más favorables para seguir en el poder que las reinantes en la
República Federal de Alemania (RFA). Seguridad, estabilidad y prosperidad son
consignas que el partido mayoritario en el Gobierno ha utilizado con crédito.
Kohl asumió el Gobierno tras una larga época de turbulencias en la coalición
social-liberal anterior. La crisis por el despliegue de los misiles nucleares
norteamericanos, la deuda presupuestaria y un desempleo en aumento habían hecho
cundir el temor en la población. Cinco años después, el canciller presentaba la
creación de confianza como uno de los logros de su mandato, a lo que habría que
oponer, sin embargo, una evidente falta de autoridad en la dirección de la
coalición.
En gran parte, la mejoría de la economía alemana occidental
en los últimos años se debe a factores externos como la subida del dólar, que
disparó el volumen de la exportación de la RFA, y posteriormente al descenso de
la moneda norteamericana, y la caída en picado de la factura de las
importaciones de crudo. El desempleo, de otro lado, no ha sido reducido. Por el
contrario, aunque el Gobierno asegura haber creado 600.000 puestos de trabajo,
hoy la cifra de desempleo supera en 400.000 parados a la existente cuando Kohl
llegó al poder. Es un hecho, sin embargo, que los alemanes occidentales que
tienen trabajo ya no temen perderlo. El crecimiento económico ha sido constante
en los últimos años y en 1986 rozó el 3%. El superávit de la balanza comercial
alcanzó el pasado año un récord en la historia del país con 110.000 millones de
marcos (cerca de ocho billones de pesetas). La inflación, por motivos históricos
una pesadilla para la conciencia colectiva alemana, no existe. En 1986 se
produjo una inflación negativa del 0,2%. La deuda presupuestaria ha sido
controlada. La RFA ha confirmado su protagonismo como superpotencia económica:
el marco es la moneda más fuerte de Europa occidental.
Los escándalos
A la vista de los resultados, el juicio que merece a los
ciudadanos de la República Federal la gestión del canciller Kohl es aceptable,
pero no satisface de ninguna manera las propias expectativas del canciller. La
conclusión de la mayoría del electorado es que apuesta por una continuidad de
la coalición, reflejando, sin embargo, un temor por la radicalización aparente
de los postulados del ala derechista cristianodemócrata. En este sentido, el
canciller reelegido ha sido puesto en más de un momento en tela de juicio,
hasta el extremo de que el pasado año, incluso en el seno de su propio partido,
se especulaba con la presentación de otro candidato. Al mismo tiempo, su
capacidad de aguantar críticas y descalificaciones y su ya proverbial tendencia
a dejar que el tiempo solucione, oculte o palíe los problemas han demostrado
ser algunas de sus grandes armas. Su capacidad táctica es también mucho mayor
de lo que su falta de agudeza hace intuir.
Nadie espera de él una brillantez intelectual de la que
obviamente carece. Tiene y cuida la imagen del alemán medio con cierto
desprecio a los intelectuales y sabe sintonizar perfectamente con el
sentimiento generalizado. Sus supuestos deslices al comparar al máximo
dirigente soviético, Mijail Gorbachov, con el ministro de propaganda nazi
Joseph Goebbels y calificar de campos de concentración las cárceles en Alemania
Oriental le han beneficiado. Este licenciado en historia hace una
interpretación del pasado que ofende a más finas sensibilidades, pero que le
identifica con el alemán medio.
Identidad nacional
En la RFA no se está produciendo, pese al preocupante aumento
del NPD, de tendencia neonazi, un verdadero resurgir de tendencias de extrema
derecha. Sí hay, sin embargo, una sensación muy extendida de la necesidad de
recuperar una identidad nacional y dar por concluida la expiación de los
crímenes del nacionalsocialismo. La mayoría de los implicados en aquella página
negra de la historia alemana han muerto o son ya muy ancianos.
Para amplios sectores de la población, Kohl representa una
conciencia tranquila y la autoconfianza necesaria para afrontar los problemas
del pasado como lo podría hacer un gobernante francés o británico. Eso no lo
habían podido hacer los alemanes occidentales desde 1945.
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