El País, Tirana,
28.03.04
"La Europa de los 25 no sobrevivirá si no encuentra una
solución de progreso para los Balcanes. Y para que esto sea posible, los
kosovares han de saber que nunca volverán a depender de Belgrado". Fatos
Nano, primer ministro de Albania, no quiere utilizar la palabra
"independencia", pero es evidente que no habla de otra cosa. El statu
quo de Kosovo, viene a decir, es insostenible y nos lleva a la tragedia.
La propuesta de su homólogo serbio, Vojislav Kostunica, de "dividir en
cantones" la antigua provincia serbia nos depararía la catástrofe con
mayor rapidez. En los Balcanes todos hablan con rodeos, pero entre sí se
entienden. Lo grave es que quienes no acaban nunca por comprender estos
vericuetos en la región son los políticos occidentales, salvo los más duchos,
como Javier Solana. El primer ministro albanés intenta ya que entienda hasta el
último primer ministro de la Europa del bienestar el simple mensaje de que las
omisiones de acción en Kosovo y la creencia de que la subvención administrativa
todo lo cura pueden pagarse muy caras y muy pronto en Kosovo. Y que lo
pagaremos todos, pero algunos, como Albania o Macedonia, más que los demás.
Nano estuvo en Kosovo después de los violentos incidentes
entre la mayoría albanesa y la minoría serbia del 17 y 18 de marzo, que
causaron 31 muertos. Piensa que su intervención ha sido decisiva para poner fin
a lo que supuestamente comenzó como una protesta espontánea por la muerte de
tres niños albaneses en Mitrovica y pronto se convirtió en una operación de
limpieza étnica orquestada contra los serbios. Horas después de pronunciar
estas palabras en conversación con EL PAÍS, Nano viajaba a Washington a encontrarse
con Bush y manifestar, como otros candidatos al ingreso en la OTAN, su alarma
ante la situación.
Con pocas horas de diferencia, el viernes, Javier Solana
advertía a los líderes europeos en sesión cerrada en Bruselas que si la UE no
volvía a centrar su atención en Kosovo, la amenaza para toda la seguridad
europea podía adquirir dimensiones dramáticas. Cinco años después de la
intervención militar de la OTAN que acabó con la matanza de albaneses, Kosovo
reclama atención. El patio trasero de la UE ampliada amenaza de nuevo con
llenarse de muertos cuando el mundo ha entrado en una fase de inseguridad no
conocida desde la II Guerra Mundial, Oriente Próximo se hunde en la tragedia y
las bombas estallan en las sociedades del bienestar. En Tirana, Nano se reunió
con un pequeño grupo de interlocutores para advertir de que el
"limbo" en el que se halla Kosovo es insostenible y que el
protectorado de la ONU ha dejado de ser factor de estabilidad para convertirse
en amenaza. "El Gobierno de Kosovo no puede asumir responsabilidades,
luego es visto por todos como un ente sin autoridad. Quien no puede ejercerla
no puede reclamar a la población que la respete. Es un círculo vicioso que hay
que romper".
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