El País Martes,
18.01.05
COLUMNA
Pasado mañana se celebrará en Washington el acto solemne y
multitudinario que una mayoría de europeos hubiera deseado no llegara a
producirse nunca. Algunos incluso creyeron poder ayudar a impedirlo con
extrañas alianzas transatlánticas con más vocación misionera que la que decían
querer impedir. En un ambiente de exaltación patriótica, referencias e
invocaciones al Dios de los Padres Fundadores, himnos a la firmeza y a la
providencia y advertencias a los enemigos de la nación norteamericana, George
W. Bush será investido por segunda vez como presidente de los Estados Unidos de
América. La prensa mayoritaria y gran parte de la opinión pública europea
volverán a reírse de la simbología norteamericana, ridiculizarán al electorado
que le dio la mayoría al "tejano inculto", reiterarán los insultos
al "cowboy Bush" en el mejor de los casos y al
"asesino" en el peor y más común en ciertos sectores. Después de la
fiesta, es previsible que el presidente Bush se retire a celebrar este gran día
de su vida con su amplia familia, encabezada por el "daddy, Bush
padre, one term president", sin siquiera enterarse de lo
molestos que pueden estar, con el hecho de esta ceremonia, gentes tan diversas
como el francés Jacques Chirac, francés, y Gaspar Llamazares, asturiano de
adopción.
Lamentablemente, las diferencias transatlánticas actuales no
pueden ser reducidas a caricatura y las simplezas políticas tan omnipresentes
en las obscenidades patrióticas de una bolera republicana del medio oeste
norteamericano como en las supuestamente sesudas elucubraciones de agrupaciones
socialistas en Andalucía o Renania hacen mucha gracia mientras se ignoren las
consecuencias.
Lo cierto es que renueva su poder como máximo dirigente de
la única potencia mundial un líder que hoy cuenta mucho menos con sus aliados
europeos que cuando llegó al poder hace cuatro años. Eso a pesar de que
entonces se consideraba prácticamente omnipotente y hoy es consciente de que no
lo es. Hoy sabe que el peso de la nación que dirige, con ser inmenso, no le
garantiza la imposición de sus planes ni la seguridad interna y externa de sus
compatriotas. Pero aunque se sabe dependiente de pasos de coordinación
internacional, ya no apuesta por la ayuda y cooperación leal, ni siquiera con
la solidaridad retórica, de Europa. Bush no hace referencia ni una sola vez a
Europa y los aliados europeos en su larga entrevista a The Washington Post con
motivo de la ceremonia de investidura. A algunos aquí eso les dará igual o lo
considerarán una digna desvinculación consumada por parte de los europeos de
aquel "monstruo jefe de las Azores". Hoy ya es un hecho que en una
situación de extrema inseguridad internacional las esperanzas de una alianza
global a favor de los valores democráticos y en contra de un terrorismo
nihilista y mundial han quebrado. China, como era de esperar, no se siente
aludida por el problema y Rusia sólo lo aprovecha para consumar, bajo miradas
condescendientes, su retorno al zarismo con su jefe de la "Ojranka"
-perdón, KGB; perdón, FSB- firme al timón.
¿Y Europa? Las reservas, incluso la resistencia de algunos
de los principales estados europeos a apoyar hace tres años la respuesta de
Bush a las amenazas abiertas por el 11-S, eran muy legítimas dada la
prepotencia grotesca del equipo de neotrotskistas (más que neoconservadores)
del Pentágono. Pero pronto se convirtió en un abierto sabotaje a la política en
la que EE UU y Gran Bretaña han puesto los muertos para defender intereses comunes
a todos nosotros. Se verá, ganen o pierdan ellos, la gran apuesta de Irak. ¿Qué
pasa mientras tanto? Washington es consciente -también el iletrado Bush- de que
los determinismos históricos que manejan algunos europeos por pereza mental y
cierta dosis de cobardía provinciana son fantasmas que hoy rechazaría hasta un
Hegel redivivo. Y que la historia está tan abierta -también al desastre para
todos- que Europa no puede asistir a episodios trascendentes como Irak con esa
inactividad y mirada condescendiente de quien pretende no ir, con el
viejo-nuevo presidente Bush, en el mismo paquebote en semejante corriente.
Todos ahogados, nadie tendría errores estéticos que lamentar.
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