El País Martes,
12.10.04
COLUMNA
El Gobierno español ha decidido rectificar su reciente
decisión de no invitar a miembros significativos de la oposición cubana a la
recepción que hoy se celebra en nuestra Embajada en La Habana con motivo de la
Fiesta Nacional. Hoy, por tanto, acudirán a la Embajada de España algunos de
los hombres y mujeres que creen en un futuro en libertad para Cuba y tienen el
coraje de luchar a cara descubierta contra un régimen que en su carrera hacia
cotas mayores de miseria moral ya sólo compite con Corea del Norte. En las
últimas semanas han surgido insistentes rumores de que el nuevo Gobierno
español proyecta un giro en su política hacia La Habana, que se vieron
confirmados en una respuesta parlamentaria del ministro de Asuntos Exteriores,
Miguel Ángel Moratinos, en la que abogaba por buscar nuevas fórmulas, ya que la
congelación de la actividad diplomática es "una medida irracional que no
va a ninguna parte". Y los disidentes invitados en pasados años no habían
recibido invitación alguna hasta hace unos días, cuando todos los demás
invitados ya la tenían en su poder. Muchos ya no la esperaban. Otros, como el
poeta Raúl Rivero y decenas de opositores que literalmente se pudren en las cárceles
de la isla, no la esperaron en ningún momento.
El motivo de tanta duda hamletiana a la hora de seleccionar
invitados no es otro que el boicot impuesto por las autoridades cubanas a toda
recepción en embajadas en La Habana a las que acudan miembros significados de
la oposición. El régimen de Fidel Castro no sólo persigue implacablemente a
todos los que luchan pacíficamente por acabar con la pesadilla en que se ha
convertido hace ya décadas. También quiere arrebatarles el mínimo
reconocimiento a la dignidad que ellos tienen y de la que tanto carecen los
funcionarios del partido y del Estado cubano, que con su ausencia quieren
chantajear a España y a todos los miembros de la Unión Europea. Los demócratas
bajo una dictadura saben muy bien lo que supone para su lucha el apoyo
constante y consecuente de las democracias fuertes del mundo. Lo saben las
sociedades del Este europeo, pero también los españoles debieran acordarse de
la protección recibida durante el franquismo y los socialistas debieran
recordar más a Olof Palme, a Willy Brandt y a Bruno Kreisky cuando caen en la
tentación de supuestos pragmatismos en su relación con satrapías, caribeñas o
no. Vaclav Hável, perseguido, encarcelado y amenazado de muerte por el régimen
comunista, debe su vida a la continua solidaridad de las democracias. El
inolvidable Andréi Sajarov habría muerto como un perro en prisión si el Kremlin
no hubiera sido consciente de que millones de demócratas en todo el mundo
velaban por su suerte. Hoy Sajarov es Raúl Rivero.
Es cierto que no ha habido avances en las relaciones con
Cuba. También lo es que se debe a que el régimen ceja en su política de
represión y aniquilación del adversario político. Cualquier tentación de
ganarse las simpatías de esta dictadura cediendo a sus exigencias e ignorando a
sus víctimas se califica por sí sola. Difícil va a ser convencer a nadie de
que, a estas alturas de la tragedia y farsa del comunismo cubano, el Gobierno
español va a lograr dulcificar la tiranía otorgándole cariño y diálogo mientras
abandona a su suerte a los demócratas. Quien otorga respeto a un régimen como
el de La Habana está cerca de que se lo pierdan a él. Es realmente inverosímil
-pero cierto- el hecho de que aún exista gente, más allá de los amamantados por
el régimen, decidida aquí a creerse y convertir en política de Estado esa
monserga de que Castro se porta mal porque está aislado y que algo de compañía
de la izquierda europea lo induciría a reformas conmovedoras. Y que quien
critique al régimen por algo más que por alguna chapuza es un lacayo de Bush,
un reaccionario y quizás legionario de Cristo. Éste es el mensaje de esa
"oposición moderada", con Eloy Gutiérrez Menoyo a la cabeza, esos
disidentes que sólo disienten de quienes, unos en las cárceles o en el exilio y
otros hoy en la Embajada de España, no han convertido la mentira en su medio de
vida. Así se reparten los papeles quienes encarcelan a la disidencia y quienes,
elevados a los altares del Zeitgeist y la corrección política, la difaman.
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