El País Martes,
06.07.04
COLUMNA
Hay ocasiones en las que con mera mala fe o buenas dosis de
estulticia se consiguen colmar máximas expectativas. Como el derribo de
monumentos de la civilización más culta y piadosa. Eso sí, siempre ayudados por
la buena fe recurrente de aquellos que dicen que no pasa nada cuando tiembla el
suelo y los muebles se deslizan violentamente hacia las esquinas de las
habitaciones. "No es un terremoto amigos, solo es talante innovador.
Estamos renovando decoraciones". El Partido Socialdemócrata más antiguo
del mundo, el SPD, el partido que más bienestar, seguridad, prosperidad y
autoestima ha logrado en su historia para un maltratado y humillado pueblo
alemán, puede estar al borde de la extinción, agotado en la incompetencia, la
vanidad y la mezquindad de sus dirigentes y peor aún, sobre todo talantes de
sus militantes.
En los años veinte y treinta del siglo XX como a finales del
siglo anterior, los individuos que se consideraban libres o querían serlo
sabían que había una palabra sagrada que nadie podía pronunciar en vano pero
todos debían cultivar como el bien que tejía la emoción entre los individuos
para forjar un mundo soñado pero posible en el que nuestros hijos y nietos
fueran mayores y mejores, más sanos y más cultos, más conscientes de sus
derechos y más compasivos con todo lo ajeno, era la palabra solidaridad.
Ayer se anunció que el SPD, en Alemania -ese gran ejemplo político para
actuales congresistas españoles y locomotora europea tísica actual- va a tener
su primera gran escisión desde la ruptura que demócratas y lacayos de la
dictadura tuvieron después de la patética orquestación del experimento social
criminal bolchevique.
Buena suerte a todos. El señor Franz Walter, profesor de la
Universidad de Göttingen y uno de los líderes de la escisión en el SPD no es
peor militante de ese gran y noble partido que es el SPD que su hasta ahora
máximo dirigente Gerhard Schröder, canciller a la sazón de Alemania y uno de
los grandes problemas objetivos que Europa tiene hoy en día. Si la izquierda
alemana tiene otra vez necesidad de encontrarse con caracteres nulos como Oskar
Lafontaine es porque tiene líderes como Schröder y disidentes como Walter y
gentes con un mínimo carácter como Franz Münterfering que intentan con
obstinados fracasos hacer entender a los votantes de la izquierda que la fiesta
se ha acabado y que aquel término tan en desuso de la solidaridad es el único
que puede hacer de Alemania -también de Francia por cierto- un mar de
individuos que no sean unos meros fracasados que se lamen sus heridas en el
rencor y la impotencia como hicieron alemanes y franceses, unos en Weimar y
otros en Vichy, echando la culpa de sus miserias a los "sabios de
Sión" entonces o a los trotskistas del Pentágono ahora.
Comenzamos a leer divertidas disquisiciones de aquellos que
sugieren que la ampliación no ha sido sino la ofensiva masiva de la quinta
columna atlantista en el cuerpo incorrupto de la Europa europea y europeísta.
Europa nunca ha sido el club elegante que regala cargos a ciertos intelectuales
más o menos pelmazos sino un proyecto que recondujera desde la tragedia
insólita e incomprensible de dos grandes guerras a una vida en común de quienes
somos europeos porque sí, no porque lo diga alguien en el Elíseo o en alguna
cátedra de la Jean Monet.
Alemania está a punto de convertirse en un país fracasado
del que solo surgirán rencores y gentes sin otro aprecio en la vida que la
revancha y ese triste recurso de echar la culpa a todos los demás de las
tragedias y los sinsabores propios. El SPD roto, un partido postcomunista como
el PDS que sigue siendo una banda de cuadros de una dictadura que se remueve y
no descansa en el basurero de la historia no son realmente lo que nos mueve al
optimismo histórico a quienes sabemos de las miserias del pasado. Unos partidos
socialistas enfermos de corrupción, enfermos con ansias de armonía o galopantes
en su entusiasmo de arreglarlo todo con quienes quieren destruir su propio
espacio histórico territorial o político son felices en sus citas sociales y
nos prometen un buen amanecer. Paces por separado para todos y Schröder en
Perpiñán. Nos destruyen pero prometen no matarnos. Por ser nosotros.
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