El País Viernes,
26.11.04
REPORTAJE
Cartas de Mengele revelan que murió creyendo en el
superhombre ario
El que fuera médico de Auschwitz criticaba a otros nazis
porque habían mostrado arrepentimiento
Era probablemente la persona y el nombre que mejor ha
simbolizado todo el horror del nacionalsocialismo y del holocausto. Mucho se ha
escrito sobre la vida y la mente diabólica de Hitler, sobre el fanatismo de
Goebbels, la falta de escrúpulos de Göring, el sadismo de Himmler o el
escalofriante rigor burocrático de Eichmann. Pero en ninguno de ellos confluyen
como en el doctor Josef Mengele -conocido como el ángel de la muerte del
campo de exterminio de Auschwitz-, teoría y práctica del holocausto, de la
selección racial y el experimento científico con seres humanos.
Aún hoy tiemblan los supervivientes cuando recuerdan la
espigada figura del médico y capitán de las SS en la tristemente célebre
"rampa de la muerte" de Auschwitz seleccionando entre los prisioneros
a quienes podían trabajar, quienes iban directamente a la cámara de gas y a los
niños, mujeres y hombres con peculiaridades físicas que utilizaba para sus
experimentos. Su siniestra fama se convirtió en terrible leyenda cuando
desapareció después de la guerra. Durante 34 años vivió huido e impune, bajo un
sinfín de nombres, protegido por otros nazis en Latinoamérica, hasta que en
1979 murió ahogado en una playa de Brasil. Los intentos de localizarlo y
capturarlo fracasaron siempre. Hasta 1985 no se pudo confirmar su muerte.
Ahora, 25 años después de ahogarse en la playa brasileña de
Bertioga, salen a la luz unas cartas inéditas suyas a amigos y familiares que
demuestran que Mengele murió como un nazi convencido y firme defensor de la
pureza aria como defensa contra el contagio de debilidades y vicios de las
"razas inferiores". Son 85 escritos confiscados hace 20 años en la
casa de amigos suyos y después olvidados en los archivos de la policía
brasileña. Ahora han sido traducidos del alemán y publicados por el
diario Folha de São Paulo. Son testimonios banales de la vida de fugitivo
de quien sin duda fue uno de los asesinos más crueles y sofisticados de la
historia. Pero una y otra vez aparecen comentarios y reflexiones que revelan a
un Mengele que de nada se arrepentía y seguía obsesionado por la pureza de las
razas superiores y la validez de los principios ideológicos del nazismo a los
que de forma tan destacada sirvió.
En uno de los documentos, destinado a su diario en 1976,
escribió que estaba leyendo las memorias de Albert Speer, el que fuera ministro
de Armamento y arquitecto favorito de Hitler. Speer, juzgado en Núremberg,
escribió sus memorias mientras cumplía los 20 años de condena que le fue
impuesta. El ángel de la muerte ve en el libro disculpas y lamentos
inaceptables. "Se ha humillado [Speer] y se muestra arrepentido, lo que
resulta muy lamentable", comenta Mengele. Aunque en ninguna de las cartas
aparece referencia a su paso por Auschwitz, sí hay frecuentes comentarios sobre
el "peligro de la mezcla de razas siempre que no sean muy similares".
Según dice en 1972, Latinoamérica "corre un serio peligro si disminuye el
peso de las razas nórdicas; la civilización creada por los europeos en otras
partes del mundo sólo es ejemplo de éxito allí donde los blancos no se han
mezclado". Y elogia la segregación racial de Suráfrica, entonces en su
cenit. A EE UU le augura un futuro de ruina por "su exceso de
mezcla".
En otra carta protesta porque una sobrina suya tiene un
novio de origen alemán que no comparte "la ideología aria". Mengele
vivió tres años escondido en Baviera tras la guerra y después, gracias a las
redes de apoyo nazis, huyó a la Argentina de Perón; después, a Paraguay, y
finalmente se instaló en Brasil. Allí murió sin ser juzgado siquiera por su conciencia,
como revelan sus escritos después de 34 años de ser uno de los criminales más
buscados del mundo.
Imágenes de Mengele manejadas por la policía de
Brasil. AP
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