Por HERMANN TERTSCH
El País, Belgrado,
26.06.91
Todas las presiones internacionales ejercidas en los últimos
meses y semanas sobre Eslovenia y Croacia para impedir que proclamaran su independencia
han sido baldías. Han sido masivas las advertencias en contra de estas medidas
unilaterales, pero Eslovenia y Croacia dan un paso para el que sus
Gobiernos y Parlamentos respectivos se ven legitimados por un apoyo masivo y
directo en referéndum. Las dos repúblicas no están dispuestas a seguir en una
federación como la existente, que les somete a la condición de rehenes del
régimen hegemonista serbio. Se lamentan de que el interés de EE UU y la CE por
preservar Yugoslavia no se mostrara antes, hace tres años, cuando aún se podía
haber logrado una vía democrática conjunta. Pero entonces nadie presionó a
Serbia para poner fin a su implacable política represiva en Kosovo, -donde
comenzó la disolución del Estado federado- o al hostigamiento político, económico
y después armado contra las repúblicas septentrionales.
La ofensiva de la CE en favor de una "unidad
yugoslava" llegó hasta el punto de enviar al representante del minúsculo
Estado luxemburgués, De Poos, a Zagreb para convencer a Croacia de lo terrible
que sería romper con la federación y convertirse en un Estado pequeño. Según
los croatas, "parecía una broma". Las presiones se recibieron con
estupor y amargura, pero también con la convicción de que el paso que se da hoy
obligará a Europa a adoptar una posición más realista y menos cómoda.
Vieja aspiración
La comodidad, la pereza intelectual y el mal asesoramiento
por parte de las embajadas en Belgrado ha hecho ignorar que estas dos
repúblicas siempre afirmaron su deseo de crear una nueva Yugoslavia confederada.
También se considera un sarcasmo en Zagreb el apoyo europeo
al primer ministro Markovic, un hombre nombrado por la ya disuelta Liga de los
Comunistas, sin legitimidad alguna y que perdió toda elección a la que se
presentó. Markovic vende bien sus ideas de reforma económica en Occidente, pero
nadie parece preguntarle por su viabilidad, se subraya en Zagreb.
El reformista Markovic, que amenaza ahora a Croacia y
Eslovenia con los tanques, nunca denunció a Serbia por su política en Kosovo,
ni a su propio ministro de Defensa por armar a insurrectos serbios en Croacia,
ni a Milosevic por imprimir dinero por cuenta propia. Croacia y Eslovenia
consideran que si Milosevic es el responsable del óbito de la federación de
Yugoslavia, Markovic intenta reflotar el cadáver para no ahogarse él mismo.
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