Por HERMANN TERTSCH
El País, Zagreb,
20.05.91
El primer ministro yugoslavo, Ante Markovic, -al que hace
tan sólo un mes se concedían pocas semanas al frente del Gobierno federal-,
intenta salvar la última institución yugoslava civil con cierta, aunque mínima
capacidad operativa. Ya hay quién califica su nueva iniciativa de golpe blando
al apuntar que constituye la única alternativa al duro que podría producirse de
quedar las fuerzas armadas bajo el único mando de los viejos generales y
oficiales medios, en su inmensa mayoría serbios.
La disolución de los órganos federales yugoslavos parece
irrefrenable, con la presidencia colectiva rota desde el jueves pasado y un
Parlamento federal cuyas resoluciones, cuando se dan, todos ignoran por igual.
El ejército amenaza con convertirse en único Poder panyugoslavo y, como tal,
autónomo en sus decisiones.
Markovic quiere aprovechar que aún cuenta con el apoyo del
sector federalista del ejército para dotar a su Gobierno de un poder que le permita
imponer nuevas reglas de juego a las repúblicas y mantenerse como interlocutor
de occidente de donde tiene que llegar la ayuda para evitar una catástrofe
económica ya anunciada.
Según el semanario croata Globus, una opción seriamente
debatida entre Tudjman y Milosevic en una reunión secreta mantenida hace
semanas es la de un movimiento masivo y forzoso de población con expulsión de
etnias minoritarias en Yugoslavia e intercambio de centenares de miles de
serbios y croatas.
Con objeto de respetarse mutuamente el territorio, Tudjman y
Milosevic estudiaron supuestamente enviar a Croacia a todos los croatas de
Montenegro, Vojvodina y Serbia.
Los serbios de las regiones croatas de Krajina y Eslavonia
emigrarían a Serbia, a Vojvodina y a Kosovo. Para hacerles sitio, serían
expulsados hacia Hungría los húngaros de Vojvodina, los búlgaros de Serbia
hacia Bulgaria y los albaneses de Kosovo hacia Albania
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