Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Bucarest
El País Miércoles,
01.05.91
ENTREVISTA: UNA DIFÍCIL TRANSICIÓN
ION LLIESCU, PRESIDENTE DE RUMANÍA
A punto de cumplirse un año de las primeras elecciones
multipartidistas en Rumanía, este país ha desaparecido de las primeras páginas
que ocupó durante la violenta caída del dictador Nicolae Ceausescu y los
tormentosos meses que siguieron. Últimamente, Rumanía aparece esporádicamente ante todo con muestras de la desolación y miseria legadas por la dictadura. EL
PAÍS ha recabado en Bucarest la opinión de los máximos dirigentes de la nueva
Rumanía, el presidente, Ion Iliescu, y el primer ministro, Petre Roman, sobre
lo hasta ahora realizado, los peligros que acechan a la aún frágil y
cuestionada democracia, y las expectativas de incorporarse realmente a Europa.
El presidente de Rumanía, Ion Iliescu, de 61 años, cree que
ya no es posible ser comunista; pero hablando del fracaso histórico de la
ideología que profesó y a la que sirvió durante muchos decenios, sólo alude a
su derrota económica y tecnológica y hay que recordarle el fracaso moral.
Pregunta. Señor presidente, algunos rumanos dicen que
desde la caída de Ceausescu no ha cambiado nada; otros, que demasiado y para
mal. ¿Dónde ve usted los peligros, dónde los avances?
Respuesta. Ya la
existencia de estas opiniones divergentes y el hecho de que se puedan expresar
libremente demuestran que han cambiado muchas cosas. Si cambió algo
fundamental, es la existencia de la libertad de expresión. Aquellos que niegan
los cambios se autodesmienten demostrando la libre expresión. Los principales
avances están en el campo político. Se ha reafirmado el sistema
pluripartidista. Hay más de 200 partidos políticos, lo que no es bueno, pero al final habrá una selección y ubicación del panorama político.
P. Pero incluso en el Parlamento hay quejas de que la rápida
labor legislativa no tiene efectos sobre la vida real, de que Bucarest es un
motor político que no tiene respuesta fuera, donde todo sigue igual.
R. Otros, por el contrario, dicen que Bucarest pierde el
tiempo con la controversia política y la agitación verbal, mientras las
provincias trabajan. Las opiniones sobre el ritmo [del cambio] son muy
controvertidas. El Parlamento ha realizado un volumen enorme de trabajo. Tocan
todos los dominios de la vida pública y particularmente aquellos que deben
promover la reforma económica. Este es el otro gran problema. Insisto en que en
el plano político hemos avanzado, con todas las controversias que son
naturales. A partir de ahora nuestros problemas principales están en el campo
económico-social. Hay dos objetivos fundamentales en el programa de reforma
política aprobada por el Parlamento: asegurar la eficacia económica y
establecer medidas de protección para limitar en lo posible los costes
sociales.
El temor del golpe
P. Un ministro, sin embargo, el de Defensa, Victor
Stanculescu [que ayer pasó a ocupar la cartera de Industria], dijo
recientemente que en la economía no se mueve nada, pide competencias en este
terreno y va más allá diciendo que, aunque espera que nunca se dé la necesidad
de un golpe militar, él nunca se evadirá de sus responsabilidades. ¿Cómo
interpreta estas palabras?
R. Stanculescu ha negado haber dicho que asumiría la
dirección de un golpe de Estado. También dijo que el Ejército rumano no
recurrirá a ese tipo de acciones. Pero en el plano teórico, con la sociedad en
profunda crisis social y económica, generando focos de descontento en varios
sectores de la población, podría darse la oportunidad para este tipo de
actuación hacia una dictadura de cualquier signo. Se está especulando mucho
sobre ello y hay quienes maniobran y buscan encontrar en Stanculescu la
disposición para esta idea [del golpe] que él ya ha negado. Tampoco en el
estado de ánimo del Ejército rumano hay un terreno fértil ahora para una
actuación de este tipo.
P. Las suspicacias occidentales se debieron en gran parte a
los trágicos acontecimientos de Junio, que nos gustaría nos explicara el
presidente.
R. Desde la revolución han pasado más de 450 días, y la
prensa extranjera sólo se fija en dos, no tres, dos. No en el 13 de junio, sino
en el 14 y el 15. Y con ellos quieren demostrar que en Rumanía no hay
democracia. Fue tres semanas después de las elecciones cuando el electorado
rumano decidió claramente su opción política, tanto sobre la institución
presidencial como sobre el Parlamento. Las fuerzas de la oposición ya antes de
las elecciones habían intentado cambiar las estructuras provisionales del
poder, porque he tenido enfrentamientos violentos en enero, febrero, marzo.
Cuando se iba a constituir el Parlamento para validar los mandatos en reunión
de las dos cámaras, las fuerzas extremistas, que utilizaron durante la campaña
a los elementos reunidos en la plaza de la Universidad, han organizado una
auténtica provocación, con ataques a la policía, incendio de vehículos, asalto
de la Jefatura de Policía, Ministerio del Interior y televisión con violencia
extrema. Esto creó un tremendo espanto entre la población. Nos recordó a todos
la sublevación de los legionarios (fascistas) de 1941, entonces derrotada por
el Ejército. Sin embargo, ahora, estas fuerzas se aprovechaban de la debilidad
de las fuerzas del orden.
P. ¿Y dónde estaba el Ejército? ¿No le pidió que interviniera?
R. El Ejército tomó una posición de neutralidad. Sólo al
final colaboró en el restablecimiento del orden público. Tienen que comprender
el elemento psicológico de aquel momento. Se habían levantado cargos contra
mandos del Ejército sobre su papel en la revolución de diciembre. Policía y
Ejército estaban acomplejados. El levantamiento no se habría producido sin la
inefectividad de la policía y la inercia del Ejército. La población se sintió
agredida en su opción política. Aparecieron en Bucarest grupos de gente para
defender las instituciones, entre ellos grupos de mineros. El día 13 murieron
seis personas, las únicas víctimas mortales. Los mineros vinieron en sus
uniformes y los reporteros tomaron imágenes de las atrocidades cometidas por
ellos, pero no mataron a nadie.
P. Luego usted no lamenta haber llamado a los mineros,
porque es claro que éstos llegaron organizados.
R. Lamento todo lo ocurrido, inclusive la llegada de los
mineros, pero no puede juzgarse de forma simplista. Lo normal en un Estado de
derecho es que el orden lo protejan los órganos de orden público. Pero cuando
éstos son incapaces no se puede juzgar a los ciudadanos que defienden su orden
constitucional. La reacción de los mineros fue espontánea.
P. Cambiando a la política internacional, Rumanía ha logrado
romper el aislamiento con Europa, pero sigue teniendo serios problemas con
Estados Unidos. ¿No resulta paradójico que Washington diera cláusula de máximo
favorecimiento a Ceausescu y se la niegue a ustedes?
R. Hay cambios positivos en Estados Unidos y el Reino Unido.
Pero Washington mantiene sus reservas y no entendemos sus criterios, que no son objetivos. Como dice usted, la opinión pública no entiende aquí cómo a
Ceausescu se le concedía la cláusula de nación más favorecida y ahora no la
restablecen.
P. Usted ha hecho su carrera en un sistema comunista, ha sido
testigo de una de las mayores perversiones de ese sistema y ha visto cómo han
caído estos regímenes. ¿Cómo ve el hundimiento de este proyecto histórico e
ideológico, cómo ve al Iliescu comunista?
R. Lo que ha sucedido ha sido una respuesta al dogmatismo
que ha sido fundamento del Estado y a la práctica social en unos Estados
totalitarios que no reflejaban de manera alguna los fundamentos ideológicos del
socialismo. Esta práctica social ha fracasado porque ha ignorado elementos
objetivos del desarrollo contemporáneo. Nos encontramos en una sociedad de
producción de mercancías basada en una relación dinero-mercado extendida a toda
la economía mundial. Y nuestros países eran parte de esta economía. Al ignorar
las leyes fundamentales de esta sociedad e imponer el factor político a los
demás factores llegó el fracaso y se entró en contradicción con el curso mismo
del desarrollo humano.
Hundimiento del sistema
P. Usted habla del hundimiento del sistema como un mero
fracaso técnico-económico. No hace mención de su fracaso moral, de la cantidad
de víctimas que produjo, de su represión.
R. Este sistema no podía sobrevivir sin recurrir a
instrumentos de represión. Todos estos regímenes degeneraron en despotismo. Los
factores políticos de dominación se imponían por la fuerza.
P. Por lo que dice, usted ya no es comunista, pese a que
como tal le tachan los manifestantes en la Universidad.
R. Ya es imposible [serlo]. Los cambios han sido muy
profundos, tanto para la sociedad como para los individuos. Aquello [las
acusaciones de ser comunista] son eslóganes de batalla política que no tienen
nada que ver con el análisis del proceso ni con los ciudadanos. Los cambios no
se producen sólo en la economía y en la política, también en las relaciones
humanas, en los individuos y en la psicología moral. En el pasado, nuestro país
entró en una grave crisis moral y recuperarse llevará aún más tiempo que la
recuperación económica.
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