Por HERMANN TERTSCH
El País, Osijek,
05.08.91
Josip Martinovic mostraba muy orgulloso el kalashnikov que
le había entregado el Ayuntamiento de Osijek cuando se alistó en la Guardia
Nacional croata. Agradecía con un "¡Viva España!" las varias
invitaciones a cerveza en el bar Royal de Osijek, y le había encantado Lloret de
Mar cuando estuvo allí hace dos años con su mujer y su hija mayor, meses antes
de nacer la segunda. De esto hace menos de un mes. Hoy, Josip está muerto. No
había cumplido aún los 24 años cuando el pasado jueves murió en la vecina
localidad de Dalj, en la mayor batalla que hasta la fecha se ha dado en la cada
vez más cruenta guerra serbo-croata en la región croata oriental de Eslavonia.
La milicia serbia asegura haber enterrado 82 cadáveres croatas: 35
identificados y el resto en una fosa común. También entregó tres a la Cruz Roja
para su traslado a Osijek.
La guerrilla serbia controla totalmente Dalj, si bien ayer
aún registraba casa por casa y se oían tiroteos ocasionales en este pueblo de
típica población mixta de la región. Croatas y serbios formaban, a partes
iguales, en torno al 80% de los habitantes. El resto eran húngaros. La
comisaría y la escuela, donde policía y ciudadanos croatas se habían hecho
fuertes ante el ataque de la milicia serbia, no son ya más que algunas paredes
maestras y montones de escombros ensangrentados.
Capa de sangre
"En la escuela y en la panadería de un albanés católico
hay partes que están cubiertas con una capa de sangre de varios centímetros de
grosor. Está estancada y coagulada. Hay botas completamente encharcadas de
sangre, grumos de sangre pegados por la pared, larguísimos regueros de sangre
entre ladrillos, cayendo por escalones, grandes manchas de sangre seca sobre
los muebles. Es absolutamente terrorífico", manifestaba Andrzej Gustinic,
uno de los primeros periodistas en entrar en Dalj con la milicia
serbia. Dirigida desde Borovo Selo, a tan sólo cinco kilómetros, la milicia
serbia tuvo sólo siete bajas, según aseguran sus mandos. También insisten en
que en su ataque no recibieron ayuda del Ejército, como asegura la parte
croata. El Ejército federal controla todos los accesos a Dalj e impide así todo
contraataque de las fuerzas regulares croatas para reconquistar esta
nueva cabeza de puente que la milicia serbia ha creado en territorio croata, a
orillas del Danubio. Según aseguran, su cometido es evitar enfrentamientos.
Sin embargo, el hecho de que las fuerzas militares
yugoslavas -compuestas ante todo por reservistas serbios- en esta región nunca
hayan impedido los ataques y las conquistas de territorio croata por las
fuerzas serbias ha hecho perder toda credibilidad al Ejército entre la
población croata.
"Son todos cetnik ", dice la joven Ilia,
de Osijek, amiga de Josip Martinovic, equiparando el Ejército a los grupos
serbios nacionalistas que dirigen la insurrección armada de la población serbia
en Croacia oriental. "Éste es el nuevo símbolo del Ejército
yugoslavo", dice un cartel en la plaza central de Osijek que muestra la
estrella roja con una cruz gamada en el centro.
El sábado, los niños de Osijek, los que no han sido enviados
a sitios más seguros de Croacia o al extranjero, se dedicaban a llenar sacos de
arena para nidos de ametralladoras en las confluencias de calles del centro y
para proteger las ventanas de los sótanos en donde se han creado los refugios
antiaéreos.
Como si se tratara de meterles prisa, los aviones del
Ejército federal, que ya han atacado otras localidades croatas, como Ilok y
Kostajnica, realizaron este fin de semana vuelos rasantes sobre la ciudad.
Bases serbias
"La prueba más fehaciente de que estamos en guerra es
que los pocos coches que circulan lo hacen también por dirección prohibida. Las
reglas civiles, la paz, han sido suspendidas", dice Goran, un estudiante
que vive en Yugdva, un suburbio de Osijek cercano a la aldea de Tenja, donde la
milicia serbia ha logrado montar una de sus bases. Desde que la población serbia
de una de las partes en que está hoy dividida la aldea dio entrada a las
fuerzas guerrilleras, Goran, como muchos de sus vecinos croatas, no duerme
bien.
El barrio donde vive este estudiante es el objetivo más
frecuente de los ataques con morteros desde la aldea vecina, que es una de las
avanzadillas en la continua ofensiva de las fuerzas serbias para sitiar Osijek,
la capital de la región de Eslavonia. La principal carretera que une Osijek con
Djakovo ya estaba ayer en inminente peligro de quedar fuera del control de los
croatas.
"¡Quién sabe si mañana estaré vivo!", dice Goran
al despedirse antes de que caiga definitivamente el sol, ya que con la llegada
de la noche el trayecto hasta su casa es demasiado peligroso. "Llevamos
tres días relativamente tranquilos, si exceptuamos la granada de mortero que
mató ayer a un niño de nueve años", añade como si quisiera convencerse de
que el peligro se aleja.
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