Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
06.05.91
Moscú intenta evitar que sus antiguos aliados liguen su
seguridad a la de Occidente
Los antiguos aliados de la Unión Soviética en el Pacto de
Varsovia se ven sometidos en las últimas semanas a crecientes presiones de
Moscú para el establecimiento de acuerdos bilaterales que limitarían la
soberanía de estos países en materia de seguridad. Hungría, Polonia, Bulgaria y
Checoslovaquia han denunciado los intentos de la URSS de imponer unos acuerdos
bilaterales con sus antiguos aliados que contendrían una cláusula impidiéndoles
"entrar en alianzas contrarias a la URSS".
Todos estos países temen que un acuerdo en tales términos
pueda ser interpretado por la URSS en detrimento de su soberanía para cerrarles
la puerta de ingreso en la Comunidad Europea, la OTAN u otras estructuras de
seguridad que puedan emanar de Europa occidental. Rumanía es el único ex miembro
del Pacto de Varsovia que ya ha firmado un acuerdo con la URSS en dichos
términos. El presidente rumano, Ion Iliescu, justificó en declaraciones a EL
PAÍS su firma, señalando que "anula los acuerdos anteriores" y
liquida así el "marco internacionalista" y comunista de las
relaciones bilaterales. Iliescu calificó de "lógico" que un acuerdo
de "amistad y cooperación" incluya una cláusula que impide a
cualquiera de los firmantes entrar en alianzas "contra el otro".
El acuerdo, según reveló Iliescu, había comenzado a
negociarse en enero de 1990, es decir, semanas después de la caída del dictador
Nicolae Ceausescu, y por parte de un Gobierno provisional rumano. La oposición
en Bucarest lo considera una prueba de la connivencia soviética con la
dirección rumana actual, que considera continuadora del régimen comunista.
La cláusula que la URSS quiere imponer en todos estos
acuerdos bilaterales impediría a los Estados firmantes un eventual ingreso en
la Alianza Atlántica que todos ellos ven de una u otra forma como la
organización de la que deberá emanar la nueva estructura de seguridad global
europea en el futuro.
La URSS parece temer que una Alianza Atlántica ampliada
establezca sus nuevos límites en la propia frontera occidental. Por ello,
intenta de nuevo crear una franja de seguridad entre la OTAN y su
territorio por medio de dichos tratados bilaterales.
Endurecimiento soviético
Las negociaciones entre Moscú y sus aliados, excepto la
citada Rumanía, están prácticamente paralizadas ante un claro endurecimiento de
la posición soviética que se ha hecho patente con la sustitución en el
ministerio de Asuntos Exteriores de Edvard Shevardnadze por Alexandr
Bessmertnij.
Los Gobiernos democráticos de Checoslovaquia, Polonia y
Hungría intentan recabar ayuda en Occidente para frenar lo que muchos
interpretan como un intento de Moscú de frenar el proceso de disolución de su
hegemonía en Centroeuropa. El paso más claro en este sentido en los últimos
meses fue la llamada del presidente checoslovaco, Vaclav Havel, a la OTAN a
abrir sus puertas a las nuevas democracias centroeuropeas.
Por otro lado, Varsovia, Praga y Budapest han comenzado a
integrar sus esfuerzos en el campo de la defensa con acuerdos como el firmado
recientemente en la localidad húngara de Visegrad. Los iniciales y titubeantes
pasos hacia una especie de federación centroeuropea han sido
abandonados para adoptar una posición netamente occidentalista y evitar
precisamente quedar como una franja finlandizada entre la Gran Alemania y la
URSS.
La alarma en Varsovia, Praga, Budapest y Sofía se incrementó
tras un discurso del viceministro de Exteriores soviético, Yull Kwitsinski, en
Praga la pasada semana, en el que habló de la creación de estructuras consultivas para
sustituir al Pacto de Varsovia, disuelto oficialmente el pasado día 1 de abril.
Kwitsinski habló de los legítimos intereses históricos y geopolíticos de la
URSS en Europa central, lo que en las capitales afectadas evocó la
retórica brezneviana.
Posición de Polonia
La retirada de las tropas soviéticas de estos países está en
marcha, y quedará completada este verano en lo que a Hungría y Checoslovaquia
se refiere. No obstante, en Polonia aún hay más de 50.000 soldados soviéticos y
la posición geoestratégica de este país, arropada por el contingente
de 350.000 hombres estacionados aún en el territorio de la antigua República
Democrática Alemana, hacen temer a Varsovia que Moscú trate de imponer una
singularización de las relaciones soviético-polacas que limiten la soberanía
del nuevo Estado democrático polaco.
Los Estados ex socialistas se ven forzados a grandes equilibrios
negociadores dada su continuada dependencia de la URSS en materias primas y en
piezas de recambio para los equipos de sus Fuerzas Armadas, en su práctica
totalidad de procedencia o licencia soviéticas. No obstante, están decididos a
defender su recién recobrada soberanía, aun a costa de la irritación de Moscú,
fomentada ésta por los círculos conservadores y militares hoy en alza y que han
reinstaurado la imagen de la OTAN como el "enemigo imperialista".
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