Por HERMANN TERTSCH
El País, Osijek,
06.08.91
La localidad de Sarvas se convirtió en uno de los
principales escenarios de combate entre serbios y croatas
Todos los habitantes han huido de Sarvas, en Eslavonia, una
aldea croata de modesto bienestar convertida en un pueblo fantasmagórico. Sólo
miembros de la Guardia Nacional croata patrullaban ayer. Disparan
esporádicamente sus ametralladoras contra francotiradores reales e imaginarios
escondidos en el maíz, que ya está muy alto y promete una buena cosecha que se
pudrirá en los campos.
FRENTE A FRENTE, EN LAS TRINCHERAS DE ESLAVONIA
La iglesia católica de
Sarvas, en Eslavonia, ya no tiene campanario. El cañonazo de un carro de
combate del Ejército federal yugoslavo lo destruyó hace cuatro días, dejando la
campana descabalgada, peligrosamente inclinada en lo alto de la ruina. El
supermercado de enfrente, con los escaparates cosidos a balazos, tiene aún las estanterías
repletas de artículos. Presumiblemente, seguirán estándolo durante algún tiempo
ya que en Sarvas ha dejado de haber demanda de alimentos ante la huida de sus
habitantes.
La Guardia Nacional croata trajo ayer un camión que portaba
una ametralladora pesada protegida por un blindaje artesanal. El arma es
moderna y puede que sea efectiva contra una ofensiva de los guerrilleros
serbios que se hallan en Bjelo Brdo, a tan sólo kilómetro y medio; pero no
servirá de nada contra los tanques de las fuerzas federales que se encuentran
inmediatamente detrás de la vanguardia serbia.
En la primera fila de casas, hacia el frente, en un pequeño
chalé a medio construir, se ha instalado el capitán Miklos, un húngaro de
Vukovar que odia a los serbios tanto como los croatas que forman su unidad de
la Guardia Nacional. Miklos es un hombre enorme que fue capitán del Ejército
federal y mercenario en Chad y el Congo. "Estos niñatos que nos han traído
aquí no sirven para nada" dice refiriéndose a los jovencísimos voluntarios en
sus filas. "Pero tengo un grupo de diez que estamos hartos ya de esperar,
y esta noche entraremos en Bjelo Brdo. Los cetnik se van a enterar.
Yo soy húngaro, pero amo a Croacia y lucharé por impedir que los serbios nos
traten a todos como a perros. Que te cuente Zeljo lo que le pasó".
Zeljo Cosic es un croata de 23 años de Boimog, en la
Voivodina. Sus desgracias comenzaron hace tres meses cuando compró un escudo
croata con el damero rojiblanco y lo puso en su coche. Los vecinos serbios
comenzaron a acusarle por altavoces frente a su casa. Cuando el Ejército
federal intervino en Eslovenia fue llamado a filas. Una semana después desertó.
Fue detenido, y la policía de Bogmoj le propinó una inmensa paliza.
Al otro lado
Terpinja es otra aldea en el frente, pero en el otro lado.
Decenas de hombres armados reciben en una barricada al periodista y lo conducen
frente al alto mando del pueblo. Milan tiene 25 años y es del pueblo, no como
otros que, con uniformes de la reserva, dan instrucciones a algunos jóvenes
junto a un nido de ametralladoras montado junto a un camino hacia los campos de
maíz. "Esto no es un kalashnikov, es un Zastava. No es
yugoslavo, es serbio. Esto es Serbia, y el ustacha que entre aquí es
hombre muerto", dice sonriente.
Por la carretera de Trepinja pasaban, al filo del mediodía
de ayer, tres tractores con remolques repletos de mujeres y niños. Se van a
Serbia, donde estarán seguros. "Nosotros nos quedamos para luchar",
dice Milan, orgulloso. Minutos más tarde llega un camión del Ejército federal.
Un teniente sale de él con dos civiles serbios armados y, juntos, se dirigen al
cuartel general, junto a la estación de teléfonos, que no funciona desde hace
tres semanas. "El fascista Tudjman [presidente croata] nos cortó el
teléfono y la electricidad" dice Milan. Para el Ejército sólo tiene buenas
palabras, lo que se comprende a la vista de la cada vez mayor colaboración en
este frente de Eslavonia. "Si quieren pasar hacia Borovo Selo habrán de
esperar, porque la situación es muy grave y el Ejército está estudiando con
nosotros la situación", dice Milan. Tras dos horas de espera, la vuelta
atrás. En ruta hacia Osijek, se oye el ruido ensordecedor de los dos aviones
del Ejército federal que, en vuelo rasante sobre el aeropuerto y Osijek, tienen
por cometido advertir a los croatas de quién dispone de las armas más
efectivas.
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