Por HERMANN TERTSCH
El País, Madrid,
23.06.91
La apertura de los archivos de los países del Este revela
tramas delictivas internacionales
"En todos los intentos de cruce (ilegal) de la frontera
se hará, sin miramiento alguno, uso del arma de fuego y se congratulará a
aquellos camaradas que hayan empleado sus armas con éxito". Así reza una
orden del Consejo de Defensa Nacional de la ex RDA, del 6 de mayo de 1974,
firmado por Erich Honecker. Encontrada recientemente en unos archivos,
desmiente rotundamente las reiteradas afirmaciones del antiguo jefe del Estado
alemán oriental, negando la existencia explícita de orden de disparar contra
los fugitivos en la frontera interalemana.
En la inagotable fuente de documentación histórica en que se
ha convertido desde la unidad alemana los archivos de la antigua RDA se han
encontrado innumerables pruebas que confirman la implicación del régimen
comunista en crímenes contra su propia legislación. Acusaciones que hasta hace
pocos meses eran tachadas de mera agitación anticomunista, cuentan ya con
suficiente base documental como para la apertura de procesos judiciales. Al
igual que Moscú siempre negó hasta hace muy poco la existencia de un protocolo
secreto entre Hitler y Stalin, y Honecker dio la orden explícita de disparar a
matar a los fugitivos en la frontera, Bulgaria negaba oficialmente su
vinculación a los accidentes de compatriotas exiliados en Occidente,
y Rumanía la existencia de campos de entrenamiento del terrorismo internacional
en su territorio. Ahora, sin embargo, vienen a confirmarse todos estos
episodios de la vida europea en un aluvión de papeles con sello oficial de los
regímenes responsables.
Desmoronados los regímenes comunistas en el Este europeo,
los gobiernos democráticos descubren con estupor que el grado de implicación de
las dictaduras en la delincuencia internacional fue mucho mayor que el
imaginado.
Acusaciones -muy inexactas y con motivación ideológica- como
las presentadas a principios de la pasada década por Claire Sterling en su
libro La red del terror y descalificadas entonces no sólo por los
Estados comunistas y sus simpatizantes, se ven ahora superadas por la realidad
documentada en kilómetros de estanterías y cientos de toneladas de
documentaciones que tardarán años en ser inspeccionados e inventariados.
El 7 de mayo de 1978, Georgi Markov, un conocido exiliado
búlgaro, sentía un fuerte pinchazo en la espalda al golpearle un desconocido
con la punta de un paraguas. Días después, Markov, que había denunciado
reiteradamente al régimen comunista de Todor Yivkov en las emisiones en lengua
búlgara de Radio Europa Libre, moría víctima de un envenenamiento. Tres años
después, el papa Juan Pablo II, que ya se había revelado como una gran amenaza
para la estabilidad de los regímenes comunistas, caía herido en un atentado.
Una comisión internacional estudia ahora los archivos en Sofía para establecer
las verdaderas conexiones del turco Ali Agca.
Hace poco más de seis meses, las autoridades húngaras
confirmaron que Carlos, uno de los terroristas mas buscados del mundo, tuvo en
Hungría un territorio franco para entrenar y planear atentados, y refugiarse
cuando le fuera necesario. También pasó temporadas en Yugoslavia y posiblemente
en Rumanía.
Las autoridades alemanas han reaccionado con estupor ante la
cada vez más clara implicación de la dirección comunista de la ya disuelta
República Democrática Alemana en la trama terrorista de la fracción del
Ejército Rojo. Berlín Este no sólo dio refugio a terroristas de la RAF cuando
éstos decidieron poner fin a sus trayectorias como activistas, sino
que prestó apoyo logístico e incluso dirigió algunas acciones como el atentado
contra el entonces comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN, el general
Alexander Haig.
La implicación del dictador rumano Nicolae Ceausescu en el
terrorismo internacional fue un secreto a voces desde finales de la década de
los setenta, sólo silenciado por el interés occidental de apoyar a este aliado
díscolo de la Unión Sovietica. Ceausescu no sólo mató y reprimió a rumanos en
propio territorio; los persiguió y mandó asesinar también en el extranjero.
Gran parte de los archivos de estos regímenes han sido
destruidos por individuos o grupos implicados en sus delitos, y en países como
Rumanía, Bulgaria y Albania, donde el aparato comunista logró impedir la
ruptura democrática, siguen sin ser públicos. Son muchos los delitos que
jamás se podrán probar.
Historiadores de todo el mundo se aprestan a participar en
la gran labor de investigación y archivo para reconstruir una historia hasta
ahora incompleta y conocida tan sólo en aspectos parciales por expertos,
víctimas y responsables. Los archivos del Este se abren ahora como una ingente
fuente de información, largo tiempo oculta, sobre la violenta historia europea
de este siglo.
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