Por HERMANN TERTSCH
Enviado Especial a Zagreb
El País Sábado,
11.05.91
El Ejército yugoslavo prosiguió ayer con un despliegue
masivo por Croacia y regiones multiétnicas de Bosnia-Herzegovina, un día
después de que el presidente croata, Franjo Tudjman, rechazara el acuerdo de la
presidencia federal yugoslava de desarmar a los reservistas. Largos convoyes de
carros de combate y transportes de tropas hicieron ayer una demostración de fuerza
por todas las regiones conflictivas, en un intento de crear sensación de
seguridad a las minorías étnicas y disuadir de ataques y provocación a los
nacionalistas radicales.
El Consejo de Estado de Croacia anunció ayer que se niega a
"congelar su política de defensa cuando las tensiones están
creciendo" reforzando así la oposición a la decisión de la presidencia de
desarmar a los reservistas. En último extremo y cuando una intervención de
fuerzas del Ejército parecía inminente, el presidente de Bosnia-Herzegovina,
Izetbegovic, logró convencer a la población croata de la localidad bosnia de
Listice de que dejaran paso a un convoy militar bloqueado por miles de personas
durante tres días. Izetbegovic logró así evitar lo que hubiera sido el primer
caso de uso de la fuerza por parte del Ejército en contra de la población
croata.
En Belgrado, el Partido de Renacimiento Serbio de Vuk
Draskovic comenzó el jueves una escalada de su retórica belicista para intentar
arrebatar a Slobodan Milosevic unas masas serbias cada vez más convencidas de
que "habrá guerra". Draskovic había convocado una "manifestación
por la paz" que concluyó llamando a la creación de un ejército serbio que
"liberara" los territorios de otras repúblicas en que vive una
mayoría serbia. Los participantes respondieron pidiendo armas para defender a
"los hermanos serbios" allende las fronteras de esta república.
Negativa
al desarme
El líder radical serbio de la región de Krajina, Milan
Babic, se negó ayer también a desarmar a sus milicias armadas. Miembros de la
minoría serbia del pueblo de Borovo Selo, que participaron en el ataque contra
la policía croata y que causó a ésta al menos doce muertos, manifestaron ayer a
EL PAÍS que no entregarán sus armas hasta que "se haya desarmado a la
policía y los reservistas croatas, y Tudjman esté en la cárcel". Aseguran
orgullosos que los policías muertos por sus disparos "fueron bastantes
más" y que "Tudjman no quiere reconocerlo porque dejaría claro que
vencimos", pero reconocen que "aquí todos sabemos que si pueden los
criminales de Zagreb nos matarían. Todos tenemos armas, ricos y pobres que han
gastado sus ahorros en una vieja ametralladora y les hemos demostrado que no
nos cogerán desprevenidos como en 1941", referencia a los asesinatos de
serbios por el gobierno fascista croata durante la guerra.
Armados con fusiles Kalashnikov y viejas ametralladoras
Thomson, los jóvenes serbios se mantienen alerta en el centro del pueblo. El
viceministro de Defensa, Stane Brovet, que visitó la ciudad el jueves con el
primer ministro Ante Markovic, advirtió a la población de Borovo Selo que
tienen, al igual que los reservistas croatas, un plazo de diez días para
entregar las armas. Según los serbios de Borovo, a sólo tres kilómetros de
allí, en el pueblo de Dalj, de población croata, el partido Comunidad
Democrática Croata del presidente Tudjman repartió el mismo jueves nuevos
Kalashnikov a la población civil. Por las calles no se veían ayer civiles
armados como en Borovo Selo.
Mientras tanto, en Belgrado y en Zagreb crecen las dudas
sobre la posibilidad real del Ejército para intervenir decididamente, con el
uso de las armas, en un hipotético conflicto étnico. La decisión de los jefes
para intervenir no es compartida por los oficiales, inseguros de su papel en el
conflicto y temerosos de la reacción de una tropa multiétnica en su mayoría no
serbia.
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