Por HERMANN TERTSCH
El País, Bucarest,
30.01.90
"Dictador, dictador". Con estas palabras
recibieron los estudiantes y miembros de la oposición al presidente rumano Ion
Iliescu cuando se asomó el domingo a la balaustrada de la fachada de la sede
del Frente de Salvación Nacional (FSN) en Bucarest. "Iliescu,
Rumanía" contestaban los altavoces del edificio en un reflejo exacto de lo
que fue una de las principales características de la pesadilla del régimen que
los rumanos creían haber dejado atrás para siempre: el culto a la
personalidad. Iliescu demostró ser un subordinado de Silviu Brucan, miembro del
Consejo del Frente de Salvación Nacional, hombre que parece dirigir los hilos
en el auténtico golpe de Estado contra la revolución democrática que el domingo
dio el citado Frente. Los llamamientos del primero a la movilización callejera,
llevados a la práctica por el aparato de policías y colaboradores de Ceaucescu
en fábricas y barrios, produjeron un auténtico pogrom contra los demócratas
en Bucarest.
Brucan, envalentonado al sentirse seguro de que el FSN
ganará las elecciones con el capital que devenga entre las masas no informadas
de su ya cuestionable liderazgo en el derrocamiento de Ceaucescu y por su
absoluto dominio del aparato heredado del dictador, trata a los partidos
democráticos como los trató cuando era jefe de Prensa del Partido Comunista
Rumano en el golpe estalinista de la posguerra, estiman los observadores.
Los jóvenes que hace un mes controlaban el tráfico en la
ciudad, tomaban la sede de la televisión y hacían llegar la revolución desde
Timisoara hasta Bucarest no estaban ayer en las manifestaciones sino en sus
casas, deprimidos o asustados. Veían cómo regresaban las imágenes de camiones
llenos de obreros con eslóganes "perfectamente acordados", como decía
el anciano líder nacional-campesino Ratiu.
La sociedad sin estructurar de Rumanía, que sólo cuenta con
una pequeña clase ilustrada en Bucarest, Timisoara y alguna que otra ciudad,
pagaba ayer tributo a la ignorancia impuesta por el subdesarrollo y la
dictadura de cuatro décadas.
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