sábado, 25 de febrero de 2017

AMENAZA PARA EL BLOQUE INMOVILISTA

Por HERMANN TERTSCH
El País,  Madrid, 05.11.89

TRIBUNA

Seis mil personas se concentraron en Sofía el viernes en la mayor manifestación no oficial habida en Bulgaria desde la implantación del régimen comunista. Los efectos de la crisis de la República Democrática Alemana (RDA) llegan al país socialista europeo más remoto a influencias occidentales días antes de un pleno del Comité Central del Partido Comunista Búlgaro (PCB), a celebrar el próximo día 10. Las últimas semanas de este 1989, que pasará a la historia como año del final de la hegemonía soviética incontestada en el Este europeo y del hundimiento de las estructuras institucionales del estalinismo, deparan aún grandes cambios en esta vertiginosa evolución.
El día 8 se reúne en Berlín Este el Comité Central del partido comunista de la RDA, el Partido Socialista Unificado (SED), que previsiblemente pondrá fin a la carrera política de gran parte de la dirección gerontocrática. En su febril carrera por salvar su propio futuro político antes del congreso del SED en abril próximo, Egon Krenz intenta soltar todo el lastre político posible.
Dos días después se reúne el Comité Central del Partido Comunista de Bulgaria, en el que fuerzas reformistas se han mantenido hasta hoy agazapadas para no correr la misma suerte que otros rivales del incombustible líder Todor Yivkov. Éste anunció en su informe para la citada reunión la apertura de un diálogo con fuerzas sociales no comunistas en busca de un "necesario pluralismo". Nadie sabe qué concepción tiene del pluralismo este inteligente campesino búlgaro que sobrevivió a cuatro líderes del Kremlin desde 1956.
El 21 de noviembre se reúne en Bucarest el congreso del Partido Comunista de Rumanía que previsiblemente será el último de la era de Nicolae Ceaucescu. Informaciones procedentes de Rumanía señalan que ya ha estallado la lucha por los mejores puestos de salida en la carrera por su sucesión.
La conmoción política del régimen de Berlín Este ha roto ya la bipolarización surgida en los últimos tres años en el Pacto de Varsovia entre reformistas y ortodoxos y actúa como factor de aceleración en la caída de los regímenes más reacios a cambios democratizadores.
Este frente de países inmovilistas estaba a su vez dividido en dos grupos. Uno estaba compuesto por Bulgaria y Checoslovaquia, que verbalmente aceptaban la necesidad de cambios pero apostaban por la limitación máxima de los mismos a la espera de una involución en la URSS. El otro, el eje estalinista de la RDA y Rumanía, cuyos regímenes atacaban abiertamente las reformas democratizadoras, ha tenido muy corta vida. Aunque el sucesor de Erich Honecker, Egon Krenz, prefiriera entrar en el club de los reformistas retóricos para defender lo que califica de inamovible papel dirigente del partido comunista (SED), la evolución en la RDA hace ya quizá inviable esta solución a medias.

En Checoslovaquia, el proceso de descomposición de la dirección ortodoxa bajo Milos Jakes está ya tan avanzado que su relevo por alguna figura de transición parece cuestión de pocos meses. Con la caída de Honecker, la previsible de Jakes, los intentos de conversión de Yivkov y los primeros pasos hacia el desmantelamiento de la dinastía de Ceaucescu, Europa Oriental entra en una nueva fase en la liquidación de las secuelas de la II Guerra Mundial y la guerra fría.

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