Por HERMANN TERTSCH
El País, Berlín
Este, 17.11.89
Diplomáticos soviéticos que en los últimos dos o tres años
han tratado con la cúpula del régimen de Alemania Oriental se desesperaban ante
la obcecación en no ver la realidad que mostraban gentes como Erich Honecker,
Günter Mittag o Willy Stoph. De ahí que los soviéticos agradecieran tanto la
existencia de un interlocutor lúcido, austero y realista, el único en los
cuadros superiores del Partido Socialista Unificado (SED, comunista) que no
respondía a sus preguntas con monsergas triunfalistas sobre éxitos
inexistentes. Este interlocutor era Hans Modrow, jefe del partido en Dresde
casi 16 años y nuevo primer ministro de Alemania Oriental. Con un partido
totalmente desprestigiado ante la población gracias a su cúpula estalinista y
corrupta, el dialogante y austero Modrow es la última esperanza del SED, de no
acabar en la irrelevancia cuando se celebren las elecciones libres, que hace
seis semanas eran impensables en la RDA y hoy están en fase de preparación.
Llega con Modrow al poder la oveja negra del rebaño de sumisos
dirigentes que Honecker ha mantenido durante años en la jefatura del partido.
Modrow era el castigado por decir las verdades en el Comité Central,
que no gustaban nada a los ancianos de Berlín.
Son muchos los rasgos de carácter que distinguen a Modrow de
los dirigentes honeckerianos. Este comunista de 61 años, vive con su mujer en
un apartamento de Dresde, y siempre rechazó el chalé oficial. Hizo suprimir
desde un principio todos los festejos de agasajo al líder, que tanto disfrutaban
los demás dirigentes, en Berlín y en provincias. Desde hace años mantiene
abiertos canales de contacto con círculos eclesiásticos y otros no comunistas
y ha contado por tanto siempre con información veraz sobre el creciente
malestar popular que hizo eclosión en los últimos meses.
Contorsiones ideológicas
Ahora, tras la caída de
Honecker, las forzadas conversiones y contorsiones ideológicas de todos sus
camaradas en la cúpula del partido, Modrow es prácticamente el único que no
tiene que avergonzarse ni entonar un mea culpa.
El jefe del partido, Egon Krenz, se ha sumado al movimiento
reformista a última hora y una semana antes de la gran manifestación de Leipzig
del 9 de octubre, aún estaba en Pekín en visita oficial presentando sus
respetos a los responsables de la matanza de estudiantes en la plaza de
Tiananmen.
La conexión de Modrow con China es mucho más honorable. No
ha pisado este país desde mucho antes de la matanza. Hace dos años visitó China
en plenas reformas liberalizadoras y elogió estos cambios en un artículo
publicado en la Prensa de su distrito. Aquello le granjeó nuevas iras de
Honecker a quién la palabra reforma le sugería alta traición.
Modrow nació en 1921; en Ückermünde, en la desembocadura del
río Odra en el Mar Báltico. En el último año de la guerra, con 17 años, fue
reclutado como muchos jóvenes de su edad en la Volksturm, unas
fuerzas creadas para la última lucha desesperada y suicida del régimen nazi.
Hecho prisionero por el ejército rojo, pasó cuatro años en un campo de trabajo
en la URSS hasta regresar a la zona de ocupación soviética que aquel mismo año
se convertiría en la RDA.
Como muchos otros dirigentes del SED, comenzó su formación
política en las juventudes comunistas FDJ, de las que fue jefe en el distrito
de Berlín Este desde 1953, año del levantamiento popular reprimido por los
tanques soviéticos hasta 1961, año en que se construyó el muro que ahora
contribuye a derribar.
La labor que tiene ante sí Modrow es ingente, según muchos
casi irrealizable. Primero tendrá que estabilizar la economía de la RDA con una
frontera abierta hacia la poderosa RFA. Deberá acometer al mismo tiempo la
reestructuración de una industria en gran parte obsoleta. Y las medidas impopulares
pero necesarias serán muy difíciles de explicar desde un poder en el que hoy
nadie confía.
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