Por HERMANN TERTSCH
El País Sábado,
04.11.89
ENTREVISTA
El primer ministro de Hungría afirma que él apoyó las
reformas desde 1968
"Estaría contento de ver a Hungría neutral; me gustaría
la neutralidad de mi país", dice Miklos Nemeth, de 42 años, el jefe de
Gobierno más ¡oven del Este de Europa, en una entrevista concedida a EL PAÍS
días antes de la visita oficial a Budapest del presidente del Gobierno español,
Felipe González. Nombrado hace apenas un año por Karoly Grosz, el entonces jefe
del Partido Socialista Obrero Húngaro, Nemeth se deshizo pronto de su imagen de
tecnócrata y se ha revelado como uno de los pilares reformistas de la nueva
República de Hungría.
Pregunta. Señor primer ministro. Hace aún dos meses era
usted el presidente comunista del Gobierno de una república popular. Hoy es
usted miembro de un partido socialista en una república cuya base es la
democracia burguesa. ¿Cree que tienen, usted y su partido, credibilidad para
afrontar las elecciones con perspectivas de éxito?Respuesta. Nuestra
credibilidad se basa en dos cuestiones. La primera es que un grupo de líderes
del antiguo partido antepuso los intereses de la nación a los del partido y
realizaron las reformas políticas, sociales y económicas. Hace ya algún tiempo,
algunos vimos que las reformas económicas no podían tener éxito sin las
políticas y constitucionales. En Hungría se produjo una crisis social que el
sistema monopartidista y el Estado monolítico ya no podían solucionar.
Naturalmente, ante las elecciones, ni la oposición ni las
fuerzas conservadoras del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH) lo van a
valorar. Pero lo importante es que el nuevo Partido Socialista (PSH) haga una
política en los próximos meses que demuestre al electorado que este partido
tiene objetivos básicamente distintos de los que tuvo el PSOH. Lo fundamental
es que el PSH apoya la nueva Constitución, reconoce la democracia parlamentaria
multipartidista y rechaza para siempre la función de partido de Estado. Si
logramos convencer con esto, soy optimista y seremos un socio importante en la
coalición tras las elecciones.
Reformista radical
P. Usted se califica como reformista radical, quiso romper
muy decididamente en el congreso con el pasado comunista. ¿No teme que, pese a
ello, se hunda con el partido?
R. Ahora se ha puesto muy de moda la
investigación del pasado en Hungría. Yo nunca ocultaré el mío. Yo he trabajado
como profesor de Economía en la universidad; después, en proyección económica.
Entré después en la administración del comité central. Desde el primer momento
apoyé las reformas de 1968.
Por supuesto que desde entonces ha cambiado mucho mi forma
de pensar. Mis experiencias en la vida económica me demostraron que la
planificación supeditada a intereses políticos obstaculiza el desarrollo
económico. No se pueden tener dos sistemas de valores, un mercado y un método
dirigista.
En este sentido, fui radical en el congreso al señalar que
no basta con unos reajustes de la política, sino un cambio total de las
instituciones para que la izquierda pueda competir con igualdad con las otras
fuerzas. Así se puede recuperar la credibilidad.
P. ¿Cómo prevé que será el nuevo Gobierno? ¿Se ve usted como
miembro del mismo, y si no, cuáles son sus planes personales tras las
elecciones? Las reformas húngaras devoran a sus hijos, como se decía que hacía
la revolución. Kadar, Grosz, y ahora podrían ser usted y Pozsgay.
R. Está claro ya que tendremos un Gobierno de coalición, ya
que no hay una fuerza política capaz de gobernar en solitario. La coalición es
necesaria, por tanto, pero también deseable. En una transición política y
económica radical se necesita una amplia representación de fuerzas políticas en
el Gobierno, siempre dependiendo del peso de su electorado. Yo creo que surgirá
un Gobierno de tres o cuatro partidos; lo que no sé aún es cuáles.
Personalmente, soy favorable a una coalición del PSH con el
Foro Democrático, apoyada quizá por otros dos partidos pequeños. Sobre mi
presencia en el nuevo Gobierno, ésta depende de los resultados que coseche mi
partido y de que éste me haga una oferta.
En efecto, corremos el peligro de ser devorados por la
reforma. Mencionaba usted a Grosz. La vida y la historia han superado ya a
Grosz. Pero la historia demostrará que el papel que jugó era muy importante.
En cuanto a nosotros, los electores decidirán. Recuerde
usted a Adolfo Suárez o a López Bravo. Ahora Suárez ha sufrido pérdidas en las
eleciones, pero nadie puede poner en duda su papel y el de su Gobierno.
P. Hungría ha sorprendido al mundo entero con su proceso
democratizador. ¿Lo considera irreversible o ve amenazas internas o externas?
R. Sin querer sobrevalorar el proceso húngaro, sí quiero
decir que son cambios únicos. Una fuerza política con fines y características
dictatoriales renuncia al poder y su posición privilegiada, e inicia un proceso
de democratización que pone en peligro su propia existencia. Yo creo que esto
se debe a que la izquierda en Hungría aún tiene una posibilidad de renovarse y
jugar un papel sustancial. Con esto no quiero menguar el papel de la oposición
en este proceso de democratización. Ya hemos llegado a un punto en que es
irreversible. Ya tenemos las garantías jurídicas, las instituciones de un
Estado democrático de derecho.
La mayor amenaza para nuestra democracia es que el ritmo
demasiado acelerado nos lleve a conmociones más allá del límite de tolerancia
de la sociedad y a una devaluación de las instituciones democráticas ante la
población.
Repecto a peligros externos, la llamada doctrina Breznev
está superada. Los cambios en la URSS son similares en su dirección y rapidez.
No tenemos en esto nada que temer en esta dirección. Esto no significa que el
clima internacional no influya sobre los cambios en nuestro país, pero siempre
sobre su velocidad y no sobre su rumbo. Estas influencias nos llegan tanto de
Oriente como de Occidente.
P. Las reformas en los países socialistas son muy diversas.
Hungría parece hoy política y diplomáticamente más cerca de Austria y la
República Federal Alemana (RFA) que de Checoslovaquia y Rumanía. En Hungría se
habla ya en voz alta de neutralismo. ¿Es usted partidario de esta neutralidad?
R. Yo estaría encantado de ver a Hungría neutral cuanto
antes. Creo que es una gran perspectiva para el país. Pero nuestros deseos no
deben confundirse con la realidad. La neutralidad no depende sólo de nosotros,
sino también de cuestiones geopolíticas, acuerdos entre las grandes
superpotencias. Para lograr la neutralidad de nuestra nación necesitamos la
aprobación de los demás.
La cohesión del Pacto
P. Insistiendo en la cohesión del Pacto de Varsovia, ¿puede
imaginarse una cumbre de la alianza en la que se sienten en la misma
mesa Pozsgay y usted, el primer ministro polaco, Tadeusz Mazowiecki, y líderes
ortodoxos como Ceaucescu y Jakes?
R. Sería una respuesta muy barata el citarle a
Kafka, que dijo que en esta región todo es posible por muy irracional que
parezca. Pero creo que los cambios se han acelerado hasta tal punto que
esta cumbre que sugiere no se llegará a producir, aunque sería muy
interesante.
P. El gran talón de Aquiles de las reformas es la economía.
¿Cómo quiere llevar a cabo los cambios en las relaciones de propiedad?
R. Es cierto que lo principal es la economía y la reforma
del sistema de propiedad. Es también una cuestión política. Se está produciendo
un proceso muy interesante. Mientras en el pasado la propiedad era una cuestión
intocable, los expertos coinciden en que la propiedad estatal burocratizada es
uno de los mayores obstáculos al desarrollo económico.
La ley de Sociedades del pasado año dio el paso hacia la
liberalización de la propiedad, abrió el camino hacia la reprivatización y la
creación de sociedades modernas.
Está también la ley de Protección a la Inversión y la nueva
ley del Suelo. Este año se ha acelerado el proceso de reprivatización. Vemos
que ha aumentado el interés del capital extranjero por invertir en Hungría. Al
mismo tiempo, ha surgido un vivo debate sobre la propiedad.
Muchos piden la paralización de la reprivatización y venta
de empresas al capital extranjero. Y no nos engañemos, no lo piden sólo las
fuerzas comunistas conservadoras; también lo piden otros sectores políticos.
Vamos a abrir un diálogo con la oposición y fuerzas
sociales, pero sería un grave error para la reforma de la propiedad, porque la
reestructuración económica no puede funcionar por reformas administrativas.
Hace falta un consenso de la sociedad sobre la necesidad de
esta reforma de la propiedad, que es imprescindible para la entrada del capital
extranjero activo.
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