Por HERMANN
TERTSCH
El País, Bonn,
31.08.89
TRIBUNA
¿Hasta dónde llega Alemania? ¿Es la suma de los dos Estados
alemanes o más que eso? Un fantasmagórico debate sobre
la germanidad de territorios que hoy son parte de la Unión Soviética
y Polonia levanta pasiones en la República Federal de Alemania, deteriora
gravemente las relaciones con Polonia y suministra argumentos a los enemigos de
las reformas democratizadoras en el Este de Europa. Los conservadores de la
Democracia Cristiana de la RFA (CDU y CSU) se apropian de las ideas
revanchistas de la extrema derecha para luchar contra el fenómeno de Los
Republicanos. Dado que tras la derrota alemana, en 1945, sólo se firmó un
armisticio con los vencedores y nunca hubo un acuerdo de paz, que sólo hubiera
podido firmar una Alemania íntegra, las fronteras vigentes "por derecho
internacional" son las existentes en 1937. Sucede todo esto a pocas
semanas de que, el 1 de septiembre, se cumpla el 50º aniversario de la invasión
nazi de Polonia.
Era una oportunidad histórica para abrir un nuevo capítulo
en la historia de las relaciones entre estos dos pueblos, jalonada hasta ahora
de tragedias. No podrá ser ya. Por mucho que Varsovia necesite el dinero de la
RFA, no puede consentir que desde el Gobierno de Bonn se viertan amenazas a su
integridad territorial. "Somos el único Estado de Europa cuyas fronteras
se cuestionan abiertamente", señalaba recientemente el Consejo de Defensa
Nacional polaco, justificando así que el jefe del Estado "tiene" que
ser un militar.
Todo comenzó con Theo Waigel, sucesor del fallecido Franz
Josef Strauss en la jefatura de la CSU bávara y ministro de Hacienda del
Gobierno federal. En la reunión anual de los silesianos, los alemanes
expulsados en 1945 de la región de Silesia que, tras el corrimiento de las
fronteras hacia Occidente, pasó a ser Polonia, Theo Waigel pronunció la
"desgraciada frase" que después ha repetido, ratificando su
contenido.
"Los territorios dentro de las fronteras de 1937 forman
parte de la cuestión alemana", señaló. Socialdemócratas, liberales y
muchos democristianos reaccionaron con estupor. "¿Cómo se podrá quitar el
hábito a algunos políticos alemanes de decir lo falso en el momento
falso?", se preguntaba el diario Süddeutsche Zeitung. El
ministro de Exteriores, Hans-Dietrich Genscher, reaccionó con tal indignación
que amenazó con romper la coalición si los democristianos no se distanciaban
claramente de las manifestaciones de Waigel.
Acuerdos de Helsinki
Waigel olvidó el acuerdo entre Bonn y Varsovia que establece
que "no hay ni habrá reivindicaciones territoriales" entre ambos
Estados y marca el carácter definitivo de la frontera Odra-Neisse. También
olvidó los acuerdos de Helsinki, con la ratificación del carácter inamovible de
las fronteras. Sin embargo, no es amnésico el líder bávaro. Waigel tiene
elecciones que disputar en el Estado de Baviera el próximo año. En las europeas
de hace un mes Los Republicanos, de extrema derecha, lograron el 15% de los
votos. La inmensa mayoría de los alemanes expulsados de los territorios
orientales, de Silesia o los Sudetes vive en Baviera. ¿Qué es la cuestión
alemana? Según unos, no existe, ya que quedó zanjada con la creación de dos
Estados independientes. Según otros, es la pendiente reunificación de los dos
Estados, en libre autodeterminación, hasta la frontera establecida por los ríos
Odra y Neisse. Según algunos pocos -se sabía-, Alemania tiene que renacer en
las fronteras de 1937, con Silesia, Prusia del este y Pomerania, como si la
guerra no hubiera existido. Hasta el río Memel, más allá de Königsberg, hoy
Kaliningrado. Lo que no se sabía es que compartía esta opinión nada menos que
un ministro del Gobierno y líder del tercer partido de la coalición.
Un debate sobre la existencia o no de Alemania en sus
fronteras de 1937 es una polémica tan gratuita que se tiene que dejar para uso
exclusivo en emotivas reuniones de las asociaciones de ultraderechistas
nostálgicos, vino a decir el director de Der Spiegel, Rudolf
Augstein.
En Polonia, las declaraciones de Waigel, reiteradas por él y
otros compañeros de caza del voto ultraderechista, causaron un revuelo de
indignación en toda la sociedad, en la que hizo resurgir los miedos al
revanchismo alemán y fortaleció los argumentos de la ortodoxia que defiende la
"hermandad de armas" con la URSS para defenderse contra los sueños
expansionistas de los alemanes.
La paz europea
No existe tal voluntad expansionista en la RFA, pero
declaraciones como las de Waigel sirven para hacer creer que sí. "Quien
pone en duda las fronteras, pone en peligro la paz en Europa", dijo el
líder de Solidaridad Bronislaw Geremek en Bonn.
Las autoridades de la República Democrática Alemana (RDA) se
frotarían las manos al oír a Waigel. Días más tarde, los medios oficiales de
Berlín Este habían encontrado un buen uso para sus declamaciones pangermanistas
y revanchistas. El muro de Berlín es necesario también para defender la
frontera polaca de las tentaciones revanchistas de políticos de Bonn,
señalaban. En un momento político de inmensas posibilidades para la
democratización polaca y la apertura en el Este, la caverna derechista de
la RFA, por medio del destacado portavoz Waigel, parece haber creído necesario
echar una mano a la casi derrotada caverna ortodoxa polaca y a la
reinante aún en Berlín Este.
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